Silvia, Crónica de dolor.

Duele, duele el alma, duele el corazón, duele el cuerpo, duelen los ojos de mirar a esos niños indefensos, a esa madre de Silvia, a esas mujeres de la comunidad

Silvia tenía 27 años. Era risueña, pero tímida. Le sonreía a la vida, casi forzada, pero la vida no le sonreía a ella.

Originaria de Rancho del Cura, Municipio de Xochistlahuaca, Guerrero, vivía con su pareja, Gregorio de la Cruz de la Cruz, en la misma casa con su suegra, Clementina. Después de tener a la primera niña él la golpeó en cierta ocasión, ella se salió y se fue a la casa de su mamá, allá va a él a convencerla de que cambiaría, que no lo volvería a hacer. Habló con la madre de Silvia, y ambas accedieron. Silvia regresó a casa con su pareja y suegra. Todo parecía haber vuelto a la normalidad, hasta hace un mes aproximadamente, que él empezó a portarse violento con ella.

Aún delante de la suegra (mamá de él) la jaloneaba, la tomaba con violencia del cabello. Ella decidió no callar y pedir apoyo, auxilio, a quienes ella creía podrían ayudarles. Habló con su mamá, sus cuñados y cuncuñas, les dijo lo que pasaba, la violencia que recibía, les pidió que se reunieran para hablar del tema, aceptaron y se hizo esa reunión familiar donde ella externó que por celos infundados él la maltrataba y que ya no soportaba esa vida.

Los cuñados (hermanos de Gregorio) le llamaron la atención a él, pero la exhortaron a ella a que no se separara de él, la cuncuña le dijo: “hazlo por tus hijos”. Y ahí aparece en la escena la mamá cómplice del victimario: “a mí también me golpeaba mi marido, y no por eso lo dejé ni le dejé de cocinar ni lavar su ropa. ¿Qué es eso de que tantito te regaña o te golpea y ya no quieres comer? No, a una como mujer le toca aguantar al marido. Ya ves yo, a pesar de todo le parí 17 hijos a mi marido, aguanta”.

¡Qué alto grado de interiorización de la violencia hacia la mujer! ¡Qué absurdo sistema heteropatriarcal! ¡Qué aberración de roles de género! ¿Y aún así hay quienes se atreven a decir que la violencia contra la mujer ya es cosa del pasado? ¿Que exageremos y que nos autovictimizamos cuando la denunciamos?

Pues bien, el resultado de esa junta familiar fue que Gregorio se comprometió a ya no violentar a Silvia, que aunque ella hubiera convocado esa reunión sin su permiso, la aceptaba, y que la próxima la convocaría él (el macho salió a relucir pues). Cuñados y cuncuñas dijeron que esperaban que esa reunión fuera para saber que ya estaban viviendo bien, que resolvieran sus problemas ellos, que así como decidieron solos vivir juntos, que solos resolvieran sus problemas. Ahí tenía Silvia la respuesta a su petición de ayuda: unas regañaditas de los hermanos a Gregorio, una solapada de la suegra hacia su hijo violentador, un “aguanta por tus hijos” de las cuncuñas y el silencio de su mamá. Se encomendó pues a la buena voluntad de Gregorio.

Poco imaginaba Silvia lo que le esperaba tan solo 15 días después.

La tenebrosa madrugada del 5 de septiembre de 2018 empezó la discusión; ella poco le contestó, como siempre, para “no hacer más grande” el problema, el se puso más fúrico, la golpeó, sí, la golpeó, la asorrajó contra la pared, contra el piso, luego el cuchillo, luego el machete, luego la muerte ineludible de Silvia.

Qué feo es tan solo escribir y describir el terror de ese feminicida; qué feo, que hija e hijo inocentes de 3 años y 11 meses hayan presenciado todo, llorando hasta el cansancio; los vecinos escucharon y llegaron al lugar de los hechos. ¿Y la madre de Gregorio? Al lado, en la misma casa, en el cuarto de junto, sin puertas los cuartos. Y dice que no escuchó nada, hasta que llegaron los vecinos, justo cuando ahora Gregorio intentaba quitarse la vida; lo detuvieron, y ahora está en el hospital, esperando su juicio. ¿Y la madre? ¿Cómplice? Ya se determinará en la respectiva audiencia; por ahora solicitamos su pronta vinculación a proceso, cuando menos.

Duele, duele el alma, duele el corazón, duele el cuerpo, duelen los ojos de mirar a esos niños indefensos, a esa madre de Silvia, a esas mujeres de la comunidad en el funeral; esas que cuando escucharon: “por favor, no nos quedemos calladas, denuncien si las maltratan sus parejas”, a casi todas se le preñaron los ojos de llanto que después derramaron en silencio.

¿Hasta cuándo mujeres? ¿Hasta cuándo nos quedaremos calladas? ¿Hasta cuándo despertaremos y diremos: ¡basta ya!? ¿Cuántas muertas más? Por favor, ¡ni una más! ¡Vivas estamos! ¡Vivas nos queremos!

¿Y sí Silvia hubiese denunciado ante el Ministerio Público? ¿Habría cambiado la historia? En todo caso, le habrían mandado un citatorio a Gregorio, a la manera de este sistema penal acusatorio donde el imputado siempre lleva la ventaja. Igual y los mismos consejitos de “ya no le pegues a tu mujer” se los habría dado un agente del MP tal como se lo dieron sus hermanos.

Autoridades, sistema jurídico: ¿cuántas muertes más para que entiendan la dimensión de violencia contra la mujer?

Aún resuenan en mi memoria las palabras del agente del Ministerio Público cuando la mamá de Silvia describía los pormenores de la reunión familiar donde su consuegra le dijo a Silvia que por ser mujer le tocaba aguantar la violencia del marido: “bueno, eso es irrelevante, no lo asiente secre”. Tuve que contradecir a la autoridad, era mi obligación pues: “no, es importante que se asiente, para que quede plenamente evidenciada la atmósfera de violencia que rodeaba a Silvia, ese rol de género que le impusieron donde tenía que soportar la violencia, y eso nos ayude justamente a tipificar jurídicamente el feminicidio”. Parece que lo comprendió él y las y los asistentes que lo rodeaban, así como las y los familiares de Silvia. Se asentó pues.

Hace falta mucho trabajo, parece que nunca terminaremos de deconstruir este sistema que circula y reproduce la violencia contra nosotras. Pareciera que en las comunidades donde hay más paz que en las ciudades estos casos son aislados, pero no, no lo son, simplemente están invisibles. Empecemos por visibilizar la violencia de género en comunidades, luego a tejer redes como juntas tejemos nuestros huipiles, para juntas salir a decir: ¡Queremos paz!, ¡queremos vida!, ¡queremos justicia! ¡Vivas estamos! ¡Vivas nos queremos! Silvia, las mujeres de tu comunidad te decimos: ¡tu muerte no quedará impune!

Kenia Inés Hernández Montalván
Activista en Derechos Humanos y asesora jurídica de estas víctimas y ofendidas.

Publicada en 2018 en La sintesis.mx* Hoy Kenia está encarcelada acusada de tomar una caseta.

Exigen un alto a la criminalización de Kenia Hernández y su defensa legal. Juez en #EDOMEX amenaza.

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