Uvalde, las armas y México

**LINOTIPIA.

/ Peniley Ramírez /

“Tengo un pequeño secreto. Te lo voy a contar antes de las 11”. Eran poco más de las siete de la mañana del 24 de mayo en Uvalde, Texas. El hombre escribió este mensaje a una niña con quien chateaba hacía meses. Una semana antes, el 16 de mayo, cumplió 18 años. Lo celebró comprando por Internet un rifle semiautomático tipo AR-15. Pagó 1,870 dólares, más 154 de impuestos. Días después, compró otro. Posteó en su Instagram las fotos de los rifles, etiquetándola a ella. A otro conocido, le envió una foto de la factura. Le dijo que ya no era aquel muchacho del que se burlaban en la escuela.

Cerca de las 11, el hombre escribió “luces, motores, acción”. Envió un mensaje a otra persona, anunciándole que dispararía a su abuela y a una escuela. Disparó a la mujer, robó su camioneta y fue a la primaria Robb. Llevaba más de 300 rondas de municiones, que compró también por Internet.

En la escuela se celebraba el fin de curso. Fueron premiados los mejores estudiantes. Algunos se quedaron a festejar con sus amigos. Allí estaban Nevaeh, Jacklyn, Makenna, José, Eliana, Uziyah, Amerie, Xavier, Tess Marie, Jayce, Alithia, Anabell, Maite, Alexandria, Layla, Jailah, Eliahana, Miranda y Rojelio con las profesoras Irma y Eva, en un salón, cuando el hombre entró. Disparó a mansalva. Se atrincheró en el salón casi una hora mientras todo mundo llamaba al 911. La policía actuó mal, desorganizada, tarde.

Luego un guardia fronterizo lo mató.

Esto es lo que sabemos por autoridades, víctimas y la prensa acerca de cómo ocurrió la peor masacre contra niños pequeños en Estados Unidos en una década. El asesino de Uvalde compró un rifle en la página web de Daniel Defense, una compañía de Georgia. “Sus rifles son caros, de los más precisos del mercado”, me dijo Cristian Jiménez, experto en armamento. Daniel vende más de 100 millones de dólares en armas al año y sus dueños pasan el tiempo libre ayudando a una iglesia que busca “acercar a los jóvenes a Dios”. En 2017, uno de sus rifles se usó para otra masacre, en Las Vegas. Esta semana, periodistas de Quartz compraron el mismo modelo que el asesino de Uvalde, en su tienda en línea. No les pidieron prueba de edad, antecedentes criminales ni de salud mental.

Tras la masacre, el debate político en Estados Unidos está centrado en la interpretación del derecho constitucional a poseer armas. Entre 1994 y 2004, en Estados Unidos hubo una prohibición legal para vender armas de asalto. Desde que venció, el número de masacres creció más de 20 veces. Las compañías de armamentos pasaron de producir 74 mil a 2.3 millones de armas por año.

En la última década, Daniel Defense donó más de 750 mil dólares a campañas políticas, según la organización Open Secrets. Los principales beneficiarios fueron el Partido Republicano y Donald Trump. En sus campañas, Trump recibió más de 15 millones de empresas y asociaciones proarmas.

El otro rifle que usó el asesino era un Smith and Wesson, una empresa que cotiza en la bolsa de valores. Tras la masacre, el valor de su acción creció más del 8%. Sus dueños ganaron aún más dinero.

Esta narrativa del dinero y el horror nos toca en México, donde casi el 90% de las armas recuperadas en escenas del crimen son estadounidenses. En los años del veto antes de 2004, dos de cada 10 personas morían por disparos en México. Cuando se levantó, la cifra subió a ocho de cada 10. Los asesinatos también se incrementaron. Un informe del Congreso estadounidense en 2020 criticó que el gobierno mexicano no envía suficiente información a Washington para rastrear las 200 mil armas que se contrabandean hacia el sur cada año.

México respondió con una demanda, en Estados Unidos, contra las empresas de armamento. Estas alegaron que no es su culpa que sus armas se usen para asesinar niños en México. En otras demandas han dicho que tampoco es su culpa que se usen para asesinar niños estadounidenses.

Mientras estos debates políticos y judiciales continúan, hay un pueblo en Texas destrozado por la tragedia y hay un país al sur de su frontera donde las masacres se acumulan todos los días.