Y sin Embargo… se Inunda: la Eterna Paradoja de la CDMX que a Nadie Importa

Los Dados de Dios

NIDIA MARIN

Y como dice la canción… “Guadalajara en un llano México en una laguna…”

Sin comernos la tuna, porque nos espinamos la mano, diremos que la capital del país, no obstante, carece del mantenimiento que debe recibir anualmente para evitar, evidentemente, ¡las inundaciones!

También le hacen falta obras diversas.

Parece una ironía, la Ciudad de México, construida sobre un lago padece de falta de agua en las secas y de exceso en las lluvias.

¿Por culpa de quién?

De los gobiernos de cuarta negados a dar el mantenimiento necesario a cuencas, tuberías y alcantarillado, así como de traer agua de otras cuencas de la República Mexicana.

Y ni siquiera hay lugar para las paradojas en todo el año, aunque a veces…

Sí, dan ganas de gritar y preguntar ¿dónde están los recursos del mantenimiento? ¿en el bolsillo de quién? Porque resulta claro que la Ciudad de México en el Siglo XXI se inunda en cada temporada de lluvias. Tales situaciones ocurren en por lo menos ocho demarcaciones de las 16 existentes.

Las reglas elementales para un buen gobierno en esa materia dicen que los sumideros y alcantarillas deben mantenerse limpios de basura, tierra o cualquier otro material, además de revisar periódicamente pozos, tuberías y fosas sépticas; vigilar que no se produzcan excavaciones u obras no autorizadas en su zona.

Ello es lógico porque, señalan los estudiosos, la capital de la república y su área metropolitana, suman casi 23 millones de habitantes y 2 000 kilómetros cuadrados de superficie.

¿Cómo obtener agua para tantos seres humanos?

Por obra y gracia del espíritu santo, dirían los sacerdotes, pero los ingenieros señalan que como la gran ciudad está ubicada a 2 200 metros, algunos volcanes escurren los hielos y 14 ríos que nacen en manantiales en las partes altas de éstos, nos hacen el favor.

Otros aportes son temporales. Los proporcionan 31 ríos que se forman de mayo a octubre, durante la época de lluvias (como ahora).

EN EL ABANDONO

LA GRAN CIUDAD

Aseguraba un buen amigo, el gran Jorge Legorreta, (en la Revista de Ciencias de la UNAM), un personaje (q.e.p.d.) de enormes conocimientos:

“En toda la cuenca de México se registran 760 milímetros de lluvia anual en promedio, tan sólo en la parte sur-poniente, desde la sierra del Ajusco hasta las Cruces, llueve 1 200 milímetros —ambas cifras rebasan la media anual de las grandes ciudades del mundo. Además, la ciudad de México se encuentra construida sobre un antiguo lago, cuyo subsuelo es uno de los más grandes reservorios de agua que tenga una ciudad bajo sus pies. Por último, existen más recursos hídricos en sus alrededores, pues a la cuenca de México la rodean siete cuencas más, como son la de Tula, Lerma, Cutzamala, Temascaltepec, Amacuzac, Tecolutla y Atoyac; de dos de ellas importamos agua y desde hace años se preparan los proyectos para traer agua de otras más. La cuenca de México es, por tanto, con su valle y la ciudad de México, una de las que posee mayor abundancia de agua en el mundo: la que cae del cielo, la que se tiene y se extrae del subsuelo y la que se trae de sus alrededores”.

Y, por cierto, los proyectos respectivos duermen un sueño interminable con los actuales gobiernos de la capital del país en este siglo XXI. Uno es peor que el anterior.

Se supone, pues, que la infraestructura de hoy está diseñada para enviar el agua residual fuera de la ciudad, sin planear estrategias para que el agua tratada sea regresada para su población, como lo hacen muchas mega ciudades del mundo.

Pero como el propio Legorreta decía a principios de este siglo:

“En particular, es urgente la necesidad de recargar el acuífero para mitigar su sobreexplotación y el hundimiento de la ciudad, que ha sido de 10 m en un siglo. La información sobre este tema es dispersa, confusa y a veces contradictoria. Los datos del volumen de agua residual que llega al Valle del Mezquital anualmente no están disponibles y en el mejor de los casos, no es confiable. Se requieren actualizaciones”.

SIN HACER CASO A

LAS ADVERTENCIAS

Por advertencias no ha quedado. El inteligente, dijo que existen posibilidades “…de que se produzca una nueva inundación general en la ciudad de México, una más de las 25 que ha sufrido la ciudad a lo largo de su historia. Esta nueva inundación será como las anteriores, producto de la saturación de agua pluvial en los conductos del drenaje, y será sin duda una catástrofe hidráulica de consecuencias irreversibles, a menos de que se inicien, en las partes altas de la cuenca, obras de retención y almacenamiento de agua de lluvia y de la de los 45 ríos que circundan la ciudad, la cual es actualmente enviada, casi en su totalidad, a los drenajes”.

Precisó:

“La “abundancia de agua” no controlada al interior de la cuenca nos conduce día con día, reiteramos, hacia una crítica “vulnerabilidad hidráulica”, derivada de seguir enviando, sin retener, agua limpia a los drenajes. El volumen de agua utilizada en la ciudad, sumada a la que llueve, será cada vez mayor y, en consecuencia, los drenajes serán constantemente insuficientes para desalojarla fuera de dicha cuenca. Por tanto, el agua de los 45 ríos que desciende hacia las partes bajas, donde se encuentran los drenajes, debe reducir su volumen, para lo cual es necesario que se retenga, se almacene y se emplee en diversos usos”.

Además, hizo otros planteamientos:

“La mayor parte de la extensión de los ríos convertidos en drenaje son cauces abiertos y por ello son focos permanentes de insalubridad para la población que radica, trabaja o transita en sus áreas adyacentes. Los mayores riesgos para la salud se presentan durante los meses de estiaje, de noviembre a mayo. Durante este periodo, los olores emanados de las aguas negras sin agua pluvial se han convertido en un problema ambiental que requiere urgente solución. El agua que corre por esos ríos contaminados durante la época de lluvias y de secas deberá ser tratada o canalizada en tubos adecuados para drenaje”.

Y como sugerencia puntualizó:

“La ciudad se encuentra ubicada en la parte más baja de la cuenca de México y, por ende, en el delta de 45 ríos, catorce de ellos perennes, por los cuales desciende abundante agua de las partes altas de las montañas con endebles controles para su almacenamiento. Este fenómeno, imperceptible para la población y lamentablemente también para buena parte de las autoridades, es otro factor que incrementa los riesgos de una gran inundación; por tanto, controlar los descensos de agua de los ríos por medio de grandes o pequeñas nuevas presas representa otro reto a resolver en los próximos años”.

¿Qué nos hace falta entonces?

Conocimientos de los funcionarios y voluntad política para realizar las obras que la Ciudad requiere y no las que les convienen (porque se llevan una tajada) a quienes gobiernan.