* Astrolabio Político .
/ Por: Luis Ramírez Baqueiro /
“La vida en sí es corta, pero la desgracia la hace larga”. – Publio Siro.
La Sierra de Zongolica vuelve a ocupar los titulares nacionales por las peores razones. El asesinato de Juan Carlos Mezhua Campos, exalcalde y figura política de larga trayectoria en la región, irrumpió con una sincronía inquietante: ocurrió el mismo día en que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, visitaba Veracruz. Aunque no existe evidencia que vincule ambos hechos, la coincidencia alimenta las suspicacias en una zona donde la violencia no sólo es cotidiana, sino sistémica.
Zongolica enfrenta una década marcada por la ejecución de autoridades municipales, líderes comunitarios y actores políticos locales. Mezhua Campos, ahora parte de esa trágica estadística, no fue un personaje menor. Su nombre siempre estuvo rodeado de narrativas complejas: negociador con comunidades indígenas, operador político regional y, para algunos, un actor que inevitablemente tuvo que relacionarse con grupos de poder fáctico que operan en la sierra.
En una región donde confluyen intereses de tala ilegal, control territorial y rutas clandestinas, es casi imposible que cualquier figura pública de peso no interactúe —voluntaria o involuntariamente— con actores que se disputan ese territorio.
La Sierra de Zongolica es una de las zonas más ricas en recursos maderables del estado. La explotación legal e ilegal de sus bosques genera millones de pesos anuales, una economía paralela que atrae no solo a organizaciones criminales tradicionales, sino también a presuntos grupos paramilitares, conformados en algunos casos como autodefensas de facto y en otros como brazos armados de cacicazgos históricos. El poder en Zongolica no es una línea recta: es una red compleja donde confluyen intereses económicos, políticos y criminales.
En este contexto, la clase política suele moverse entre acuerdos tácitos, silencios obligados y equilibrios frágiles. Es posible que Mezhua Campos haya tenido roces o negociaciones con estos grupos, como ocurre con muchas autoridades locales en regiones abandonadas por el Estado.
Pero también es posible que su asesinato responda a la creciente disputa por el control maderable, a conflictos internos de la región o incluso a reacomodos derivados de la transición nacional y estatal.
Lo que sí es innegable es el patrón: Zongolica se ha convertido en un punto rojo donde las autoridades municipales son blanco frecuente. Cuando un exalcalde con influencia regional es ejecutado y el crimen ocurre en medio de una visita presidencial, el mensaje es claro: quien controla la sierra no teme ni a los gobiernos ni a sus símbolos.
La violencia en Zongolica no es un hecho aislado, sino el síntoma de un territorio donde el Estado compite —y pierde— frente a otros poderes. Y mientras ese vacío persista, la sierra seguirá cobrando vidas, sin importar apellidos, cargos o coyunturas políticas, por lo pronto la investigación está en manos de la Fiscalía General del Estado (FGE) quien deberá dar resultados inmediatos o seguir acumulando una larga lista de hechos sin atender, como ya es su costumbre.
Al tiempo.
“X” antes Twitter: @LuisBaqueiro_mx












