¿Y AHORA QUÉ? .

/Juan José Rodríguez Prats/

Estamos perdidos entre mares desiertos, somos como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
sin embargo, te advierto que estamos cosidosba la misma estrella
Vicente Huidobro

Me equivoqué. Hasta el último momento esperé de la Presidente una clara señal de que cumpliría su deber de guardar y hacer guardar nuestra Constitución y las leyes que de ella emanan. No fue así.

En política se puede prescindir de algunos ingredientes, menos de las ideas. Sin ellas no sabemos a qué atenernos. Ahí está nuestra más angustiante carencia. El mayor vacío es el del discurso político. Ni desde la autoridad ni desde la oposición hay ideas creíbles y por lo tanto alentadoras.

Los siete años que ha gobernado el partido autodefinido de renovación moral y autodenominado como una cuarta transformación, equiparándose a los tres grandes movimientos del Estado mexicano (Independencia, Reforma y Revolución), ha acertado para diagnosticar y denunciar nuestros males. Sin embargo, ha procedido precipitadamente a la demolición de instituciones, por considerarlas inútiles y no ha instrumentado otras que las reemplacen. Los resultados han sido probadamente nefastos.

Dos decisiones están marcando el gobierno de Claudia Sheinbaum, ambas ajenas al sustento jurídico: la negociación con el magisterio (CNTE y SNTE) y la reforma al Poder Judicial que no da legitimidad a los jueces electos. La baja participación y el alto número de boletas anuladas cierran un proceso totalmente pervertido desde su origen.

Si se buscaba democratizar la justicia, las instituciones a reformar corresponden a la procuración; es decir, fiscalías, seguridad pública y defensorías de oficio. Muchos países han tenido ensayos exitosos para impulsar la igualdad ante la ley. No es nuestro caso. Algunos estudios señalan que el 35 por ciento de la población no tiene los recursos ni los apoyos para defenderse en un conflicto legal.

Somos un Estado con un sistema legal elitista. El tema, desafortunadamente, fue soslayado por los tan cacareados cambios. Se ha dicho que el derecho es realidad social de conductas y el jurista Felipe Tena escribió: “Una vez que el pueblo ejerce su soberanía ésta reside en la Constitución”. Estos dos principios son el sustento del Estado de derecho. Si continuamos profundizando la brecha, como lo he sostenido en este espacio, entre el México legal y el real, nuestros males no tendrán alivio. De lo acontecido, el pueblo está perplejo. La pregunta es qué hacer.

Militar en la oposición no es sencillo, lo he hecho en mi vida política. Motivar a la participación es una de las tareas más arduas. Hay un notable deterioro del deber cívico. Se nos califica de ingenuos o inútiles. Hacer campaña contra el partido en el poder es enfrentarse a un aparato que aplasta en todos los órdenes. Por eso no deja de irritarme que, desde su trinchera, académicos e intelectuales nos condenen con extremo rigor sin asumir el compromiso de involucrarse en asuntos que a todos nos atañen.

Vienen tiempos difíciles. Asombra que haya posiciones tan polarizadas cuando la realidad y la verdad es solo una. Esto nos habla de una profunda divergencia ocasionada por una obsesiva subjetividad. La deliberación, única forma de darle racionalidad a la política, reviste rasgos de barbarie. Los argumentos brillan por su ausencia, predominan en cambio los insultos y las descalificaciones.

Aún confío en que Sheinbaum no selle en su primer año de gobierno con el estigma de la ilegalidad, la mentira y la farsa. La elección del pasado domingo es ética, racional, política y jurídicamente indefendible.

Se habla de un nuevo pacto social. Me aferro a la defensa de la juridicidad; esto es, cultura de lo legal como condición previa para la armonía social. En los próximos meses la política requerirá de generosidad y responsabilidad. Si se sigue dando prioridad a los intereses individuales y no al bien común, no reencontraremos el rumbo de nuestra transición democrática. Ese es el tema de nuestro tiempo.