Yo también fui una mujer machista.

* Por Marisol Escárcega.

“Soy feminista. He sido mujer, desde hace tiempo ya. Sería estúpido no estar de mi lado”. Maya Angelou

Las actitudes machistas que llevamos a cabo diariamente no suceden de un día para otro. El machismo está hasta en lo más elemental que podamos imaginar, muchas veces, sin darnos cuenta, reproducimos acciones, decimos frases o tenemos pensamientos machistas y/o misóginos. Nadie ni las mujeres incluso con una educación con perspectiva de género, se escapa de caer en el machismo, repito, muchas veces sin querer.

Soy feminista, pero sí, también fui una mujer machista.

Crecí creyendo que nosotras éramos las que debíamos darnos a respetar, porque “un hombre llega hasta donde la mujer lo permite”. Creí que la única forma de que una mujer se sentiría realizada era casándose (de blanco, por supuesto) y teniendo hij@s.

Pensaba que todas las mujeres debían ser madres.

Yo también le dije a varias niñas que si se llevaban con los niños, que se aguantaran cuando les pegaban o que si un chico se “pasaba de la raya”, era porque ella se lo había buscado; “seguramente, ella lo provocó”, argumentaba.

Yo también creía que si una niña le subía la pretina a la falda era para provocar a los hombres o, que si se manchaba el uniforme durante su menstruación era una descuidada o, que si no hacía deporte en “sus días” era una exagerada.

Yo también consideré que una mujer debía saber cocinar, lavar y planchar antes que otra actividad o que la obligación era cuidar a sus hijos, tener limpia la casa y ser muy comprensiva con el esposo. También creí que al primero que debía servirle la comida era al padre o esposo y luego a los hermanos o hijos, y las mujeres hasta el final.

Yo también creía que una mujer debía estar siempre arreglada, es decir, maquillada, con vestimenta y lenguaje impecable, además de cuidar su peso y no descuidarse.

Yo también me referí a muchas mujeres no por su nombre, sino por su físico: la gorda, la flaca, la pecosa.

Yo también puse en duda la credibilidad de una chica cuando acusaba a un hombre, porque, seguramente era una mentira.

Yo también pensaba que era mejor tener amigos y no amigas, porque ellos no me criticarían; creí mucho tiempo que, “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”.

Yo también critiqué a las mujeres por su manera de vestir y creí que si las molestaban en la calle era por su ropa.

Yo también pensaba que si una mujer quedaba embarazada era por su culpa, y por ello debía asumir completamente la responsabilidad, porque, entonces “¿por qué no se cuidó?”, o también creía que el aborto sólo podía ser válido en casos de violación.

Yo también les dije ofrecidas o zorras a las mujeres que ejercían y disfrutaban de su sexualidad. También le creí a varios hombres cuando decían que su ex era una loca.

Yo también dije que si un hombre le era infiel a su pareja era porque ella había fallado. Para mí, la culpa siempre era de las amantes, nunca del hombre.

Yo también me lamenté por ser mujer y también critiqué a las feministas, principalmente porque tenía una idea errada del feminismo. En el fondo, sabía qué significaba haber nacido mujer y crecer como mujer en una sociedad como ésta, pero asumí esas creencias, esos mitos, los normalicé y los reproduje… fui una mujer machista.

Y, no es que ahora ya no lo sea, de hecho, a veces me he sorprendido teniendo pensamientos machistas y me avergüenzo por eso, sin embargo, cuestiono absolutamente todo y soy capaz de identificar la violencia, señalarla, no callarme y, sobre todo, no reproducirla.

No nací feminista, me hice feminista con el tiempo, con mi experiencia de vida, pero aún sigo lidiando con ese machismo que vive dentro de mí y del cual cada día me esfuerzo por erradicar.

!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube
!Integrate al comercio electrónico¡ Estrategias en la Nube