Por Dixie Edith
(dixiedith@gmail.com)
La Habana, marzo (SEMlac).- Las dobles o triples cargas laborales y el difícil camino de la conciliación entre el espacio público y el privado; la independencia económica y las muchas violencias que aún persisten se posicionan entre las principales brechas identificadas por mujeres cubanas en un mes de marzo de reivindicaciones.
Aunque no son las únicas, sí clasifican como las más reiteradas por académicas, activistas, periodistas, científicas, emprendedoras y productoras interrogadas por SEMlac, en busca de configurar un mapa de todo ese camino que queda por andar.
Dos ideas atraviesan, además, muchos de los testimonios. La primera, que cualquier desafío se hace mucho más difícil de sortear en el escenario cubano de hoy, impactado por una grave crisis económica y muy altos niveles de inflación, con impacto directo en el costo y la calidad de la vida.
“Estamos viviendo y vamos a vivir un contexto social y económico muy complejo y, por supuesto, las discriminaciones, las desigualdades, las inequidades se van a incrementar”, reflexiona la educadora feminista Marbelis González.
La segunda es que, además de atender problemáticas puntuales y aisladas, resulta urgente desmontar las estructuras patriarcales que sostienen las desigualdades.
“Los factores estructurales del patriarcado se mantienen en la forma en que organizamos las instituciones o la vida de la familia, espacio clave en la supervivencia del patriarcado”, considera la socióloga Clotilde Proveyer, profesora de la Universidad de La Habana (UH).
Con ella coincide la joven psicóloga Rachel Lambert, del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), también de la UH. “No existe un programa integral para nuestras niñas, que rompa con la persistencia de los estereotipos de género en nuestras familias”, valora.
Debemos “seguir desmontando la base cultural que sustenta el sistema patriarcal, que incide en la naturalización de la violencia y la feminización de los cuidados”, advierte, por su parte, Yailyn Rosales, otra socióloga de la universidad habanera.
Participar y legislar no es suficiente
Con 55,74 por ciento de representatividad parlamentaria y más del 40 por ciento de presencia entre quienes investigan y hacen ciencia en el país, por solo poner dos ejemplos, podría parecer que a las cubanas les falta poco por conquistar.
“Hemos avanzado mucho en protagonismo social. Por decirlo de alguna manera, hemos inundado todos los campos del quehacer y el saber en la sociedad cubana”, asevera Proveyer.
Sin embargo, aún no “hemos logrado que ese empoderamiento sea completo, porque eso implica mucho más que participar. Empoderamiento significa protagonismo, autonomía con conciencia de género”, agrega la también coordinadora del Grupo asesor de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) para la atención y prevención de la violencia de género.
Desde el centro de la isla, la también socióloga Lucrines Azcuy aboga por contextualizar la realidad concreta de cada espacio o zona geográfica y hacer análisis interseccionales de cara a la efectividad de las políticas y programas sociales dirigidos a las mujeres.
De otra forma será muy difícil “disminuir las asimetrías al interior de este grupo poblacional y con respecto a otros grupos”, explica Azcuy, profesora del Centro de Estudios Comunitarios de la Universidad Central de Las Villas, a unos 300 kilómetros de La Habana.
Conciliación: cargas que pesan
“En el contexto tan patriarcal que vivimos, un reto importante es perder el miedo. Decir, ‘yo voy a hacer esto’ y hacerlo, sin estar pensando en si somos o no capaces”, considera Yania Medina, especialista de la Asociación Cubana de Producción Animal (Acpa).
“Conseguir la corresponsabilidad familiar frente a las tareas domésticas y los cuidados sería la base para lograr ese cambio, sobre todo para las mujeres rurales”, afirma.
Datos de la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (Enig), realizada en 2016, evidencian que las mujeres dedican en una semana, como promedio, 14 horas más que los hombres al trabajo doméstico no remunerado, incluso cuando tienen un empleo. Esa situación se agrava en el entorno rural.
Las brechas de género se amplían cuando se habla de cuidados: la participación femenina en estas labores es de 25, 78 por ciento, frente a 12, 26 por ciento en el caso de los hombres. En una sociedad que supera 22 por ciento de envejecimiento y una cotidianidad económica tan compleja como la cubana, la conciliación al interior de los hogares se alza como un espacio de mucha desigualdad.
“Ese trabajo doméstico que no se reconoce y es asumido con naturalidad por la sociedad, pese a que implica menos o ningún tiempo de descanso para ellas, les quita tiempo, oportunidades y voz”, sostiene la periodista y profesora Rachel Morales, quien coordina la Cátedra de Género y Comunicación, del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
Estas sobrecargas múltiples, además, impactan directamente en una menor presencia de las mujeres en el empleo remunerado.
La ocupación total por sexo continúa siendo mayoritariamente masculina (61,8%), frente a solo 38,2 por ciento de mujeres, indica la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación (ENO, 2022).
De acuerdo con ese estudio, la tasa de desocupación del país es más alta para las mujeres: 1, 95 por ciento frente a 1, 67 por ciento en el caso de los hombres. Y si se trata del sector no estatal de la economía, la diferencia se amplía y complejiza aún más, asevera la pedagoga Yohanka Rodney.
“Existe una brecha en el sector no estatal dada por la segregación ocupacional en función del sexo, que sitúa a las mujeres en ocupaciones de menor reconocimiento y prestigio social”, apunta la profesora de la Universidad Pedagógica Enrique José Varona, en La Habana.
Solo 26,3 por ciento de las mipymes en Cuba están lideradas por mujeres; en tanto, ellas representan 35 por ciento de la fuerza laboral del sector privado y se emplean, fundamentalmente, en áreas como los servicios, los cuidados y la atención educativa a niñas y niños, informa Auge, una empresa consultora cubana para negocios fundada hace 10 años.
La tradicional división sexual del trabajo no es la única causa. Las políticas fiscales sin anclajes de género y la ausencia de un marco legal claro han obstaculizado la creación de redes de apoyo y complicado el camino para estas emprendedoras, asegura la ingeniera Yulieta Hernández.
“El coworking, networking y el intercambio de conocimientos son fundamentales para establecer conexiones y apoyarse mutuamente. Por ejemplo, al solicitar préstamos, las mujeres a menudo se enfrentan a la exigencia de ofrecer garantías que no poseen, ya que no tienen propiedades para respaldarlos”, abunda la fundadora de Pilares Construcciones, una empresa dedicada a la construcción.
Las violencias agreden y limitan
“La gran deuda de las mujeres cubanas en Revolución está en que no le dedicamos desde el principio fuerza y pensamiento a la violencia. Ahora media nuestras vidas como una estructura que, en lo cotidiano, nos limita y agrede, a veces sin saberlo”, asegura la periodista Adalys Ray, presidenta de la Unión de Periodistas de Cuba en Las Tunas, a más de 650 kilómetros de La Habana.
El 39,6 por ciento de las mujeres entrevistadas por la Enig 2016 declaró que había sufrido violencia en sus relaciones de pareja en algún momento de su vida, mientras 26,7 por ciento dijo haber recibido maltrato durante el año previo a la consulta.
Al cierre de 2023, la Fiscal General de la República, Yamila Peña Ojeda, informó la muerte violenta de 117 hasta octubre.
Como ocurre en todo el mundo, detrás de esos números hay muchos casos que no se conocen ni se denuncian. “Es de los problemas de los que muchas mujeres no se atreven a hablar”, sostiene Proveyer.
Entre 2020 y 2022 se aprobaron en Cuba normas y leyes que respaldan la prevención y atención a las violencias machistas.
Además del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM) y la Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar, otras normas como el Código Penal, el procesal y el de las Familias incorporan articulados directamente dirigidos a visibilizar, entender o sancionar estas problemáticas.
Para la psicóloga Jany Bárcenas, la atención a la violencia de género es un asunto en el que se ha avanzado mucho, pero aún falta por andar.
“Por ejemplo, no acabamos de tener una ley integral contra la violencia hacia las mujeres; no acabamos realmente de sensibilizar todo lo necesario a las personas, a la diversidad de actores sociales en nuestro país, sobre las violencia simbólica y psicológica. Siento que es algo en lo que aún hay mucho, mucho que trabajar”, sostiene la profesora universitaria.
Proveyer, en tanto, insiste en que urgen trasformaciones más profundas, que alcanzan a las herencias culturales y los imaginarios sociales.
“Sin el cambio cultural, todas esas leyes y programas que nos están blindando serán incompletos. Quienes tienen el mandato de implementarlos, hacerlos realidad y convertirlos en práctica cotidiana no pueden hacerlo, porque no tienen la conciencia, la convicción y la cultura necesarias”, afirma.
Para Georgina Alfonso, directora del Instituto de Filosofía, sus deudas en este marzo de reivindicaciones es un llamado a estudiar la realidad y mirar hacia adelante.
“Si algo nos está faltando en Cuba hoy es acercar los sueños los proyectos de vida; los sueños como que se nos han ido y entonces, de pronto, no tenemos proyectos. Cuando una no tiene sueño, no tiene proyecto, no camina”, resume.
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