Espejo retrovisor

Denise Dresser.

Como lo demostró en su discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas, AMLO tiene la mirada puesta en el pasado. En la historia contada por los libros de texto gratuito, repleta de héroes y villanos, buenos y malos, quienes se pararon cerca del pueblo y quienes lo traicionaron.

La suya es siempre una mirada retrospectiva, de espejo retrovisor, enraizada en el México de antaño al que quisiera regresar. A esa era del Estado paternalista, de una economía comandada por monopolios estatales, del Presidente benefactor y sus clientelas, que viven con la mano permanentemente extendida.
Infatuado con un México mitificado, el Presidente pregona el nacionalismo nostálgico, y ése sí es un peligro. Porque al resucitar al país carbonífero y petrolizado que se imagina, repite errores que lo llevaron a ser el lugar que es hoy. Más cerca de la pobreza generalizada que de la prosperidad compartida. Más cerca de la regresión que de la transformación. No estamos evolucionando; estamos involucionando.

Basta con ver el freno a la innovación y el impulso a la restauración. Manuel Bartlett tuitea: “Hace 60 años la generación de energía eléctrica pasó a manos de empresas nacionales, gracias al entonces presidente López Mateos, suceso que hoy refrenda la actual administración, que busca que el 54 por ciento de la generación sea para la CFE”. Y el mismo día se publica un estudio sobre cómo los precios de la energía solar se han vuelto increíblemente baratos. Pero Bartlett y AMLO insisten en regresar al viejo modelo de monopolios estatales aunque sean caros, ineficientes, expoliadores y contaminantes. Por eso han eviscerado a los órganos reguladores y empoderado a los productores de carbón. Por eso han sustituido la competencia por la re-monopolización. Mientras muchos países del mundo transitan a las energías eólicas limpias, México se aferra a las energías fósiles sucias.

La nostalgia restauradora busca preservar lo que no funcionó, prometiendo lo incumplible como la soberanía energética o el fin de los “gasolinazos”. Manipula y miente sobre contratos corruptos, sin proveer evidencia sobre los supuestos perpetradores o fortalecer la regulación para que los abusos cesen. Simplemente permite que las prácticas rentistas y extractivas del sector privado ahora sean cometidas por el sector público. Y la población aplaude, ignorando el impacto de medidas que acabarán afectando negativamente su bolsillo, su salud, y las perspectivas económicas de un país ya postrado por la pandemia. La depreciación del peso en la última semana está vinculada con las decisiones energéticas anunciadas.

De golpe, se cierra la participación del sector privado -nacional e internacional- en un ámbito con posibilidades reales de innovar, competir y proveer beneficios a los consumidores. Ante esas señales, el dinero ya no llega a México. Se va, corre en busca de sitios donde el gobierno maneja el carro nacional con la vista puesta en el horizonte, y no en el espejo retrovisor.

La misma mentalidad se manifiesta en la cancelación de apoyos a la biotecnología. Así, de golpe, y en un acto arbitrario de Elena Álvarez-Buylla -por su oposición ideológica a los transgénicos- se suspende una de las áreas más promisorias de investigación en tiempos de Covid-19. Así, en aras de la austeridad que no aplica a Pemex ni a Dos Bocas ni a la CFE ni al Tren Maya, se decreta la extinción de los fideicomisos a la ciencia. Adiós al desarrollo de vacunas, a los proyectos de investigación genética, a los avances médicos que la biotecnología puede ofrecer. Adiós al México en diálogo con el mundo; ahora, otra vez, a mirarnos el ombligo.

La nostalgia de AMLO y los suyos por el pasado idealizado les impide entender la complejidad del presente y los retos del futuro. La obsesión con el México de antes imposibilita mirar con honestidad al México que tienen enfrente, donde el titular del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado renuncia por la corrupción morenista en la recién creada institución. Donde una oficinista desconocida se vuelve contratista de la Presidencia, que le otorga negocios multimillonarios. Donde la Guardia Nacional asesina impunemente a dos ciudadanos en la presa de La Boquilla. Su afán es que Bartlett y la CFE encabecen el retorno a un pasado glorioso, pero en realidad es solo una vuelta en “u”, guiada por un viejo y empañado espejo retrovisor.