Guadalupe Loaeza
En tanto terminaba de merendar el sábado pasado mi última Maruchan de pollo ($13.90) que me quedaba, Emilio Lozoya cenaba, con todo y su brazalete, en uno de los restaurantes más caros de Lomas de Chapultepec, un delicioso Pato a la Pekín servido con crepas hechas en casa, cebollín, pepino y salsa ciruela ($1,030) junto con sus anfitriones, Eduardo Molina, Lore Guerra Autrey y Doris Beckmann. Vale la pena leer la espléndida crónica de Lourdes Mendoza, misma que tomó personalmente las fotografías del ex director de Pemex, desde su celular, a pesar de todos los riesgos que tomaba por haberse atrevido de llegar hasta el restaurante y acercarse hasta donde se encontraba el delincuente: “Entré y, efectivamente, Emilio Lozoya estaba en tremenda fiesta, departiendo, ligando y comiendo el afamado pekin duck, de la cocina cantonesa china. Casi de inmediato lo reconocí, aunque estuviera de espaldas a la entrada y sin perder el tiempo les tomé cuatro fotos. Doris Beckmann se percata y grita: ¡Ay, no! Lozoya voltea, me ve y mientras yo le digo: ‘Tienes brazalete, ¿no estás arraigado?'”. Tal como se pregunta la periodista: “quién se atrevería a ir a un restaurante cuando enfrenta un publicitado proceso penal por haber recibido, por presuntos actos de corrupción con Odebrecht, más de 10 millones de dólares en sobornos…”.
Igualmente me pregunto dónde tenían la cabeza sus anfitriones por haberlo invitado un sábado y a un lugar público, para que todo el mundo lo viera, muy quitado de la pena. Es cierto que Lozoya, aparte de tener la obligación de firmar cada 15 días (debido a la pandemia puede hacerlo vía electrónica) se puede desplazar libremente siempre y cuando sea dentro de la Ciudad de México (le retiraron el pasaporte), incluso se le ha visto dentro de un Club de Golf que se encuentra al sur de la capital. Sin embargo, nos preguntamos ¿por qué Lozoya actúa con tanta impunidad? ¿Por qué el fiscal Alejandro Gertz Manero ha tardado tanto con el proceso de Lozoya? ¿Por qué se le permite llevar sus juicios en libertad mientras la Fiscalía General de la República mantiene un asedio contra científicos y otros ciudadanos? (Reforma). ¿Cómo es posible que Lozoya tenga ánimos de ir a cenar con sus amigos, cuando su madre, Gilda Margarita Austin (detenida en Alemania el 24 de julio de 2019) todavía se encuentra en arraigo domiciliario por presunto ocultamiento de sobornos que recibió su hijo y su hermana está prófuga? Seguramente ese sábado, ellas también cenaron una Maruchan, mientras Emilito disfrutaba de un riquísimo pato. Bien dice el dicho: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”. A su esposa, Marielle Helene Eckes, proveniente de la familia fundadora de Eckes Giranini Deutschland proveedor de zumos y bebidas de frutas en Europa, no la invitó a comer pato, porque se encuentra escondida en alguna parte de Alemania. Quién le iba a decir que de rica heredera pasó a ser fugitiva por lavado de dinero y asociación delictuosa. Por último, nos preguntamos, ¿por qué en lugar de ir todos al restaurante no pidieron el pato por teléfono o mandaron a alguno de sus choferes a buscarlo? Lo que sí me resulta impensable es que hubieran pedido una pizza. Lástima, porque se hubieran ahorrado muchos rumores, críticas y desprestigios.
En este caso particular, llama la atención que todos se hacen pato: el presidente de la República, Gertz Manero, Emilio Lozoya, Gilda Susana Lozoya Austin, Marielle Helene Eckes, Gilda Margarita, Carlos Salinas de Gortari, Enrique Peña Nieto, el chef del restaurante en donde se le vio, los meseros, el juez de control del Reclusorio Norte que lleva el caso, sus amigos, su abogado y seguramente hasta su personal doméstico. No obstante, la FGR escribió ayer: “Emilio ‘L’ sigue siendo procesado y los tiempos judiciales otorgados para aportación de pruebas terminan el 3 de noviembre. Los procesos contra el acusado y de quienes recibieron los sobornos continuarán con transparencia”.
Curiosamente, mientras escribía mi texto, recibí dos tuits, de dos amigas, en los cuales me invitaban a cenar en el mismo establecimiento chino en que se le vio cenando a Emilio Lozoya con todo y su brazalete…
Aunque me moría de ganas de pato, tuve que decirles que no… ¡¡¡Y ya no tengo