Servirle té a un cadáver.

BENCHMARK

/ Jorge A. Meléndez Ruiz/

“Tratar de rescatar al Partido sería como servirle té a un cadáver”.

Así le dijo Aleksandr Yakovlev a Mikhail Gorbachev en agosto de 1991 cuando éste regresó a Moscú después de su arresto domiciliario, que apenas duró 3 días, tras el fallido golpe de estado en la tambaleante URSS.

Yakovlev tuvo toda la razón… era imposible rescatar al Partido Comunista. El imperio soviético estaba en proceso de colapso desde que cayó el Muro de Berlín en noviembre de 1989.

“Perestroika” y “Glasnot” (aperturas económica y política) fracasaron. En diciembre, apenas unos meses después del fallido golpe, Gorbachev renunció como Secretario General del Partido Comunista.

“El Partido murió, colapsó el imperio Soviético”, se leía en más de un periódico en las capitales del mundo.

Fue cierto: el partido era ya un cadáver.

El té no sirvió para nada.

Te propongo que una habilidad clave para los negocios, la política y la vida es distinguir cuando lo que sea -un proyecto, una idea, un sistema político, una relación, etc.- huele ya, apesta, a muerte.

Cuando es mejor recapacitar que doblar apuestas. Cuando es mejor abandonar que proseguir. Cuando es mejor preparar el entierro que seguirle sirviéndole menjurjes al cadáver.

¿Qué hacer?

Suena obvio, pero chécale el pulso a eso que tanto aprecias.

Tomemos un proyecto o una idea. Pregúntate: – ¿De dónde provino la idea o proyecto? ¿Cómo se tomó la decisión? ¿Fue orden directa del jefazo o se discutió? Si se discutió, ¿se hizo frontalmente en un grupo heterogéneo?

– ¿Dónde más se ha implementado? ¿Cómo le fue?

– ¿Qué tanto te afectaría si fracasa? ¿Puedes vivir con un fracaso?

– ¿Cuáles son sus riesgos más importantes? ¿Tienes planes de contingencia para enfrentarlos? ¿Cómo te darás cuenta si estos peligros se materializan?

– ¿Qué se requiere para implementarlo? ¿Tienes esos recursos? Si no los tienes, ¿los puedes adquirir y a qué costo?

– Si ya estás en proceso de implementación, en la tan importante fase de ejecución. ¿tienes un mecanismo de retroalimentación sobre avances? Y, ¿cómo vas? Si vas retrasado, ¿por qué? ¿Qué puedes hacer para corregir el retraso?

– ¿Cómo te vas a dar cuenta si el proyecto tuvo éxito? ¿Cómo puedes replicar ese éxito en otras áreas?

A veces proyectos o ideas son “cadáveres en potencia”.

Responder este tipo de preguntas ayudará a no desperdiciar tiempo, energías y recursos.

Veamos otro ejemplo. Antes de destruir o cambiar algo, pregúntate: * Si es un proyecto, ¿qué tan avanzado está? ¿Por qué quieres cancelarlo? ¿Cómo se decidió la cancelación? ¿Qué tan caro sale cancelarlo y qué tanto cuesta terminarlo? ¡Apúntale, AMLO!

– ¿Con qué lo voy a sustituir? ¿Estás seguro de que lo que lo va a sustituir es mejor? De ser así, ¿ya tienes los recursos y el personal para implementar lo nuevo?

– ¿Cuáles son los costos si te equivocas? ¿A quién vas a afectar y cuál será la gravedad de esas afectaciones?

Finalmente, no importa lo que hagas, no importa si es en la política, los negocios o la vida, una de las apuestas más importantes que vas a realizar tiene que ver con los liderazgos que abrazarás.

Con las personas que vas a seguir. Con las organizaciones a las que vas a pertenecer o dónde laborarás. Con las causas a las que comprometerás tu tiempo y tu energía. Con las causas a las que comprometerás tu vida.

Por eso, antes de elegir y, bueno, aún si ya lo elegiste, cuestiónate: – ¿A quién beneficia esto? ¿Cuál es su misión?

– ¿Sigo a un líder razonable? ¿De dónde provienen sus ideas? ¿Aguantan esas ideas un análisis lógico? ¿Tiene la persona u organización la capacidad de ajustar?

– ¿A quién escucha y cómo se retroalimenta el líder o la organización? ¿Se aceptan críticas y se reconocen los errores?

– ¿Existe empatía, con quién y cómo se demuestra?

– ¿Se respeta al talento? ¿Se escucha al experto?

Preguntas, preguntas y más preguntas.

Si se realizan las preguntas correctas y se responden honestamente, seguro se elegirán mejores causas, líderes y acciones.

Seguro no se desperdiciará el té en panteones y tristezas.

EN POCAS PALABRAS…

“No le temo a la muerte, simplemente no quiero estar ahí cuando me visite”.

Woody Allen

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