**Rúbrica.
/ Por Aurelio Contreras Moreno /
La manera en la que los personeros de la malhadada “cuarta transformación” han tomado por asalto al Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) es apenas un esbozo de cómo pretenden someter al sector académico del sistema educación pública superior para imponer, literalmente por la fuerza, los prejuicios, filias y fobias del lopezobradorismo como doctrina pseudointelectual con claros visos totalitarios.
Tras la renuncia de Sergio López Ayllón a la dirección de la institución en agosto pasado –luego de soportar la abierta hostilidad de la directora del Conacyt María Elena Álvarez Buylla y la desaparición de los fideicomisos que financiaban buena parte de sus programas académicos y de investigación-, el régimen se lanzó sobre el CIDE como si fuera una presa que cazar.
El sustituto de López Ayllón, José Romero Tellaeche, abierto simpatizante del lopezobradorismo y posición del “intelectual orgánico” de la “4t” Lorenzo Meyer, emprendió -todavía siendo director interino- una “purga” de los directivos que no se “alinearon”. Empezó con el director del CIDE Región Centro con sede en Aguascalientes, Alejandro Madrazo Layous, a quien destituyó por “pérdida de confianza”, misma que fue “provocada” por un video en el que el académico manifestó su solidaridad con los investigadores que trabajan en las Cátedras Conacyt y que demandaban estabilidad laboral. Aunque en realidad fue una “vendetta” en contra del académico por ser crítico del actual gobierno, en particular de la estrategia oficial de militarización de la seguridad pública.
En pos de su ratificación, Romero Tellaeche –con la venia de Álvarez Buylla- ordenó suspender –fuera de la normatividad- las Comisiones Académicas Dictaminadoras (CADIS) del CIDE, evaluaciones semestrales que se llevan a cabo para determinar la permanencia y el ascenso de los profesores.
Ante la irregularidad, la secretaría académica del CIDE, Catherine Andrews, decidió continuar con las CADIS, lo que le valió su destitución fulminante –solo conserva su puesto como docente- acusada de cometer “un acto de rebeldía”.
Esta demostración de rampante autoritarismo –muy a tono con el estilo de la “4t”- dio paso al inicio del conflicto que vive hoy día el CIDE: manifestaciones y protestas en contra de Romero Tellaeche, quien para entonces ya tenía en la bolsa su ratificación, la cual se concretó este lunes durante la sesión del Consejo Directivo del CIDE, en la cual a los integrantes de ese órgano de gobierno no se les permitió posicionarse sobre las varias irregularidades en el proceso de designación, que prácticamente le fue concedida unilateralmente por Álvarez Buylla.
Uno de los integrantes del Consejo Directivo del CIDE es el Instituto Nacional Electoral, cuyo representante ante ese organismo, Edmundo Jacobo Molina -secretario ejecutivo del INE- se manifestó en contra de la imposición de Romero Tellaeche y denunció que “se impidió siquiera la posibilidad de expresar distintos puntos de vista en relación con las temáticas indicadas, para que el Consejo Directivo estuviera en aptitud de tomar una posición sobre la formalización de la designación y nombramiento”.
La imposición de José Antonio Romero Tellaeche como director del CIDE y la absoluta cerrazón de María Elena Álvarez Buylla para dialogar llevó a que los alumnos que ya venían protestando por las prácticas autoritarias y represivas de las nuevas autoridades, desde el lunes tomaran pacíficamente las instalaciones para defenderla de la “partidización, de la arbitrariedad y de cualquier intento de cooptar sus labores a favor de cualquier grupo político o económico”.
El mismo lunes, circularon imágenes de Romero Tellaeche escoltado por un hombre armado dentro de las instalaciones días antes, lo que provocó la alerta entre estudiantes y docentes por el peligro en que estaría la integridad y la vida de los manifestantes.
Y es que desde el jueves 25 de noviembre, la coordinadora de Administración y Finanzas de la institución, Gisela Morales González, envió una circular –con copia al propio Romero Telleache y que se pegó en una pared del plantel- instando a “garantizar el derecho a la manifestación y libertad de expresión y sobre todo, salvaguardar la integridad de todas las personas y las instalaciones”, ante las esperadas protestas del lunes siguiente.
En la misma circular, la funcionaria del CIDE enfatizó que “no debe haber personal de vigilancia armado dentro de las instalaciones, ni impedir que quienes asistan se manifiesten”.
Este martes, el primer acto de “autoridad” de Romero Tellaeche fue destituir a Gisela Morales, quien para los estudiantes representaba “la única forma de comunicarnos con las autoridades y mantener control de la seguridad en nuestra escuela. De modo que su destitución es una muestra más de la posición de las autoridades para negar el diálogo y atacar a su comunidad”.
Antes de destituir a Gisela Morales, Romero Telleache envió a dos sujetos, Oscar Arturo García y Rodrigo Aliphat, a hostigar a los manifestantes, tomándoles fotografías e indagando si la ahora ex funcionaria había estado con ellos. Minutos después se conoció de su cese.
El conflicto ha escalado peligrosamente. Los estudiantes que mantienen tomadas las instalaciones centrales lanzaron un pliego petitorio en el que exigen, entre otras cosas, la destitución de Romero Tellaeche, garantías de que no habrá represalias, así como la instalación de una Asamblea Estudiantil que participe de las decisiones internas. Las autoridades del Conacyt y del CIDE los han ignorado por completo.
Quien sí salió a decir algo fue el presidente Andrés Manuel López Obrador, artífice de la estrategia de balcanización de los mexicanos: según él, el CIDE “también” se “derechizó”, como ya había dicho acerca de la UNAM. No hay que ser un genio para adivinar hacia dónde se dirige.
La legítima protesta de los estudiantes cideítas ha sido ridiculizada y banalizada tanto por lopezobradistas como por los “antiamlo”. De estos últimos, han recibido toda suerte de insultos porque en 2018 buena parte de la comunidad del CIDE manifestó apoyo a la candidatura presidencial de López Obrador. Como si fuera imperdonable haber creído en algo y en alguien que resultó ser lo opuesto de lo que pregonaba; o como si no se debiese aspirar a algo mejor de lo que había. Visión maniquea que no aporta nada y sí profundiza los verdaderos peligros que se ciernen sobre las instituciones públicas –y hasta las privadas, como quedó claro con el caso de la UDLA- de educación superior, tal como lo manifestó el académico e investigador Jean Meyer, quien calificó lo sucedido como “un lunes negro no solo para el CIDE, sino para el mundo universitario”.
Meyer soltó, lapidario pero con absoluta razón, lo que se vislumbra en el horizonte si se permite este asalto autoritario: “lo que acaba de pasar en el CIDE le puede pasar a toda la comunidad universitaria”.
Quién lo dijera: un “diazordacismo” a la “cuatroté”. Primero, intentar enviar investigadores a la cárcel. Después, ¿qué les deparará a los estudiantes que no acepten ser marionetas ideologizadas?
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