/ Francisco Cabral Bravo /
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos.
La antítesis de la política es la renuncia al diálogo, la opción de la confrontación como primera instancia y el desprecio de la realidad que enfrentan los ciudadanos.
Cuesta volver a empezar cuando te despiertas y te topas con malas noticias, así dan ganas de volverse a escapar a algún lugar recóndito al que no lleguen ni el internet ni los periódicos; muchas ganas. Pero toca seguir y tratar de sacar fuerza de donde sea para mirar adelante con algo que se parezca a poner un par de ojos nuevos para empezar con algo que la mirada cansada de ayer y antes de ayer.
Encuentro razones para reencender mis ganas de tirar para adelante en un lugar resistente al cual más.
Los vacíos legales y resistencias políticas han abonado a que amplios sectores de la ciudadanía vivan en el desamparo de la ley, de la justicia y autoridades que lejos de ser una amenaza, signifiquen para los mexicanos certeza y protección.
Y las pérdidas, el dolor, la impotencia y sufrimientos se multiplican mientras se renuncia a honrar la política como el arte de gobernar y a terminar siendo cómplices voluntarios o involuntarios. Un Estado de crimen por encima del Estado de Derecho, con sus propias reglas.
Frente a cada incapacidad para construir soluciones para los ciudadanos se debilitan aún más las instituciones; se buscan caminos para que los agraviados quieran hacer justicia por su propia mano porque viven en el desamparo de una autoridad que los proteja.
A nadie conviene tanto el conflicto político, los vacíos legales y la falta de conocimiento y compromiso de quienes en las urnas han sido electos para gobernar.
Por cierto vale la pena recordar que en un país con Estado de Derecho resulta innecesario amedrentar o alardear.
El verdadero valor no está en ir y alentar pleitos callejeros con cargo al erario público, sino cumplir y hacer cumplir la ley, para esto último si se necesita valor, voluntad, construcción de acuerdos, asumir compromisos y responsabilidades y respetarlos.
Y de este valor tenemos déficit y, a la vez, miles y miles de mexicanos aguardando una respuesta.
Estas ganas de levantarse de la tumba y tomar el futuro por los cuernos me resulta enormemente inspiradora.
Eso deseo para México ganas y capacidad de organizarnos para abrir futuro en serio, abrevando de lo mucho de potente y posibilitador de nuestro pasado sin quedarnos amarrados a sus taras y sus lastres. Critiquemos, critiquemos con inteligencia y sin insulto.
Pero sobre todo guardemos el elogio para quien lo merezca. Hace tanto daño a la sociedad quien crítica por todo con quien adula con ligereza.
Sirva esta columna como homenaje a críticos honestos y responsables, como a otros capaces de crítica inteligente y constructiva. Particularmente porque asumen riesgo a criticar, porque lo hacen sin buscar su propio beneficio, porque sinceramente quieren dejarle un país mejor a sus hijos.
En otro orden de ideas la visita del embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, a Palacio Nacional es algo, dada nuestra historia, y sobre todo la enorme repercusión de nuestra relación bilateral, tiene siempre una importancia de la visita a cualquier otro representante diplomático. Los más de tres mil kilómetros comunes de la frontera y nuestra condición de este momento ser los principales socios comerciales de los estadounidenses hace que esta cercanía que vaya más allá de lo territorial y que incluso llega a lo ideológico hacen que la relación entre México y Estados Unidos sea algo inevitable, necesaria, aunque también en muchas ocasiones problemática e incluso indeseable.
Desde que se firmó el TMEC estaba claro que más pronto que tarde el tema energético terminaría siendo una bomba de tiempo. El TMEC no derogó por la vía de derecho, aunque tampoco por la vía de hecho, las consecuencias que heredó la presente administración, pero también las administraciones estadounidenses como la de Trump y la de Joe Biden, los efectos de la llamada reforma Peña Nieto.
Como una vez dijera el antiguo jefe de la Oficina Presidencial, Alfonso Romo, frente a este asunto, sin duda alguna delicado e importante, y en el que la situación tiene un papel decisivo sobre cómo van a ser nuestras relaciones a partir de aquí. La fórmula Romo era muy sencilla: “cumplir los contratos”. Hay inversiones, hay contratos, hay leyes; o las había u otras leyes que se están cambiando. Cada nación tiene la facilidad de elegir, por decisión propia o imposición, a sus propios dueños del poder. A quienes, con su voto,deciden el devenir tanto ciudadano como nacional.
Los Estados Unidos de América defendiendo sus intereses, el espíritu y la letra de lo firmado en el TMEC, están preocupados por la evolución y de lo que podría llegar a significar la aprobación de la contrarreforma energética.
En muchos términos tiene una simplificación que. o se presenta con un objetivo simple móvil y en cierto sentido noble que pudiera ser el hecho de recuperar la soberanía sobre el principio de la reelaboración de una reforma eléctrica en la que se pudiera reubicar la situación. Es momento de que México se atreva a dejar a un lado el monopolio de la distribución y generación sobre todo, y se atreva a dejar atrás la hegemonía de los combustibles fósiles y dar un salto hacia delante a un mundo nuevo, Un mundo desconocido en el que, sin que el Estado mexicsno pierda la soberanía sobre el control energético, se podría llegar a encontrar más beneficios que pérdidas.
Con independencia de la simplificación de la recuperación de la soberanía que todo el mundo entiende grosso modo, este es un tema en el que la política y técnicamente tiene tantas complejidades que al final hay que encontrar la manera de saber no por qué la decisión presidencial de imponerlo a sangre y fuego es tan importante. Sino el porqué el hecho de que eso pase va a significar un cambio radical en nuestras condiciones en relación con nuestro papel y a la verdadera posibilidad de mantener los acuerdos establecidos en el TMEC el riesgo de electrocutar toda la relación.
Nadie sabe que pasará. Lo que sí es que ya empezamos a entender que la solución no será nada fácil, pero, desde luego que a raíz de esto que nadie espere una victoria contundente. Sobre todo es importante que no se tenga la idea que esto tendrá como resultado un triunfo en términos de recuperar la soberanía a través de la contrarreforma energética. Primero, porque esto no es verdad.
Segundo, porque ese reciente descubrimiento de la soberanía no va a costar el papel y el rol de México en el mercado global y en su poder de decisión en América del Norte.
Mientras tanto y como en política todo sirve para algo, hay una empresa que, al margen de la estatal, ha conseguido los más altos niveles de generación, Iberdrola, que sirve para que ajustemos los kilovatios y la historia. Al mismo tiempo que ordenamos y que los expulsamos de facto del mapa energético nacional, es como si estuviéramos aprovechando para empezar a cobrar la cuenta pendiente de aquella tarde en la que Hernán Cortés se atrevió a secuestrar a Moctezuma. No suena bien.