Voluntad inquebrantable; casos Colosio y “Chente”

 

Héctor Calderón Hallal /

 

Según los romanos había en el mundo dos tipos de barbarie: la feroz o dura y la blanda. Ikram Antaki nos legó sobre el particular y como testamento escrito en su brillante obra “Manual del Ciudadano Contemporáneo”, algunos razonamientos que son más que propicios para recordar en estos días de la política mexicana.

La desaparecida socióloga siria, sostuvo que México se aproximaba a la peor de las barbaries, si no redefinía a tiempo su rumbo: que iba directo a la barbarie de la debilidad, de la decadencia o hasta de la inconsistencia; las tres son distinciones de sociedad anárquica o bárbara “blanda”.

Y aunque su trabajo fue inspirado y escrito poco antes de morir, alrededor del año 2000, supo anticiparse a los escenarios de México, el país que la acogió años atrás cuando llegó huyendo de la guerra en su país natal.

Antaki refiere que visualizaba la posibilidad del arribo al poder en México, de individuos con resentimientos y que pretendían “rehacer la historia”. Esto, lógicamente no sólo la autora, sino  cualquiera podía percibir como un escenario amenazante para el futuro del país.

El viejo resentimiento, consistente en la fascinación y la ira del pequeño frente al grande, del perpetuo perdedor frente al “ganador inmerecido”, del débil frente al poderoso… que desempolva mitos, ritos y odios, para encender sus propios discursos, para recomponer quizá, a conveniencia, la historia… o una idea particular del desarrollo de la historia.

En un derroche generoso de humildad, como científica social consolidada y reconocida que fue, Ikram Antaki, reconoció no estar segura de que las ideas o los ideales guiaban al mundo, dándole un lugar a otras variables –ciertamente influyentes, pero no definitivas- como “el azar” o las “circunstancias” del momento.

Con mucho menos autoridad moral que Antaki, los aprendices del análisis sociopolítico, afirmamos que los ideales son modelos sintéticos, codificados, de pasajes históricos en que hechos y circunstancias del pasado le enseñaron al hombre a hacer u omitir,  conductas grupales e individuales que han implicado ciertos resultados para el desarrollo de la propia humanidad y que expresan el deseo de la gente de seguir o nunca más repetir.

Lo que ha derivado en ‘lo que le conviene y lo que no’, al colectivo en el estudio de la historia… partiendo de las formas de expresión de ese todo “absoluto” que es una idea, según el concepto dialéctico de Hegel.

Ponderando siempre a esos tan socorridos tres elementos en cualquier análisis de coyuntura: placer, corazón y virtud, tal como los planteó el filósofo alemán desde su concepción.

Por lo que los ideales mueven al hombre y modifican la historia, para bien o para mal.

Para mal… cuando el ideal político está cargado de prejuicios y resentimientos; sustentado en ese viejo modelo o aforismo del “pequeño o desvalido ciudadano o grupo social, frente al poder ominoso del perpetuo poderoso”.

El mejor ideal de cualquier político o partido es el que sintetiza un mensaje expresado con la verdad, con fuentes verídicas y datos duros, pero desprovisto de resentimientos y de prejuicios.

Un discurso o una crítica expresada con valor y sustentada en el ideal político más honesto posible, siempre forjará discursos o piezas periodísticas memorables.

Así como aquel memorable discurso del desaparecido Luis Donaldo Colosio Murrieta, el 6 de marzo e 1994, en el Monumento a la Revolución, de esta capital mexicana.

El sacrificado candidato habló claro, veraz y fuertemente sobre la necesidad de reforma o adecuación al poder existente, que no era una alusión sin destinatario sino, directamente al Presidente Carlos Salinas de Gortari quien, lo habría ungido, según la tradición vigente en el sistema político de nuestro país, para ese año.

Así que hablar de la necesidad de una reforma del poder –pero con responsabilidad y rumbo-, donde el progreso material y humano del país se hubiera reflejado directamente en los bolsillos y en la mesa de las familias mexicanas y no en el surgimiento oprobioso de nuevos multimillonarios mexicanos, como consecuencia de turbias operaciones de privatización de bienes nacionales… y referirse a otros tantos aspectos, en un contexto de ‘rigidez disciplinaria’ como el que había marcado el régimen de Salinas de Gortari que, aunque dicho sea de paso, hasta entonces no habría recurrido al uso abusivo de la fuerza del gobierno, de cualquier forma constituía una osadía, un reto a lo establecido por las ‘normas no escritas del sistema’, por parte del economista sonorense y recién abanderado entonces a la primera magistratura por el PRI.

Porque había que tener mucho valor para expresarse como lo hizo Luis Donaldo Colosio aquel 6 de marzo, para hablar de “Ver a un México de comunidades indígenas, que no podían esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso para sus asentamientos; de ver un México de campesinos sin las respuestas que merecían aún; de ver un campo empobrecido y endeudado; un México de trabajadores que no encontraban  los empleos ni los salarios que demandaban; un México de jóvenes que enfrentaban todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tenían a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se veían orillados a la delincuencia, a la drogadicción;… entre otros valientes señalamientos”.

Y es que comprender y expresarse libremente son dos funciones tristes y que conllevan notorios riesgos. El propio San Agustín lo señala: “Quien reviste la lucidez, reviste la tristeza”.

Hay que decir –por otra parte- que la esencia del discurso de este nuevo gobierno encabezado por López Obrador no la construyeron él y su gente.

Esto estaba señalado ya –como lo podemos ver en el discurso claro y valiente de Luis Donaldo, desde antes de 1994.

Lo que le estaba faltando al gobierno de Salinas, lo estaba señalando y proponiendo Colosio.

Ese era el cambio que se necesitaba para ajustar el innegable beneficio de la apertura comercial mexicana con el beneficio socioeconómico para los mexicanos más pobres, en un afán de cumplimentar el postulado revolucionario de la justicia social.

De haber llegado al poder y haber llevado a cabo estas propuestas Luis Donaldo Colosio en aquel año, un scenario muuy diferente y de mucho menos riesgos tuviésemos hoy; con una izquierda que, igual y hubiera llegado al poder también, pero quizá, …. Con otras propuestas más funcionales uy moderadas y quizá con otros actores.

Colosio Murrieta advirtió incluso en su discurso, que su propuesta incluía un cambio tal, que de no aplicarse, se corría el riesgo de que apareciera una de las plagas de la democracia, la peor, la demagogia, cuando dijo “la perversión de la democracia, es la demagogia”. ¿Le parece vigente esta última frase?.

Por eso la importancia de deslindar brevemente un “quién es quién” en esta especie de affaire reciente, protagonizado por el actual dirigente nacional del PRI, el campechano y “autopromovido” candidato presidencial del PRI en 2024 a la Presidencia de la República… y el hijo del extinto candidato presidencial Luis Donaldo Coloso Murrieta, actual alcalde de Monterrey por Movimiento Ciudadano, Luis Donaldo Colosio Riojas.

Alejandro Moreno Cárdenas ‘Alito’, minimizó la figura del joven alcalde de Monterrey, al señalarlo como producto del respeto y el cariño que el pueblo de México tiene a la memoria de su señor padre.

Le escatimó cualquier valor como profesional esforzado y talentoso que sin duda es, Luis Donaldo hijo y como parte de esa ‘cultura del esfuerzo’ de la que Colosio Murrieta se sintió en vida muy orgulloso de practicar.

Colosio Riojas nunca quiso el camino fácil (por el PRI) por resabios contra las viejas prácticas patrimonialistas y antidemocráticas del otrora invencible, con “métodos dinásticos” y facciosos en el reparto candidaturas, por lo que ha preferido forjarse sólo, una carrera quizá más ardua pero igual, más digna, en una opción más fresca, distinta… con nuevos ideales políticos, muy seguramente.

Sin embargo ‘Alito’ parece aferrado a los esquemas del pasado, rechazados ya por el electorado en varias ocasiones: el clásico dirigente o burócrata partidista que, desde la ventaja de ser instancia o autoridad partidista, quien “parte el queso”, acomoda legal y logísticamente las cosas para quedarse con la o las candidaturas a los cargos de elección popular.

“Resulta agraciado coincidentemente”, decían las crónicas de antes… “Los tres sectores del PRI se pronuncian por la nominación del C. Presidente del partido”.

¡Que conveniente circunstancia!

 

Otro caso para ilustrar el esfuerzo personal y el valor de todo aquel individuo de excelencia que se forja “desde abajo”, en la llamada “cultura del esfuerzo”, es el caso del recientemente desaparecido cantante y actor, Vicente Fernández Gómez, nuestro muy querido “Chente” Fernández, de Huentitán El Alto, Jalisco.

Este domingo 12 dejó este plano existencial, tras una larga y penosa agonía, a sus 81 años de fructífera y alegre vida, no obstante sus años de rudeza, que también los tuvo en sus inicios.

Mucho se discute desde ya, por los ideólogos y comentócratas, que si “Chente” integrará ese cuarteto de personajes insignia de la canción y el cine mexicano, considerados ídolos y que, con ellos, a su ausencia física y el surgimiento del mito personal de cada uno, se cierra la llamada “época de oro” de la canción mexicana. Nos referimos a Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solís y ahora, Vicente Fernández.

Cabe resaltar que a José Alfredo Jiménez, el ideólogo o el filósofo del “vértigo del amor y el desamor cantados”… se le ‘guisa aparte’, por su condición de compositor (y ¡Qué tamaño de compositor!), antes que de intérprete e histrión, como en el caso de los 4 anteriores.

Vicente Fernández es producto de la cultura popular; se forjó gracias a su innegable esfuerzo personal y a sus grandes dotes: con unos pulmones sólo comparables a los de Solís y Negrete, aunque sin los estudios operísticos de este último.

Fernández tenía algo de la gracia, el talento y el carisma de Pedro Infante. Fue un gran cantante, ante todo. Un hombre sencillo, de frente y fuera de las cámaras.

Por supuesto que integrará el “cuarteto de los inmortales”… bien ganado tiene su lugar desde hace mucho, en el corazón de los mexicanos.

Fernández Gómez fue un artista forjado, al igual que Infante y Solís, al calor de la necesidad económica; de la urgencia planteada por las adversidades.

Después de muchos oficios, como el de pintor de “brocha gorda” y mesero en Tijuana, donde radicó un tiempo en su adolescencia, realiza diversas labores al volver a  Guadalajara, hasta que se decide a trabajar como mesero primero y como cantante sustituto después en pequeños bares y centros nocturnos de la perla tapatía.

Ahí recibe su “tan ansiada” primera oportunidad, en un programa de serenatas en la televisora local de Guadalajara, el legendario “Canal 4” de Televicentro, ubicado por la avenida Alemania, denominado “La Calandria”, que duró varios años en la programación estelar de ese canal, también propiedad del Grupo Televisa, en aquel tiempo llamado “Telesistema Mexicano”.

Un programa con espíritu provinciano, que no ha perdido la entrañable población de esa megalópolis que es ya Guadalajara; sigue siendo amable, sencilla y amante de las tradiciones y las buenas costumbres mexicanas.

En aquel programa televisivo de 1960, 1961, quizá, la gente hablaba dando nombre o apellido primero (y así era tratada por el conductor) … y dedicaba melodías propias de una serenata a otra persona de su elección.

Las canciones eran interpretadas en vivo. Ahí entraba el talento y la presencia de un muy joven cantante que impactaba ya por su voz, su vocalización , su dicción y hasta por el gran sentimiento que imprimía a cada melodía.

Pues se creyó “caballón de grandes pistas” Vicente, después de su intervención en “La Calandria” y decidió venirse “a la conquista del monstruo de la capital”.

Por ahí recibió una propuesta para cantar en un exitoso restaurante de la colonia Narvarte poniente, en el puro cruce de Obrero Mundial, Diagonal de San Antonio y Alfonso XIII. Un lugar muy frecuentado por el suscrito, que nunca supo, sino hasta muchos años después, que ahí fue donde se forjó Vicente Fernández en la capital del país.

Ahí Vicente llegaba a cantar hasta 60 canciones diarias –sin micrófono- … pero no dejaba de ser un cantante telonero, de acompañamiento…. No llegaba la oportunidad de la radio, la televisión ni los estudios de grabación… menos del cine.

La capital le tenía reservada la famosa cuota de “cornadas de la vida”. Decepciones, adversidades, retos, en los que muchas veces se le va a la vida a seres intépridos como Vicente y tantos más que deciden buscar el éxito en la capital de la República.

La gran periodista Yazmín Alessandrini, con décadas en el oficio reporteril, Maestra de generaciones, accedió a responder algunas interrogantes al suscrito, para la elaboración de esta entrega.

Alessandrini aclara que Vicente tuvo una decepción amorosa en el lugar donde trabajaba, situación que catalizó su regreso intempestivo a Guadalajara (a Huentitán), para casarse con una linda jovencita que tiempo atrás el había robado el sueño a Vicente y a la que conquistó con los buenos oficios de todo un galán: con su sola presencia. Se trata de quien fuera su compañera de vida, Doña Refugio Abarca Fernández, “Cuquita”, como cariñosamente la llama el público inclusive.

Otras fuentes refieren que a Vicente se le acabó el contrato en el restaurante y que, incluso declarado por él mismo en la televisión, con lágrimas en su rostro, reconoció que por allá en el 1964, Vicente, su hijo mayor, nació prematuro y no tuvo los medios para hospitalizarlo, por lo que mientras el niño era atendido por su esposa en su domicilio, con “botellitas de agua hirviendo” por no tener para la terapia en incubadora, Vicente Fernández cubría su turno cantando en otro restaurante bar y se iba a lo que antes se llamaba avenida San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, “a corretear coches para alquilarse como mariachi en serenatas espontáneas de turistas y visitantes a la Plaza Garibaldi”.

 

No… no fue una vida fácil, para nada… la vida del inmortal Vicente Fernández.

Aunque ya la historia del Vicente consolidado es la de toda una celebridad, atento  a la prensa, a los medios, a cuanto admirador se le acercara a pedir una autógrafo o una fotografía.

Yazmín Alessandrini refiere que la “señoría”, el “don de gentes” lo traía ya en la genética, quizá.

Ella, desde su espacio en ECO Noticias, propiedad del consorcio Televisa, realizó los primeros enlaces televisivos al para entonces recién inaugurado Rancho “Los 3 Potrillos”, en la carretera a Chapala.

Siempre Vicente Fernández atento, todo un “señorón”, con la bella Yazmín Alessandrini y el entonces muy joven también joven co-conductor del programa de Yazmín, Héctor Carrillo.

Refiere la Maestra Alessandrini que incluso, en una ocasión, también para ECO Noticias, hizo un enlace televisivo desde el hotel Fiesta Palace, donde se presentaba el ídolo en la capital de la República y en la suite presidencial, donde atendió a la entrevistadora y a sus camarógrafos, al finalizar la entrevista, le soltó a bocajarro: “¡Espérame Yazmín: Y entró por su traje de charro y se lo obsequió!”. Así de generoso era Vicente con la gente que apreciaba.

Nunca olvidó Vicente, que desde que Yazmín era una joven reportera, trabajando para la revista “Claudia”, de Grupo O’ Farrill, siempre le brindó cobertura a su carrera, desde aquel 1964, en que grabó su primer disco, al que denominaron Vicente Fernández, “La Voz que esperaba”.

Es la historia de los grandes, que se forjan al calor de las adversidades… desde abajo; con todo en contra.

Son los integrantes de esa generación de la “Cultura del Esfuerzo”…. Como Vicente Fernández;…. como el gran Luis Donaldo Colosio.

Autor: Héctor Calderón Hallal

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