LA INMACULADA PERCEPCIÓN
Vianey Esquinca
La votación alcanzada por Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2018 y la popularidad que aún mantiene, es de lo que se agarra el Presidente para hacer y deshacer, permitirles a sus funcionarios saltarse las trancas, interpretar las leyes como mejor le convengan, tener las ideas más guajiras jamás escuchadas públicamente de un mandatario y defender a varios de sus impresentables funcionarios.
Para él, todo México es territorio Andrés Manuel y por consiguiente puede hacer lo que le venga en gana. En un país con tantas carencias, con la pandemia, la inseguridad desbordada y la economía por los suelos, el mandatario se da el gusto lo mismo de engañar a la gente dizque rifando un avión presidencial, que dedicando esfuerzos y recursos públicos para diseñar su propia red social porque ya no le gustan Facebook o Twitter.
Para él no hay límites en poner a Benito Bodoque en la mañanera, acabar con los órganos autónomos que le molestan o hablar de temas electorales cuando él quiera, a pesar de las prohibiciones establecidas en la Constitución.
Esta sensación de poder absoluto e impunidad total ha permeado en gobiernos emanados de Morena y morenistas. Todo se sienten inspirados, tocados (y protegidos) por la mano de Dios y eso les da valor.
El director de la CFE, Manuel Bartlett, puede mentir descaradamente sobre la causa del mega apagón que sacudió al país a fines de diciembre de 2020, y el Presidente incluso aplaudirá que lo haya reconocido. El subsecretario Hugo López-Gatell se puede ir de vacaciones a Oaxaca y el mandatario lo defenderá porque él le dio permiso.
En la Ciudad de México, la cosa tampoco es distinta. Paola Félix Díaz, directora del Fondo Mixto de Promoción Turística de la capital, puede celebrar su boda en la CDMX en pleno semáforo rojo, porque no pasa nada.
La directora del Metro, Florencia Serranía, un día puede asegurar que asumió la dirección de Mantenimiento de este transporte, y al siguiente, cuando un incendio dejó sin servicio seis líneas del Metro, deslindarse como fresca lechuga.
Morena puede poner a Félix Salgado Macedonio como su candidato al gobierno de Guerrero, a pesar de acusaciones de violación y maltrato a mujeres, que recibir en sus filas a Paul Velázquez, conocido como El falso pirata, un seudoreportero utilizado en las mañaneras del Presidente como gatillero que, incluso, llegó a desearle a la reportera Isabel González que recibiera un balazo.
Este partido seguirá apoyando a mandatarios locales que no sólo han mostrado ineptitud para gobernar, sino, además, una ignorancia casi conmovedora. Son los casos del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, quien aseguró que no está preocupado por la nueva variante de covid-19, ya que la entidad no recibe vuelos desde Inglaterra.
O el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, quien señaló que la mayoría de los infectados son gente acomodada, por lo que, si la gente era pobre, era inmune.
Sin embargo, el territorio López Obrador termina en el río Bravo. Así se lo ha hecho saber en los últimos días el gobierno de Estados Unidos. El departamento de Justicia de ese país ya le enmendó la plana recordándole que una cosa son sus caprichos locales y otra cosa violar el Tratado de Asistencia Legal Mutua entre ambos países.
Esto por la distribución del expediente del general Salvador Cienfuegos a los medios. También los secretarios de Estado, Energía y Comercio estadunidenses ya le dijeron que ponerle barreras a la inversión extranjera en materia energética no es lo que habían acordado. El territorio Andrés Manuel tiene límites, ahora sólo falta saber si él lo sabe.