*Zurda.
/ Ruth Zavaleta Salgado /
Como si de una rebelión se tratara, iban armados con piedras, cohetones y bombas molotov. Las autoridades de seguridad pública capitalina calcularon que, de los 10 mil manifestantes pacíficos de la tarde del 2 de octubre pasado, 350 conformaban el conocido como Bloque Negro. Fueron ubicados porque vestían de negro y cubrían sus rostros para no ser identificados. Causaron destrozos materiales mayores a los realizados en otras manifestaciones, se enfrentaron con estrategia a los confiados policías, y dejaron heridos a un centenar de ellos, incluidas algunas mujeres; pero, también, atacaron y lastimaron a 30 periodistas y civiles que, seguramente, jamás pensaron ser agredidos en una manifestación que se convoca para recordar a las víctimas de la represión de 1968.
¿Quién o qué intereses están detrás de la violencia del Bloque Negro que irrumpió en esta manifestación? ¿Es una respuesta a las acciones de gobierno en contra de los grupos criminales? ¿Es algún actor político interno o externo del oficialismo? No es la primera vez que surge la pregunta. Desde que comenzaron a participar de forma violenta en las manifestaciones pacíficas, surgen diferentes dudas. Recordemos aquella polémica marcha de 8M en 2020. Se abrió un gran debate respecto a que si la autoridad debería actuar o no, en contra de quienes conformaban aquel Bloque Negro que pintó con aerosoles algunas esculturas. Pero, en esta ocasión, estamos hablando de algo diferente, es obvio que este Bloque Negro, o es otro diferente al que hemos visto actuar en otras manifestaciones o se preparó para actuar de forma más violenta y tenía un objetivo a cumplir, porque las imágenes son muy claras, intentaron destruir todo a su paso, pero, sobre todo, querían dañar a las personas y, principalmente, a los policías.
No obstante la gravedad de los hechos, al parecer, nada sabremos con certeza sobre los verdaderos rostros atrás de las máscaras, porque, al igual que otras manifestaciones, no hubo detenidos, y, aunque en esta ocasión la autoridad declaró que fue una provocación para que hubiera una respuesta de represión, puede ser lo contrario, es decir, puede ser una reacción ¿de qué, o por qué? Tampoco se sabe. El gobierno encabezado por la primera mujer, Claudia Sheinbaum, enfrenta grandes desafíos, desde los externos encabezados por el presidente Trump y que le han obligado a extraditar a diversos líderes criminales, hasta los internos que han originado señalamientos de colusión criminal a integrantes distinguidos de su propio Partido.
Las especulaciones pueden dar para muchas hipótesis, pero es la autoridad la que debería investigar e informar lo que hay detrás de estos hechos y otros eventos relacionados con la violencia. Por ejemplo, los relacionados contra la comunidad de la UNAM. Resulta que, después del terrible hecho violento en el CCH Sur del 22 de septiembre, en la que un alumno agredió de forma letal a otro estudiante e hirió a un trabajador; varias facultades y escuelas de la UNAM tuvieron que suspender sus clases presenciales, porque se difundieron amenazas de acciones violentas en contra de su comunidad, la pregunta que surge es ¿quién y por qué están amenazando a la comunidad de la UNAM? A pesar de los días que han pasado, poco o nada se sabe sobre el origen de esas amenazas. Ciertamente, el rector Leonardo Lomelí dio a conocer una serie de medidas para reforzar la seguridad y para brindar apoyo a quienes requieran atención relacionado con la salud mental, pero es indispensable que la autoridad correspondiente actúe y no haya impunidad respecto a ubicar y castigar a los responsables que están amenazando y causando temor colectivo.
Por cierto, desde 2007, la ONU decidió que el 2 de octubre es el Día Internacional de la No Violencia “para conmemorar el nacimiento de Mahatma Gandhi y promover un mensaje global de paz y transformación social sin recurrir a la fuerza”. Gandhi fue nominado cinco veces al Premio Nobel de la Paz y nunca lo obtuvo ¿Podrá lograrlo el autoritario presidente Donald Trump?
