Por: Zaira Rosas.
A punto de cerrar el año hay más de 78 millones de contagios de COVID-19, hay una nueva cepa que tiene a todos en vilo, algunos países renuevan el cierre de fronteras, mientras el resto de la humanidad espera la vacuna y en algunas potencias y países vecinos comienzan las campañas de vacunación. Con el miedo a lo desconocido llega la incertidumbre, pero también apareció la solidaridad y la esperanza.
2020 ha sido quizás uno de los años más difíciles a nivel mundial, México no fue la excepción de los estragos de la pandemia, sin embargo, más allá del coronavirus hubo otros momentos críticos, todos ellos en los que la naturaleza desafiaba los avances del hombre o se ponía a prueba nuestra humanidad.
Durante años debatimos sobre un muro con el país vecino, en esta ocasión muros invisibles se levantaron en todas las naciones, pero también se extendió la solidaridad, la empatía y la esperanza. Infinidad de voluntarios y muestras de cariño se anteponían al miedo de un ente amenazando al mundo entero.
Un año después de los primeros casos de COVID-19 seguimos hablando del virus como algo extraño, creyendo conocer los síntomas de una enfermedad que constantemente evoluciona y luchando por encontrar una cura, pero hemos olvidado el resto de problemas que nos aquejan.
La economía del mundo necesita evolucionar a la par del virus, lo mismo nuestros vínculos sociales que curiosamente fueron los más golpeados. La pandemia nos distanció físicamente, pero trasladó gran parte de nuestras emociones a las pantallas, nos obligó a encontrar nuevas formas de comunicación y propuestas creativas para lograr que las familias salgan adelante. Ahora gran parte de esas propuestas necesitan ecos para desarrollar nuevos modelos económicos y servir de ejemplo a quienes nos hemos acostumbrado a un sistema que hoy deja ver cuán desigual resulta en medio de las crisis.
Ese mismo sistema ha fallado en múltiples ocasiones, sin embargo, en medio de las fallas han surgido nuevas propuestas de solidaridad, se ha perdido el miedo a otros momentos críticos y nos hemos unido para clamar justicia. Mientras aún cuesta desarrollar empatía ante lo desconocido, sí la desarrollamos en cuanto los nuestros se ven amenazados.
2020 fue un año de grandes lecciones y aprendizajes, un año de evolución. Cuyo final se ve con esperanza gracias a una vacuna que promete aminorar nuestros temores. Es un año nos invita a un crecimiento para el próximo 2021, a analizar nuestras decisiones del presente, repensar nuestro comportamiento con el planeta y sobre todo con quienes nos rodean. En medio de las crisis descubrimos que al cuidar de los demás cuidamos de nosotros y que, pese a la individualidad necesaria para desarrollar nuevas ideas, también requerimos de un trabajo en equipo para vencer los retos por venir.