Verde con tufo podrido

Rúbrica.

Por Aurelio Contreras Moreno.

A poco más de una semana de las elecciones, no puede negarse que uno de los ganadores indiscutibles de la contienda fue el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

Las estimaciones sobre la cantidad de diputados federales con que contará su bancada en San Lázaro muestran su mayor crecimiento desde que existe ese partido, pues podrían llegar hasta 48 legisladores, razón por la cual se convierten en automático en la bisagra, e incluso en la llave, para obtener mayorías y sacar adelante hasta reformas constitucionales que ningún partido, por sí mismo, está en capacidad de aprobar.

Y como ha hecho desde que apareció en el espectro político nacional, el Verde “sacó el cobre” de inmediato y aumentó la “cotización” de las alianzas para obtener su apoyo legislativo, mismo que brindó sin cortapisas a Morena y al régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” los primeros tres años de este sexenio.

La nueva correlación de fuerzas “engalló” a su dirigente real más visible en este momento, el senador Manuel Velasco Coello, que no bien se daban a conocer las tendencias de las votaciones, cuando ya hablaba de “evaluar” la alianza legislativa con Morena y de la posibilidad de “dialogar” con todas las fuerzas políticas.

O lo que es lo mismo, el chantaje como moneda de cambio para subir el precio de su “amor” a la hora de las votaciones, por ejemplo, del Presupuesto de Egresos, donde se incluyen las erogaciones destinadas a los programas sociales y a las obras insignia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Como entre gitanos no se leen la mano y entre mafiosos menos, la respuesta no tardó en llegar y este fin de semana se difundió una investigación del Servicio de Administración Tributaria (SAT) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) sobre operaciones simuladas y desvíos por más de 500 millones de pesos a empresas “fantasma” –al mejor estilo de Javier Duarte- del gobierno de Chiapas durante la administración como gobernador del propio Manuel Velasco Coello. Como para que se “ubique”.

Más allá de cuál sea el “arreglo” al que lleguen el lopezobradorismo y el PVEM –y que dependerá de qué tan fácil pueda ser coaccionar a los legisladores del PRI, como adelantó el mismo presidente López Obrador que intentarán-, el que un partido de mercenarios infames de la política haya registrado un avance de estas magnitudes no es una buena noticia para la política y mucho menos para la democracia.

En Veracruz, el PVEM logrará también un muy importante crecimiento: con una treintena de presidencias municipales, tres diputaciones locales de mayoría y tres más de representación proporcional, se colocará en una posición similar a la federal. Pueden ser la bisagra para que el morenato haga avanzar lo que quiera en el Congreso del Estado.

Pero no solo eso. Se convertirá en el trampolín para las aspiraciones de quien funge como el líder real de ese partido en territorio veracruzano: Javier Herrera Borunda, hijo del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán y ex colaborador cercano de Velasco Coello en el gobierno de Chiapas.

Sin “despeinarse”, Herrera Borunda asumirá una diputación federal plurinominal luego de hacer campaña por todo el estado de Veracruz en su calidad de “delegado nacional” de su partido, el cual está lleno de fidelistas, duartistas y demás tránsfugas del priismo de las últimas dos décadas en Veracruz, que sueñan con revivir sus viejas “glorias”, en las que el dinero –y otras cosas- corrían a manos llenas.

Y mientras Morena sufrirá el desgaste natural del ejercicio de gobierno –deterioro que se agiganta cuando la administración es mala-, los verdes usufructuarán los dividendos de sus diferentes alianzas -al cabo que eso de los escrúpulos no se les da ni por equivocación- y buscarán capitalizarlos hacia la sucesión por la gubernatura de Veracruz.

Y para la cual desde ahora ya tienen un candidato natural, cuya fuerza radica en la imagen de un político que, al igual que algunos que conocemos en la actualidad, era muy popular porque regalaba el dinero que no era suyo y abrazaba y le decía frases “llegadoras” al “pueblo” para hacerle sentir que era cercano a éste. Aunque al mismo tiempo lo entregaba a la delincuencia organizada.

Verdes con tufo podrido que saben muy bien que la memoria popular es muy corta.

 

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