[ Sara Sefchovich ]
En su novela El Otoño del Patriarca, el gran escritor Gabriel García Márquez cuenta que al dictador que da título a la obra, le elaboraban su propio noticiero “confeccionado para no perturbarle un ápice” según dice Gastón Segura.
Según este estudioso de la literatura, él siempre supuso que lo que relata la novela era invención del escritor colombiano y de su prodigiosa fantasía, hasta que se enteró de que era una realidad que esas cosas sucedían en países con dictadores.
Ese fue el caso en Portugal, cuando mandaba Antonio de Oliveira Salazar, quien recibía las noticias (incluso un ejemplar único de un periódico), confeccionadas solo para él, con el mismo objetivo que las del patriarca novelesco latinoamericano: “para no perturbarlo un ápice”. Esto llegó tan lejos, que cuando lo depusieron el hombre ni se enteró y nadie se atrevió a decírselo, de modo que siguió creyendo hasta su muerte que era el mandamás.
Imposible no traer estas historias a nuestro país y a nuestro tiempo, cuando tenemos en la presidencia de la República a alguien que reclama todo el tiempo lo que se informa o no se informa, el modo como se lo dice, la manera como se lo analiza, y acusa a reporteros, periodistas, intelectuales, medios de comunicación y hasta instituciones de investigación y educación superior porque no le gusta lo que investigan o enseñan, lo que interpretan o critican.
El mandatario quisiera que todos pensaran como él, pero sobre todo, que siempre le aplaudieran, lo alabaran, lo elogiaran. Y como eso no sucede, se enoja y hace acusaciones y lanza insultos desde la tribuna presidencial, que ponen en riesgo a los aludidos, lo que se ha hecho evidente en los asesinatos de periodistas que están sucediendo en nuestro país y en los linchamientos en redes sociales y en las calles.
Pero si todo esto inició y ha ido en aumento desde que López Obrador asumió el gobierno, ahora se ha superado a sí mismo con su agresión a Carlos Loret de Mola, furioso por las investigaciones de este periodista que develan situaciones de supuesta corrupción e influyentismo de su familia y de sus colaboradores.
En la mañanera del pasado viernes, el Presidente hizo exhibición pública de lo que según él, gana dicho comunicador, acompañándola de sarcasmos y comentarios malintencionados.
Esto por supuesto, es inadmisible y es ilegal.
Inadmisible, porque si de por sí es reprobable el hecho de hacer el escarnio, la manera como lo hizo cruza de plano la frontera de la decencia. Porque Loret no es funcionario del gobierno ni su salario viene del dinero público, sino que trabaja para empresas privadas que están en su derecho de pagarle lo que les parezca adecuado y de negociar con él las condiciones de trabajo que les convengan, y no conozco ninguna ley que lo prohíba.
Ilegal, porque la información que ha hecho pública el Presidente, solo la pudo obtener, y esto es lo más probable, del SAT, que es la institución que conoce lo que ganan, lo que gastan y lo que ahorran los ciudadanos. Que se la hubieran entregado sería muy grave y merecería una demanda penal.
Para evitar que esto se repita en el futuro, propongo lo siguiente: que el Presidente forme un equipo con personas de su confianza, que le hagan conocer solamente las noticias y los comentarios que le gustan y le impidan leer o escuchar ninguna otra, así el Patriarca dejará de hacer corajes pero también tanto daño.
Escritora e investigadora en la UNAM.