AMLO: Presidente en conflicto

Por Guillermo C. Zetina

Le digo a López Obrador una vez más: ni soy periodista hampón, ni imprudente, ni prensa fifí, ni conservador, ni rebelde sin causa. Si decir la verdad apoyado en datos duros, muchas veces apoyado en cifras oficiales, le causa escozor, ese es mi trabajo, así lo he practicado hace casi medio siglo y seguiré honrando mi profesión. Sólo repetiré aquí algo que ya es dominio popular: el presidente sí es un mentiroso, demagogo, irrespetuoso y además ladino.

La desesperación del presidente está tomando formas preocupantes. Sus diarios yerros y la creciente desaprobación popular lo hacen desvariar y dar palos de ciego. Tenemos un presidente que más bien parece ganso en cristalería. Ante la crítica cada vez más generalizada de la prensa, nos llama “hampones”, calificativo al que hay que agregar lo de prensa fifí, rebeldes sin causa, imprudentes, prensa conservadora y sandeces más. Todo porque se le dice una verdad que a él, por lo que se ve, le causa un cataclismo interior.

En seis meses está logrando que su capital de 30 millones de votos se erosione cada día. Es creciente el número de mexicanos que tienen dudas fundadas del riesgo que significa tener un presidente con esas características. No miento si digo que muchos de esos mexicanos que le dieron su voto se preguntan si no cometieron una equivocación fenomenal. Los desatinos presidenciales son la burla diaria de este país. Sus pifias casi diarias son ya parte del anecdotario burlón del pueblo.

No exagero: flota en el ambiente la sensación de que el país estaba mejor con Peña Nieto. Imagine usted el tamaño de la desilusión con el tabasqueño. Si el mexiquense dejó una catástrofe, López Obrador se enfila hacia un gobierno despótico, prepotente y lo que es peor: tremendamente ineficaz.

Empiezo por uno de los “osos” ya célebres del presidente: el caso de la lista de una treintena de periodistas que recibieron más de mil millones de pesos de Peña, por venderle la pluma y la conciencia. Todos sabemos que esa lista no es ni asomo de lo que realmente ocurrió, de miles de millones de pesos más que el anterior gobierno regó entre comunicadores para comprar favores. No es nada nuevo que esa lista negra la encabece Joaquín López Dóriga, con percepciones de más de 100 millones de pesos. Para nadie es un secreto que, desde Zabludovsky, los “informadores” de Televisa son por añadidura, como lo diría un día el Tigre Azcárraga, “soldados del presidente”. Los “periodistas” de Televisa no se apartan de su papel: mercenarios de la pluma al servicio de quien pague mejor. Tampoco es nuevo que televisoras, radiodifusoras y periódicos subsisten y crecen sólo con los generosos contratos publicitarios del gobierno. Son pocos, o ninguno, los medios de comunicación que se sostienen económicamente con el favor de sus lectores o anunciantes.

Del otro lado hay un ejército de periodistas, enfrente de las computadoras, de las cámaras y los reflectores, que son ejemplo de la profesión: mal pagados, explotados laboralmente y además ejerciendo un oficio que en México significa muerte. Reconozco en ese ejército a lo mejor de este oficio y me enorgullezco de estar de este lado. Por eso, con una ruta de trabajo apegada a la verdad y alejada del elogio al gobernante de moda, le digo a López Obrador que no es nadie para ofender y faltar el respeto a un gremio que se gana la vida con toda honradez y es un ejemplo de trabajo para los mexicanos de bien. El presidente se equivoca una vez más: los periodistas auténticos, no los vendidos, son dignos de ser tratados por cualquier gobierno con mesura y dignidad.

Los hampones a los que se refiere López Obrador claro que existen. Muchas veces ni periodistas son: son fariseos con disfraz de comunicador que existen gracias a que los voceros del gobierno necesitan de su lado a auténticos gangsters para intentar marcar una diferencia con la prensa libre y auténtica. Son varios los casos de “periodistas” multimillonarios, como López Dóriga o esa camada de televisos, que son lacras, vergüenzas para la prensa honesta no sólo de este país sino de cualquier parte del mundo.

Se queja hoy López Obrador de una prensa conservadora. No reconoce que precisamente es el gobierno que él encarna hoy el que ha hecho posible que esa prensa no sólo exista, sino que crezca día a día. El propio gobierno compra medios de comunicación con cantidades millonarias disfrazadas de contratos de publicidad y que les concesiona canales de televisión y de radio para que sirva a sus intereses. Otra vez: si López Obrador habla de una prensa de hampones, se equivoca de nuevo al generalizar. Su deber es investigar a los periodistas hampones, indagar en sus fortunas, y castigarlos. No lo que él hace: generalizar contra toda la prensa, porque es lo más fácil. Desde el poder ver hacia abajo es fácil. Desde el poder calumniar y ofender es fácil. Los gobernantes como López Obrador se saben impunes y por eso riegan difamaciones por todos lados y lastiman honores y ofenden sin piedad a los que desde la prensa libre señalamos errores del gobierno y tratamos de hacer valer el derecho de nuestros lectores, de tener a la mano la verdad.

Si el presidente fuese serio, empezaría por los dueños (los dueños, no los empleados) de las televisoras, las radiodifusoras y los periódicos. No sólo de la Ciudad de México sino de todo el país, que han hecho emporios mercenarios a cambio de mentir a la gente y darle información que permite a los gobernantes robar a placer y tapar una y mil veces las fallas y abusos que cometen contra el poder. López Obrador podría empezar por hacer pública la lista negra de los medios de comunicación que SÍ están siendo beneficiados en este momento por su gobierno. Porque ya hay medios y periodistas “favoritos”, que por debajo de la mesa podrían ya estar gozando de los beneficios económicos de un gobierno que dice odiar a la prensa corrupta. Si decide investigar, enjuiciar y meter a la cárcel a esa prensa corrupta y mercenaria, la pregunta conducente sería: ¿quién cierra la celda?…

Mientras el presidente descarga su odio y rencor contra la prensa “hampona”, el gobierno va en picada y los datos negativos de inflación, desempleo y crecimiento aumentan todos los días. La inseguridad, la violencia, los secuestros, los robos, los asesinatos han aumentado en estos seis meses de López Obrador. Las negras noticias de ejecuciones grupales, linchamientos y otros horrores propios de un país en guerra nos asombran cotidianamente, mientras el presidente sigue con ese circo mañanero que él ha convertido en un instrumento para atacar, calumniar y juzgar sumariamente a sus numerosos críticos.

Las voces que se oponen al estilo salvaje de gobernar del tabasqueño surgen todos los días y se perfila una ola difícil de acallar. El colmo es la percepción de que dentro del equipo del presidente hay gran malestar por su estilo rijoso de mandar. Las renuncias públicas salen en cascada y las renuncias “hacia adentro” están ahí, latentes. Por lo que se sabe, varios colaboradores del presidente se sienten ofendidos por su estilo vulgar y corriente y muchos han optado por seguirle el cuento y dejar de lado cumplir con sus obligaciones; es decir: mantener el puesto para sobrevivir, dándole por su lado al presidente, y de ahí vemos los crecientes desencuentros entre la familia feliz. De qué tamaño será el enojo con López Obrador para que funcionarios de nivel prefieran renunciar al dinero y los privilegios a seguir esa farsa.

Germán Martínez y Josefa González son ejemplo del hartazgo que existe entre el primer círculo del presidente y de que prefieren salir de la nómina a aguantar sus loqueras. Ya para que un mal llamado servidor público prefiera el ostracismo a aguantar a Andrés Manuel y renunciar al presupuesto, le cuelga…

No quiero terminar sin citar el escándalo mayúsculo que causó el presidente al recortar a rajatabla dineros a los sistemas de salud. Eso es “inhumano”, como diría Germán Martínez en su famosa carta de dimisión. Dejar sin medicinas e insumos a los pacientes no tiene nombre, por más que el presidente se defienda con la careta de los ahorros del presupuesto. Quitar dinero a hospitales y negar medicinas es un crimen de lesa humanidad y punto. López Obrador se olvidó aquí de aquello de “primero los pobres” pues fue a ellos precisamente a los que daña con esas ocurrencias.

El presidente se ve encerrado en una campana de cristal. Su discurso de odio diario parece dirigido a otros países en otros lugares del mundo. No a los mexicanos. El presidente ya está aislado y de ahí que la realidad sea única e indivisible y López Obrador vea otro México. La ceguera “revolucionaria” es tal, que veo a un presidente al borde del precipicio y que ya no puede, ni quiere, dar marcha atrás. López Obrador camina casi solo hacia la nada. Sin que casi nadie de su equipo lo siga. Camina como zombie, como robot. Es un presidente que México está perdiendo.

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