GENTE COMO UNO
Mónica Garza.
sábado 16 de septiembre de 2017 en Tlapa de Comonfort, Guerrero, la activista y defensora de derechos humanos, Yndira Sandoval, pasaba el fin de semana de las fiestas de Independencia en compañía de amigos y su pareja sentimental.
Accidentalmente se hirió con un clavo y temerosa de una infección acudió a una clínica privada, donde advirtió al personal médico haber tomado alcohol, como prevención a la medicación que le sería administrada.
Al momento de pagar la cuenta, le pidieron que lo hiciera en efectivo, ella no traía suficiente y pidió tiempo para acudir a un cajero, pero el asunto decantó en un desencuentro con el personal administrativo y de pronto se vio rodeada por un operativo de la policía municipal para llevárselos detenidos a ella y a su pareja.
Los elementos de la policía municipal de Tlapa no sabían que se trataba de una activista de derechos humanos y conocedora rigurosa de los protocolos que debían imponerse ante una detención. De inmediato lo expresó a los policías y estos se ensañaron aún más con la pareja.
“¿Ya viste cómo estás?”, le dijeron en referencia a tener alcohol en la sangre…Yndira se resistió a la detención arbitraria y exigió que, si era necesario, debía ser una mujer la que lo hiciera y entonces “mandan traer a mujeres policía, quienes ya venían con una consigna” me cuenta Yndira…
“Todo el tiempo me grabaron y cuando me suben a la parte trasera de la camioneta, me jalaban el cabello hacia atrás, yo no veía más que al cielo”…
Aún cuando la distancia entre la clínica y la comandancia era solo de unas cuadras, le dieron varias vueltas y en el camino la intimidaron con un trato humillante y la torturaron golpeando la herida recién cubierta por gasas. “Me decía: ‘¿te duele pendeja?, ahorita vas a ver quién manda, vas a ver en dónde estás…”.
Una vez en la comandancia de Tlapa, la joven fue encerrada en una celda independiente, “es ahí donde se genera una violación dactilar… Mucho tiempo me culpé, porque no me defendí, pero ¿quién podría hacerlo tan fácil, frente a un arma?”, me dijo Yndira con la voz rota.
“Nunca nadie me dijo ¿por qué estaba detenida, por qué era la multa o el delito?, ¡nada!”… y es que luego simplemente le abrieron la reja y la dejaron salir, cuando el lugar quedó vacío sin nadie que le diera la cara…
Desde ese día Yndira Sandoval comenzó una lucha, como las muchas que había emprendido por otras mujeres, pero esta vez era la propia, por su justicia, su dignidad y como mecanismo de defensa emocional para sobrevivir el terrible trauma que le quedó luego de las agresiones de las que fue objeto.
Cuando quiso denunciar ante la fiscalía especializada en delitos sexuales de Guerrero, se encontraba cerrada y al día siguiente que volvió, fue recibida con un: “¿Usted es la de la violación?”.
“Al médico legista incluso le dije que necesitaba el análisis con urgencia porque ya habían pasado varias horas del abuso; me dijo ‘no, el que ya viene en camino es el toxicológico’, les urgía saber cuántas sustancias había en mi cuerpo”.
Con el pretexto del alcohol, el caso de Yndira fue reproducido en diferentes medios de comunicación locales, señalando su “estado inconveniente”, como si eso justificara el trato humillante que todo el tiempo recibió… o la violación.
Dos largos años después, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una recomendación, acreditando la Tortura Sexual de la activista a través de investigaciones, señalando la necesidad de la inmediata reparación del daño en su calidad de víctima por parte de agentes del Estado.
La activista nunca pidió una compensación monetaria y decidió no proceder legalmente contra sus agresores, pero luchó mucho por exhibir lo lejos que está la autoridad de Guerrero de proceder con perspectiva de género y en estricto respeto a los derechos humanos. Y vaya que están lejos…
Este viernes, 4 años después de los hechos, por fin llegó el acto de disculpa pública a la activista, con todo lo simbólico que pueda ser, pero lejos, muy lejos de una verdadera justicia, para una víctima, vulnerada y revictimizada una y mil veces durante el proceso.
“Esto jamás me va a regresar lo que he perdido en el camino ni el trauma con el que vivo. Haber denunciado al Estado me costó mucho de mi vida… Cuando uno muerde el polvo y lo traga y se levanta con acciones que pueden transformar al país, no debe haber víctimas de primera y de segunda, todos deben tener derecho a la verdad y la justicia… aunque alguien entrara a la cárcel, nada limpiaría mi nombre”, concluyó Yndira Sandoval.