Arturo Sarukhán
PERFIL
Metiendo reversa
Una intentona de golpe de Estado
Motivado por los efectos estructurales y cotidianos de la pandemia, decidí compartir en la última columna del año una reflexión personal acerca de este verdadero annus horribilis de quiebre y caos en el que hemos vivido. Hay algunos acontecimientos que son tan colosales que dividen al mundo en un antes y después, entre el presente y un pasado cada vez más ajeno y remoto. Las guerras suelen detonar este efecto, y esta pandemia feroz y cruel lo ha propiciado también. Ya se atisba que el coronavirus ha abierto una trinchera en el tiempo y que 2020 será uno de los años más difíciles y letales que ha enfrentado el mundo en las últimas décadas.
Ha sido el período más distópico que ha vivido mi generación, de sufrimiento y de dislocaciones estremecedoras. El pasado reciente parece otro universo. Encerrados, escrutamos nuestras pertenencias y los triques que nos rodean, y nos topamos con pequeñas reliquias de “entonces”, ese extraño lugar en el que solíamos vivir: una tarjeta del metro, el pasaporte, una guía de viajero, una corbata, un par de tacos de futbol, una reseña de restaurante. Y si las noticias sobre la inminente aplicación de vacunas nos llenan de esperanza, de ahí a que la vacunación ocurra de manera generalizada y equitativa y sea aceptada sobre todo en países con sectores poblacionales significativos que viven en la malsana y cretina propensidad de pensar que las vacunas son una conspiración totalitaria de gobiernos y las “fuerzas de la globalización”, falta aún un trecho. El futuro inmediato que se cierne aún está tristemente preñado con las perspectivas de más cierres y cuarentenas, de la tentación del nacionalismo chovinista y autárquico parapetado detrás de fronteras, de hospitales rebasados y pérdidas humanas y financieras y rezagos socioeconómicos cada vez mayores. Los días y semanas de claustro se alargan, cada una muy parecida a la anterior, y nos vamos extraviando en el tiempo de la pandemia.
En medio de todo esto también se ha perdido algo más. No aparecerá en ninguna hoja de cálculo porque no es cuantificable. Pero importa. Gran parte de la vida, esos momentos grandes y pequeños, se trata de instantes fugaces llenos de esperanza e ilusión. La perspectiva de una estimulante noche de viernes, la calma relajante de un sábado o el partido de futbol un domingo de otoño glorioso, solían hacer más soportable una triste mañana de martes. Muchos momentos de felicidad tienen que ver con la anticipación, la alegría del futuro imaginado y la distracción del presente tedioso, agotador o difícil. Sin embargo, incluso nuestras pequeñas elecciones como consumidores o nuestras deliberaciones sobre qué hacer este fin de semana nos devuelven ahora a la gran y abrumadora realidad de la pandemia. No podemos escapar de ella. 2020 es un año de pérdidas pero también es el año en que se canceló el futuro, por lo menos durante un buen rato. ¿Cómo, entonces, pensar en renovar la esperanza cara a 2021? De entrada, es innegable que este año ha causado estragos a nivel global y que para muchos incluye el dolor de la pérdida humana. Pero también nos ha dado a muchos mayor claridad y enfoque sobre lo que importa, tanto en la esfera personal como en la pública, así como la manera de abordarlo. Por ello, un buen punto de arranque es que yendo hacia adelante, encaremos el nuevo año con pasión, propósito, convicción, determinación y, claro está, mucha salud.