Volviendo a mí .

*Mis proyecciones en el espejo

/ Por Paula Roca /

Generalmente, después de las tormentas llegan también inundaciones que nos sorprenden y nos obligan a nadar contra corriente para no hundirnos. El camino se llena de baches, obstáculos y avalanchas que parecen dejarnos sin fuerzas para levantarnos.
Te miras al espejo y tu cuerpo se paraliza; el alma llora en silencio mientras las lágrimas recorren todo tu ser, obligándote a decir adiós a personas y situaciones que ya no tienen lugar en tu vida.

Esos momentos inexplicables forman parte de un duro aprendizaje. Algunas personas llegan solo para enseñarnos algo con dolor, y aunque cuesta aceptarlo, la vida misma nos empuja a dejarlas atrás. Entonces descubres que no necesitas de nadie más para perderte, y al mismo tiempo, tampoco para volver a ti.

Yo he vivido situaciones y momentos que me hacen aprender sin preguntar, que me sacuden y llegan de la manera más inesperada.
Pero debo confesar que, una niña, con esa mezcla hermosa de ingenuidad, honestidad y sabiduría, me hizo regresar a la realidad y me mostró con amor genuino quién realmente soy, no solo una madre. Ella me enseñó a estar en el presente, a dejar de habitar el pasado, a soltar las heridas y a desconfiar por el futuro incierto, ese que a los adultos —con los años— se olvidan mirar con ojos de niños, olvidando la tolerancia y el valor de las pequeñas cosas. Ella encontró la forma de regresar mi alma, y lo hizo con una caricia y un “te amo”: el mejor antídoto que me han dado.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Y sí, a veces cansa morir mil veces para volverte a levantar, pero eso mismo te vuelve inmune al dolor que algunas personas te causan y te hace darte cuenta de que lo que duele no es la pérdida, sino descubrir que pensaste que eran diferentes.

Hoy puedo decir que estoy volviendo a mí. Aunque el agua me llegó a ahogar emocionalmente, logré salir a la superficie. Y aquí estoy, caminando de nuevo, sin prisa, paso a paso.

Hay experiencias que no puedes abrazar por la forma en que golpean, pero hasta el momento ninguna me ha matado. Sigo, y seguiré, en este viaje de transformación: a veces con lágrimas, otras con risas, con enojo o con satisfacción… pero siempre regresando a la fuente: a mi ser, a mi esencia, a mí.

Volver a mí es la mejor manera de no traicionar lo más preciado que tengo: mi vida.