“Yo le pediría a la poesía que no me abandone”: Piedad Bonnett.

*Cultura.

/ Daniel Francisco /

Me pregunto qué sucedió aquí en los últimos veinte minutos de vida de Daniel. ¿Acaso sostuvo consigo mismo un último diálogo ansioso, desesperado, dolorido? ¿O tal vez su lucidez fue oscurecida por un ejército de sombras?”.

Este es un fragmento del libro Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett. Corresponde a los instantes en que tiene que recoger las pertenencias de su hijo del departamento donde vivía. Se encuentra con el lugar ordenado, limpio. Como si en cualquier momento fuera a regresar el dueño. Pero Daniel se arrojó al vacío, ya no volverá nunca más.

Acompañada de su esposo y familiares cercanos escribe: “Nadie llora: si uno de nosotros se rindiera al llanto arrastraría con su dolor a los demás”.

En esos momentos de dolor se fragua Lo que no tiene nombre. Respecto a la recepción de esta obra por parte de los lectores dijo, en entrevista con Gaceta UNAM: “Nunca supuse que ese libro iba a ser recibido de esta manera tan tremenda. No sabía que la herida social de la enfermedad mental y del suicidio fuera tan grande, porque es como una cosa que se oculta. Salió a la luz a través de la respuesta individual de un montón de seres que estaban dolidos y que venían y podían hablar de lo que les había atormentado”.

Lo otro que comprendió es que “no hay teoría que conmueva. En cambio, cuando se habla desde la experiencia personal –que es lo que hace la literatura, hablar de lo particular, de lo sucedido o de lo imaginado, pero de manera concreta– es lo que mueve las sensibilidades. O sea, que me hizo repensar en la función de la literatura: señalar y hundir el dedo en la llaga de los dolores sociales”.

En esta época sólo se celebra la felicidad, la juventud y todo lo que es bueno, y se le teme mucho al dolor, añadió. “Se oculta el dolor bajo un montón de máscaras del consumo. Estamos sometidos por un sistema que no nos permite abrirnos al dolor, lo encubrimos con otro montón de cosas”. Foto Lisbeth Salas

Es muy difícil hablarle a un lector que está condicionado por eso, precisó. “La literatura de autoayuda, que yo respeto, pero que no me gusta, acostumbra a la gente a la fórmula de que ‘se puede ser feliz si haces esto’. La literatura lo que hace es mostrar la complejidad del mundo, la dificultad de las elecciones, que la vida puede ser dura. Adquirimos más conciencia cuando nos enfrentamos a la literatura que cuando pasamos ingenuamente por todos esos libros que nos prometen que vamos a ser felices si seguimos lo que ellos dicen”.

Sus lectores

En su participación en la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni) el salón estaba lleno de lectores jóvenes. Piedad Bonnett siente mucha alegría al mirar a esta audiencia, “es lo que más feliz me pone, porque lo he comprobado muchísimas veces. Cada vez que firmo libros, durante muchas horas, yo diría que el 70 % es gente muy joven, que está aquí porque leyó la historia y sintió eso que se llama compasión, tan necesaria; la empatía, la comprensión por una persona que podía ser él también”.

“Eso es una demostración de que los jóvenes sí pueden leer y entusiasmarse, siempre y cuando les toque uno el corazón”, indicó.

Pequeño jardín

La escritora colombiana participó en el conversatorio “Habitar un pequeño jardín de tinta. La poesía de Piedad Bonnett”, acompañada de Sara Uribe, poeta y titular de la Cátedra Extraordinaria Rosario Castellanos de Literatura y Géneros.

Ante decenas de estudiantes, Piedad Bonnett afirmó: “Le pediría a la poesía que no me abandone. Uno puede vivir sin escribir novelas, pero un poeta no puede vivir sin la poesía”.

En la poesía, acotó, eres prisionero de aquello que empezaste a hacer. “Hay una comunicación brutal entre el corazón, las entrañas y la persona. Tienes detrás de ti todas tus influencias, dejando que todo eso te hable. Te exige un proceso de introspección y de tu propia verdad. Si transitas por tus emociones habrá una comunicación muy honda con la palabra, por eso se ha comparado a la escritura con un proceso de éxtasis, de trance”.

Podemos escribir un poema cada 15 días y al final tendremos un libro, reflexionó. “La novela, en cambio, es de trabajos forzados, de disciplina. La poesía exige intensidad. Todo poema es una aventura, como toda escritura lo es. Pero la escritura de un poema no sabes a dónde te llevará”.

La autora de Qué hacer con estos pedazos leyó varios de sus poemas al público, entre ellos “Los hombres tristes no bailan en parejas”. Aquí un fragmento:

Los hombres tristes ahuyentan a los pájaros.
Hasta sus frentes pensativas bajan
las nubes
y se rompen en fina lluvia opaca.
Las flores agonizan
en los jardines de los hombres tristes.
Sus precipicios tientan a la muerte.

Gaceta UNAM.