Salvador Guerrero Chiprés
Un muchacho presume y exagera ante sus amigos acerca de la relación entablada con una joven durante el verano; ella platica a sus amigas el amor romántico con ese chico. En la montaña, una niña de 14 años trata de huir de la familia a la que fue vendida en matrimonio; es aprehendida.
Ambas realidades, aunque la primera sintetizada en una película de la década de los 70, representan la cultura machista que por años ha violentado a las mujeres y ahora es indispensable erradicar para la construcción de espacios libres, seguros y de bienestar.
En Australia, dos escuelas privadas cancelaron la presentación del musical “Vaselina”, al cual corresponde la escena referida al inicio, luego de que estudiantes lo calificaron de sexista y ofensivo. En la Montaña de Guerrero, activistas de derechos humanos y elementos de la policía estatal rescataron y liberaron a la niña detenida por escapar de la familia que la compró… ¡la compró, en pleno siglo 21!
No hay ciudadanía plena si persisten las violencias contra las mujeres, ejercidas por individuos y estructuras de control machista en “detalles” que bajo la lógica de la invisibilización parecerían minúsculos o son trivializados como muestras de “amor”: espiar los dispositivos digitales de la pareja sentimental o cambiar la forma de vestir solo para complacerle a él es solo el principio. Luego pueden venir amenazas, golpes y los dos crímenes más graves.
Violación y feminicidio, delitos cuyos reportes y denuncias ante el Ministerio Público tienden a crecer nacionalmente ante la indisposición a tolerarlos. Ambos son parte ya de nuestra agenda nacional y ciudadana de la mayor urgencia, y permiten activar los mecanismos de seguridad y procuración de justicia.
En tres años, el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, donde se reciben llamadas y se provee guía jurídica y auxilio psicológico profesional para todo el país, ha apoyado a más de 10 mil mujeres para romper con círculos de violencia a través de lo que llamamos Acompañamiento Violeta. Importante notar que el 24 por ciento de los reportes por violencia familiar, provenientes de todo el país, incluyen riesgo feminicida.
En este delito, Sinaloa ocupa lamentablemente el primer lugar de entidades, por encima del promedio nacional (0.75 por cada 100 mil habitantes). Le siguen Quintana Roo y, en el tercer sitio, Sonora. La Ciudad de México, gobernada por Claudia Sheinbaum, registra este año una disminución de 25 por ciento en comparación con 2018.
Transitar hacia una igualdad sustantiva implica eliminar la violencia de género en todas sus formas y dinamitar la impunidad asociada a la desigualdad económica y educativa, como establece la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW). El problema y el desafío son globales.
El asesinato de Marisol Cuadras, de 18 años, mientras se manifestaba en contra de la violencia de género en el contexto del #25N, sintetiza parte del drama nacional en la misma escena y donde el gobernador Alfonso Durazo está exigido a entregar resultados inmediatos.
El crimen ocurrió durante un ataque armado en Guaymas, aparentemente dirigido contra las autoridades de seguridad y en el cual fallecieron también un escolta y un individuo identificado por las autoridades como un sicario. Las mujeres son blanco del machismo directo y brutal como son víctimas de daño colateral de una violencia que debe erradicarse con prontitud y eficiencia.
De Australia a Guerrero, de Quintana Roo a Sonora, ni en la ficción ni en la realidad, como atentados a la autoridad, a la comunidad y al cuerpo esencial de la ciudadanía, son aceptables ya las violencias machistas. La causa nos une a todas y todos, como una colectividad que vislumbra en el horizonte la posibilidad real de alcanzar plenitud ciudadana.
El autor es presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.