Y NOS PERDIERON A TODAS…

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/ Estela Casados /

El cincuenta por ciento de las mujeres que habitamos este país hemos sido víctimas de violencia sexual. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2021) establece que en México el 70 por ciento de las mujeres hemos sufrido violencia. ¿Esto que significa? Que las agresiones contra mujeres son el pan de cada día tanto para quienes violentan como para quienes padecemos esa violencia. Denunciar estos hechos por la vía legal y/o mediáticamente se considera una exageración, por lo que se nos sanciona social y políticamente.
A lo largo de nuestra vida muchas mujeres en México hemos sufrido violencia prácticamente en cualquier ámbito. De acuerdo con la emisión 2021 de la ENDIREH, más de 40 por ciento de nosotras la hemos padecido en el ámbito comunitario y en las relaciones de pareja. Quienes nos agreden son parte de nuestra cotidianidad: familia, docentes, con quienes convivimos en la escuela, compañeros de trabajo, jefes, clientes, personas desconocidas, cualquiera que tenga la oportunidad de agredir porque “es normal y no está cometiendo un delito”.
En un país como el nuestro, con una eficiente pedagogía de violencia hacia las mujeres, es fundamental desarmar aquellas prácticas que perpetúan la misoginia y el machismo. Justo hace un par de semanas, en este espacio analizaba el impacto mediático de eslóganes que pretenden caracterizar este sexenio encabezado por una Presidenta. Me refiero a “es tiempo de mujeres” y “llegamos todas”. En aquella oportunidad señalaba que el impacto de esas poderosas frases iba acompañado de una vacuidad que se observa en diversas personajas que hoy en día son titulares de diversos encargos de elección popular y que se han montado en una comicidad llamada “feminismo institucional”.
Irónicamente, el ejemplo más reciente de ello aconteció el pasado 25 de marzo. Recordemos que en toda la República, el gobierno federal y de las entidades que conforman al país, retoman los días 25 de cada mes para pronunciarse contra la violencia hacia las mujeres. Justo ese día se pretendía desaforar al diputado federal Cuauhtémoc Blanco Bravo con la finalidad de que afrontara una denuncia por violencia sexual. Morena, partido al que pertenece este diputado y que es mayoría en el Congreso, en contubernio con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) bloquearon esta posibilidad orquestando, entre otras estrategias, un apoyo masivo de sus diputadas, con algunas honrosas excepciones. Al grito de “¡Cuauhtémoc, no estás solo!” acuerparon el discurso que el diputado osó pronunciar en tribuna. En medio de aplausos y de gestos que celebraban
que se había chingado a quien lo quería desaforar (es decir, a la que lo denunció por agresión sexual), celebraron que conservara su fuero.
Estas diputadas son la personificación de la frase “cuerpo de mujer no garantiza que se trabaje a favor de los derechos humanos de las mujeres”. La paridad, desde luego, es invento de un sistema político misógino y patriarcal que solo sirve para justificar votos. Para nada más. Bajo esta lógica, nada habría de extrañarnos. Me pareció lógico entonces que, por ejemplo, la diputada de mi distrito, del Distrito 10 de Xalapa, Ana Miriam Ferráez Centeno, votara en contra del desafuero, tal como lo hicieron sus compañeras y compañeros de bancada. Era de esperarse: la ahora diputada Ferráez en 2017, como candidata de los partidos Acción Nacional y Revolución Democrática, dijo que Andrés Manuel López Obrador le daba asco. En 2018 se postuló por Morena como diputada local por el distrito XI. Fue beneficiada por el voto masivo y en 2024 ni siquiera hizo campaña, pues sabía que ganaría bajo la influencia de quien en otros tiempos le asqueaba. Llegó a San Lázaro, pero con ella no llegamos las veracruzanas ni las xalapeñas.
He aquí la farsa. Si bien hay feministas en San Lázaro, las oportunistas las superan en número y acción, amparándose en una paridad que evocan para todo, pero que no aplican para nada. Hoy en día se erigen como cómplices de presuntos violadores y de presidentes de bancada quienes les dan instrucciones. Y así fue como nos perdieron a todas. Es tiempo de que las mujeres del México profundo decidamos qué vamos a hacer.