/ Mariana Betzabeth Pelayo Pérez /
“En un mundo que descuida tanto, el cuidado de los otros es revolucionario”
Eleonor Faur, socióloga feminista
El cuidado, la conservación y la gestión de los recursos naturales son retos urgentes y trascendentes para la salvaguarda del planeta, la humanidad y para alcanzar una sustentabilidad ambiental, sin olvidar que esto también exige alcanzar una igualdad social y de género, debido a que las mujeres son este agente de cambio y acción que la naturaleza necesita.
Se habla mucho de la conexión mística entre las mujeres y la naturaleza, se ha romantizado tal versión que solo ha perpetuado estereotipos patriarcales de asignación de roles. Sin embargo, no necesitamos mística para entender qué significa el ejercicio del cuidado y el despliegue de los afectos. Se necesita reconocer que las mujeres han sido asignadas históricamente en el espacio de lo privado donde se coagulan afectos y procesos en la reproducción de la vida.
Desde domesticar plantas silvestres comestibles y medicinales, utilizar la tierra para la ganadería, recoger agua para cocinar y limpiar, buscar comida en los ríos y arrecifes, recolectar leña, cuidar el agua, cuidar y domesticar animales de traspatio, almacenar semillas, producir artesanías y preparar alimentos, las mujeres en todo el planeta utilizan e interactúan con los recursos naturales y los ecosistemas diariamente (Quiñones, 2019).
Pero las mujeres no solo destacan por su rol en la gestión y conservación de los recursos naturales, también están en pie de lucha por la defensa del territorio y las fuentes materiales de sustento. Existe una importante cantidad de luchas y movimientos ambientales encabezados por mujeres quienes se manifiestan desde la exposición del cuerpo en el espacio público exigiendo condiciones sociales que permitan que su vida sea más vivible, saludable y libre. Desde el movimiento ocurrido en México y Centroamérica frente a la mega infraestructura asociada al Plan Puebla-Panamá hasta Ecuador en 2019 cuando las mujeres indígenas de la Amazonia se levantaron en defensa de la selva y en contra del extractivismo; pasando por una larga lista de movimintos de resistencia en Brasil (2006), Guatemala (2008) y Bolivia (2013), por citar tan solo algunos.
Ser mujer a la luz del cambio climático y las secuelas ambientales es una condición delicada, las mujeres se ven afectadas por los fracasos de las políticas ambientales y por los mercados (BID, 1996). Lo cual significa que no todas las mujeres experimentan la degradación ambiental de igual manera, ni los problemas ambientales impactan a todas por igual y no tienen las mismas oportunidades de tener acceso o la propiedad de activos o fuentes materiales de vida que puedan mejorar su capacidad de adaptación al cambio climático. Esto significa el escaso acceso a la tierra, el crédito y los insumos agrícolas, así como, la poca participación en la toma de decisiones, un limitado acceso a estructuras de poder y poco acceso a la tecnología y capacitación.
Una de las condiciones que ha permitido el mantenimiento de cualquier modo de producción capitalista es la invisibilización del trabajo de las mujeres en el espacio doméstico y en el espacio productivo, una condición de larga data, aunado a que no tienen acceso a títulos de propiedad, debido a las formas tradicionales de heredar bienes que privilegian que los bienes de los padres se transfieren a los hijos varones(Pelayo, 2021).
El cambio climático es un fenómeno que atraviesa con daños traumáticos a diversos recursos naturales o componentes que tendrán efectos en esferas productivas y económicas donde las mujeres operan y emprenden una doble exposición en la batalla diaria por la subsistencia; por un lado la desigualdad estructural y las condiciones extremas que implica la gestión de los recursos. Por otro lado, afrontar la escasez y los riesgos ambientales derivados del cambio climático.
Por todo lo anterior, es importante asegurar la participación de las mujeres en condiciones de equidad e impulsar su empoderamiento. Esto implica transversalizar la perspectiva de género en todas las estrategias vinculadas al cambio climático y sobre todo promover la participación de las mujeres en esferas de gobernanza ambiental.
Ante la crisis ambiental y climática urge sustituir la lógica de dominio, violencia, represión y depredación por fórmulas de cooperación, cuidado y el despliegue de los afectos ambientales que promuevan nuevas formas de relacionarnos, desde la práctica ético-política (Pelayo, 2020). Esto exige el reconcilio humano-ambiente, la formulación de alianzas fértiles y el rehabitar la tierra desde el cuidado y la revitalización de prácticas sensibles a los límites planetarios, los ciclos biológicos de la naturaleza y la capacidad de recuperación de los soportes de vida y para ello URGEN más mujeres.
* Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit