Clara Scherer
Abracemos a quien se atrevió a desafiar con la implacable y muy dolorosa verdad, a la impunidad, la corrupción y las mentiras. Desafió al poder. Su hazaña merece el reconocimiento de mujeres y hombres por igual. Al hacerlo, ha desnudado y desanudado los impronunciables pactos de silencio, de las “tapaderas” que envuelven a muchos y destruyen a muchísimas.
Ha asumido, como ninguna, las consecuencias de su actuar. Su destino ha quedado marcado por su atrevimiento. Debemos protegerla. Esto, posiblemente le hará cambiar hasta de aires. No está sola; en todo el país hay personas, mujeres y hombres que la defenderán e intentarán hacer menos triste esta cruel e inmerecida sentencia. Basilia, lo sabes: tú sí puedes ver a los ojos a las y los demás, tú sí llevas la frente en alto, tú sí has honrado la dignidad de los seres humanos.
No tienes que esconderte ni de ti ni de nadie. Ser cobarde en este régimen, tristemente sigue valiendo la pena. Ser valiente sigue saliendo muy caro, tal como canta Joaquín Sabina. Y sí, una mujer derrotó a un cobarde. Aunque han dicho que “no tiene mala fama”, él dice que lo que digan de él es verdad. Intento vano por lavarle la cara. Injusticia moralmente aplastante, pero que nos ayuda a “quemar el miedo”. Tenemos “más de mil motivos” para creer en las mujeres que luchan y en los hombres que las acompañan. Un cobarde, que quizás sea gobernador, fue vencido por una mujer. Tu fortaleza lo derrotó y, ahora, el único buen nombre es el tuyo.
Dice Norma Loeza: “El pacto minimiza, niega, esconde y desestima las denuncias de las mujeres, porque no las mira como iguales. En cambio, a los perpetradores sí les otorga un rango de respeto y de compromiso, que permite guardar silencio frente a las denuncias de abuso o acoso sexual, ya sea que se trate de mujeres, jóvenes, niñas, incluso de personas diversas” (https://lasillarota.com/opinion/columnas/las-mujeres-que-podriamos-arrui…). En tu caso, la mala fama seguirá al fulano, cual sombra donde quiera que vaya. Y a quienes lo apoyan.
La realidad cotidiana de la mayoría de las mujeres, continúa siendo alarmante y profundamente injusta. La violencia sexual no se denuncia por miedo, por desconfianza hacia las autoridades, por desconocimiento de los procedimientos. Todo lo anterior lo hemos constatado con el proceso seguido en tu causa hasta la fecha. Lo sabíamos y lo comprobamos: tenemos un sistema que simplemente no funciona para obtener justicia para las mujeres. Gracias a ti, estas mentiras ya parecen mentiras.
Dice Gunvor Hofmo, poeta noruega: “Ay, si yo fuera una piedra/ que pudiese sostener el peso de este vacío, si yo fuese una estrella/ que pudiese beber el dolor de este vacío, pero yo soy un ser humano arrojado en país fronterizo/ y oigo rugir al silencio/ desde mundos más profundos que este” (https://blogs.eitb.eus/pompasdepapel/2014/12/15/el-poema-gunvor-hofmo-no…).
Por la presencia de la implacable verdad, la tristeza abruma. ¿Qué clase de palabras podemos usar para dibujar a un abusador y sus compinches? Los testaferros de los abusadores, cobardes también, hacen daño de forma encubierta por carecer de valor para enfrentarse con la verdad y asumir las consecuencias. Testaferros fueron los integrantes de la Comisión de Honestidad y Justicia.
Rita Segato ha escrito sobre la pedagogía de la crueldad. Alumno destacado de dicha práctica, el Sr. Salgado Macedonio. “Pedagogías de la crueldad (son) todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas”. Eso intentó contigo, quebrarte y convertirte en una víctima silenciosa, pero no sabía de tu gran capacidad de resiliencia. Y de tu creer en las demás, lo que te llevó a confiar en las abogadas, entre ellas, en Patricia Olamendi, quien siempre está donde debe estar.
Por tu hazaña, los feminismos han ganado presencia, han ganado miles de aliados, han aprendido de tu fortaleza. Ojalá, que nunca más “se vuelva a ocupar de ti el desamparo”. Y te he de decir que “cómo duele la vida, cuando se da cuenta el alma”, pero lo sabes, sin confianza (que nunca es algo seguro del todo) no hay esperanza de comunidad. Por todo esto, simplemente, ¡gracias!