Lia Thomas: El rey va desnudo

**La participación y la presencia de hombres que se “identifican” como mujeres en categorías deportivas femeninas es ya habitual. Pero el feminismo sigue luchando contra unas leyes trans que tienen como objetivo borrar a la mujer de sus propios espacios.

/ Paula Fraga @Paulafraga_ /

Érase una vez un rey que quiso hacer una aparición pública vestido con las mejores galas. Sus sastres, en realidad trileros, consiguieron convencerle de que las telas que lo cubrían eran tan extraordinarias que habría quienes, incapaces de admirarlas, no las verían. Un ropaje invisible para las vulgares miradas. Y así, convencido el rey y su corte, “vestido” por los estafadores para la ocasión, apareció desnudo ante un pueblo que permaneció callado. Hasta que un niño levantó la voz y dijo: “El rey va desnudo”. Primero, murmullo entre los allí presentes. Después, clamor. ¿Por qué habían obviado y observado silentes lo que se presentaba ante sus ojos?

Esto nos preguntamos hoy quienes llevamos años denunciando lo que las leyes trans o de identidad de género permiten en los países en que se han aprobado. Varones autoidentificados mujeres en vestuarios y baños de mujeres y niñas, compitiendo en categorías deportivas femeninas o ingresando en módulos de prisiones de mujeres.

Son sólo tres ejemplos de lo que los hombres, sin más requisito que su declaración de voluntad para el “cambio de sexo” registral, pueden hacer (y ya han hecho) gracias a leyes que comprometen la seguridad y los derechos de las mujeres.

Muchas conocerán ya el caso de Lia Thomas. Lia Thomas es un nadador que hasta hace tres años entrenaba y competía con otros hombres. Hace tres años dijo sentirse mujer y, tras una terapia hormonal que se ha revelado incapaz de eliminar las ventajas que tiene haber pasado una pubertad masculina (mayor resistencia física, capacidad pulmonar y fuerza muscular), ha comenzado a entrenar y competir con mujeres.

¿El resultado? Lia Thomas acaba de ganar el oro en la prueba de 500 yardas de natación del prestigioso campeonato universitario estatal estadounidense, la NCAA. Le ha hurtado el podio a la legítima ganadora Emma Weyant y ha impedido competir a Reka Gyorgy, quien mostró su disconformidad en su cuenta de Twitter por haberse quedado fuera de la final por un solo puesto, el ocupado por Lia Thomas. Su tuit protesta se hizo viral y, tras las denuncias masivas de los defensores de la injusticia, Twitter decidió suspender su cuenta.

Somos ya muchas las acosadas, amenazadas y canceladas por exigir juego limpio para las mujeres y que sus derechos y su trabajo no sean sacrificados en aras de una supuesta “inclusión” y “diversidad” que, en la práctica, significa que varones mediocres en categorías deportivas masculinas destaquen, batan récords y sean los primeros en categorías deportivas femeninas (y, por ende, las destrocen).

Yo misma he sido por esto cancelada. Tras otra campaña de denuncias masivas y de acoso con el falso y consabido pretexto de “transfobia”, Twitter ha suspendido de forma definitiva mi cuenta. No es la primera vez que sucede. Hace unos meses contaba en EL ESPAÑOL el linchamiento público, la censura y la persecución política que estamos sufriendo las feministas por hacer crítica jurídica a las leyes de identidad de género.

“No es sólo orwelliano que tengamos que denunciar la amenaza que esto supone al deporte femenino, sino también que quienes lo hacemos seamos, además de acosadas y agredidas, expulsadas del debate público”

En el texto contaba cómo estas plataformas privadas se están erigiendo en una suerte de jurisdicción privada que, de forma injusta y arbitraria, califican nuestra crítica política y jurídica como “discurso de odio” y que unilateralmente, vulnerando el derecho a la libertad de expresión y las normas jurídicas de los países en que operan, nos expulsan del debate público.

No es sólo orwelliano que tengamos que denunciar la amenaza que esto supone al deporte femenino, sino también que quienes lo hacemos seamos, además de acosadas y agredidas, expulsadas del debate público.

El caso de Lia Thomas ha causado un revuelo mediático a nivel mundial, un peak trans global imposible de obviar (llamamos peak trans a la toma de conciencia de que las políticas y las leyes identitarias que pretenden hacer pasar por feministas y progresistas son en realidad políticas y leyes reaccionarias, sexistas y acientíficas que suponen un retroceso sociojurídico y la vulneración de los derechos de las mujeres y de la infancia).

De ahí el nerviosismo de los lobistas y el acoso incesante que padecemos. Porque el logro de levantar el velo es nuestro. De organizaciones como Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, que lleva años denunciando lo que sucede cuando se aprueban este tipo de leyes, y de las miles de feministas que estamos saliendo a la calle para exigir su no aprobación; la dimisión de Irene Montero, que no tiene más causa en el Ministerio de Igualdad que la transgénero; y la derogación de las leyes autonómicas que vulneren los derechos de las mujeres y de la infancia.

El caso de Lia Thomas ha despertado la indignación social. Un grupo de cuarenta exnadadoras (algunas de ellas olímpicas y campeonas de la NCAA) y varias entrenadoras se han dirigido a la Junta de Gobernadores de la NCAA demandando medidas inmediatas para proteger a las atletas y denunciando el daño irreparable que se está haciendo a la natación al permitir que los varones compitan en las categorías deportivas femeninas.

Nadadoras que entrenan con Lia Thomas han denunciado también la inseguridad que les produce compartir vestuarios con este varón heterosexual que ahora se dice “mujer trans lesbiana” y al que no le importa incomodar a las mujeres en sus espacios mostrando sus genitales masculinos.

Deportistas como Michael Phelps han denunciado el sinsentido y el gobernador de Florida no reconoce a Lia Thomas como legítima ganadora. He aquí algunas de las muchas reacciones de condena suscitadas en todo el mundo.

“William Thomas ocupaba el puesto 462 en el ranking de nadadores cuando competía en su categoría deportiva, la de los varones. Ahora ocupa el número uno en la femenina”

Lo que los defensores de estas leyes decían que nunca iba a pasar lleva pasando años. No sólo es Lia Thomas. Recordemos el caso de Fallon Fox, un marine estadounidense que, autoidentificado mujer a los 31 años, comenzó a competir en artes marciales mixtas. En 2014, en el primer asalto de un combate, le partió el cráneo a su oponente Tamikka Brets. Hoy sigue presumiendo de la “hazaña”.

Estas, ni más ni menos, son las implicaciones prácticas de las leyes trans o de identidad de género en el ámbito deportivo. Puesta en riesgo del deporte femenino, y amenaza a la seguridad y la integridad física y emocional de las mujeres y las niñas deportistas.

William Thomas ocupaba el puesto 462 en el ranking de nadadores cuando competía en su categoría deportiva, la de los varones. El mismo William, por obra y gracia de su nuevo nombre y una terapia hormonal que no elimina la ventaja competitiva, ocupa ahora el número uno compitiendo en una categoría deportiva, la de las mujeres, a la que ni por sexo, ni por legítimo derecho, ni por pretextos de reconocimiento de diversidad, pertenece.

No habrá cierre de cuentas, acoso ni linchamiento que nos impida seguir exclamando que el rey va desnudo. El mismo murmullo que despertó aquel niño es el que llevamos años generando las feministas críticas con las leyes de identidad de género. El peak trans global es un hecho y nuestro mérito. Como lo será frenar esta reacción neosexista que amenaza la seguridad y los derechos de las mujeres.

J. K. Rowling, Michael Phelps, asociaciones de deportistas, organizaciones de feministas, juristas y otros profesionales… Cada vez son más las voces que se levantan contra esa irracionalidad queer que pretende convertir en delito o en discurso de odio afirmar la existencia del sexo biológico.

Primero murmullo, ahora clamor social. El fin de esta distopía generista será pronto realidad.

*** Paula Fraga es abogada especializada en Derecho penal y de familia. Publica en Elespañol.com