VINCULACIÓN DE LA CIUDADANÍA Y AUTORIDADES.

Alma Delia Hernández Sánchez.

“Cuando los tiempos se ponen difíciles, no nos damos por vencidos. Nos levantamos”.
Barack Obama

La construcción de un gobierno que la gente sienta suyo y del cual la gente se sienta parte, es el sueño de la mayoría de los gobernantes de este país. Una legitimación de esa naturaleza no sólo avalaría todas las decisiones que se toman desde el gobierno, sino que además permitiría la consolidación para quien lograra semejante hazaña.
En el pasado, la hegemonía política ya lo intentó y lo consiguió por algunos años gracias a esquemas clientelares que hicieron de la democracia republicana un paternalismo oficial que, incluso hoy a muchos años, nos impide ver al gobierno de otro manera que no sea la de un proveedor, como dicen por ahí “papá gobierno”.
En esa dinámica que hizo transitar a un grupo político de los generalísimos, pasando por la nomenclatura hasta llegar a los tecnócratas, surgió la inquietud de grupos de oposición de abrir verdaderos espacios de representación popular a las minorías avasalladas que por aquellos tiempos sólo fungían el papel de espectadores.
Tras las convulsiones políticas de los años noventa y la transición presidencial del año dos mil, de la mano de un partido de derecha, el país entero se aprestaba a sufrir importantes transformaciones en el ejercicio del poder; quienes lo habían perdido buscaban la manera de reencontrarse con la gente y quienes lo detentaban se ingeniaban para no perderlo.
La primera década de este nuevo milenio se transformó en una época de grandes conquistas ciudadanas, como el derecho a la información, como la legitimación y reconocimiento a las organizaciones sociales.
El derecho a la información, conocer el resultado de una auditoría, participar de las decisiones que se tomen al interior de una dependencia o en los comités de adquisiciones era algo impensado en gobiernos anteriores bajo la lógica de que no había necesidad de abrirle esos espacios a la gente, no había necesidad de meterse en “camisa de once varas” si las cosas se podían seguir manejando en lo oscurito y desde la cultura del secreto.
Hoy un recurso muy eficiente el de la plataforma INFOMEX, como una herramienta que les permite conocer la información pública que se genera desde el gobierno; pero además, la propia ley obliga a las entidades y organismos a que tengan sus obligaciones de transparencia al corriente y actualizadas en sus portales electrónicos, algo impensado hace un par de décadas. Quienes hemos tenido la oportunidad de ver la evolución de las prácticas gubernamentales en los últimos años hemos logrado notar que el del acceso a la información ha sido uno de los esfuerzos que más le ha costado al poder público. Transparentar la vida de los organismos y entidades ha sido el desafío más grande para una clase política que por muchos años se refugió en la cultura del secreto y la opacidad.
En los noventas, por ejemplo, no se trabajaba desde el gobierno para analizar cómo se iba a contestar una solicitud de información, sino más bien cómo batearla, porque lo del gobierno era del gobierno y lo de la gente era de la gente.
Otro gran logro ciudadano ha sido la inclusión de integrantes de la sociedad civil en los comités de adquisiciones, lo anterior con la finalidad de trasparentar y legitimar los procesos de compras gubernamentales, algo muy demandado por el sector empresarial por muchos años.
Y, últimamente, como un ejercicio sano para la vida democrática del país se están conformando los comités de gobierno abierto, a través de los cuales la ciudadanía puede conocer de primera mano lo que se está haciendo en las dependencias y entidades del poder público.
Mención aparte merecen los sistemas, que aparecen como instancias especializadas en la atención de problemas particulares que aquejan a la ciudadanía, como luchadora social me siento orgullosa de tener la responsabilidad de pertenecer a dos: al Sistema Estatal Anticorrupción y al Sistema Estatal para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
Los gobiernos deben seguir en la tónica de un mayor involucramiento de la sociedad civil, y los ciudadanos debemos participar más en las actividades gubernamentales, porque ello permite una mayor comunicación gobierno-gobernado y es la base para la construcción de políticas públicas de altura, que estén en sintonía con las necesidades de las personas y que verdaderamente ofrezcan las respuestas que se están necesitando.
Se debe eliminar el pensamiento que desde un escritorio podemos resolver los problemas de las y los veracruzanos, lo que la gente espera es que sean tomados en cuenta, poder participar en la toma de decisiones y sentir el gobierno es por y para ellos.
No se debe caer en el error de que saben qué le ocurre a los campesinos, a los empresarios, a los pescadores, a los obreros o a las jefas de familia sólo porque se estudió un posgrado, se leyó un reporte o tiene acceso a información privilegiada. Un pedazo de papel jamás se comparará con que un campesino diga que tuvo que vender algo preciado para dar de comer a su familia, porque no llegaron los recursos prometidos; una antología o políticas preelaboradas no se compara a escuchar a madres de familia que tienen que estirar su dinero para poder llegar a fin de mes porque no pudieron acomodar a sus hijos en alguna guardería; creer que todas estas historias las pueden conocer solamente porque se es experto en el tema, se llama arrogancia.
Por eso, como integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción levanto la mano para servir de puente entre la sociedad civil y nuestras autoridades. La Ley 348 del Sistema Estatal Anticorrupción nos da la atribución de ser la instancia de vinculación con organizaciones sociales, académicas y empresariales de la Entidad con el propio Sistema.
Por ello creo que en lugar de ir hacia atrás, debemos avanzar en la dirección correcta, que es una sola: la del progreso para Veracruz. No es el camino del gobierno y el camino de la sociedad civil, ya en el pasado inmediato nos ha quedado claro que esa desconexión y esa falta de coordinación de esfuerzos no sólo nos ha alejado, sino que ha creado encono, resentimiento y desconfianza de la gente hacia sus autoridades.
Podemos darnos la mano todos y caminar juntos, el camino y el objetivo es el mismo, las cuentas de esto saldrán solitas.

Mtra. Alma Delia Hernández Sánchez
Integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción de Veracruz.

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