/ Por Peniley Ramírez /
Génesis Jiménez tiene 15 años y desapareció en Puerto Escondido, Oaxaca, el 13 de abril. Tiene un lunar grande, debajo de la nuca, y cabello largo, castaño oscuro. Mientras escribo esta columna, sigue desaparecida, al igual que otras niñas y niños en Méque salieron a la tienda, fueron a la escuela, fueron cooptadas para trata, vendidas a familias que no podrían tener hijos, o engañadas para obligarlas a hacer trabajos forzados.
Desde el inicio del gobierno de Felipe Calderón, en diciembre de 2006, han desaparecido en México y no han sido localizados 13,543 niñas y niños, dicen las estadísticas del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas. Cuatro de cada 10 de ellos desaparecieron en los tres años y medio que lleva el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Angélica Barrón tiene 16 años y desapareció el 14 de abril en Tultitlán, Estado de México. Llevaba una playera blanca, un pantalón azul, tenis. Tiene una cicatriz por una herida en la mejilla derecha. Las estadísticas muestran que la situación ha empeorado desde el inicio de 2020. Tiene como principales víctimas a niñas entre los 12 y los 17 años. Además de los casos que se denuncian ante la Fiscalía federal, los estados con más menores desaparecidos, que no han sido encontrados son, en ese orden, Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Nuevo León, Zacatecas y Tamaulipas.
Informes oficiales muestran que muchas de las desapariciones de adolescentes en el Estado de México se deben a que reclutan a las niñas y niños a través de las redes sociales, principalmente para explotarlas laboral y sexualmente. Un informe publicado esta semana por la Organización de las Naciones Unidas, después de una visita oficial a México el año pasado, señaló que la militarización del país está asociada a la epidemia de desaparición y violencia, a la crisis institucional de atención a los derechos humanos y a la “impunidad casi total” en el país.
“Uno de los grandes problemas de la infancia es la invisibilidad. Tenemos niños asesinados en masacres a sus familias, niñas desaparecidas y asesinadas, y muchos casos en los que las autoridades no cumplen con los protocolos de búsqueda”, me dijo Juan Martín Pérez García, activista por los derechos de la niñez y coordinador de #TejiendoRedesInfancia. Esta semana, varias niñas desaparecidas en Nuevo León y Oaxaca atrajeron mayor cobertura de la prensa, pero los activistas dicen que su normalidad es lidiar con el desinterés. “El problema de México es que un volante, un folleto, una ficha de desaparecido es tan común que no hemos vuelto indiferentes como sociedad”, me dijo la abogada Selene Rodríguez.
Andrea Brandy tiene 17 años. Salió de su casa y luego desapareció en Mérida, Yucatán, el 10 de abril. Vestía un vestido gris, un saco negro, tenis. Por más escalofriantes que sean las cifras, por más trabajo diario de colectivos, organizaciones y autoridades para localizar a miles de niños, la epidemia no ha hecho sino empeorar. Pérez García asegura que muchos estados no se inicia una búsqueda inmediata de los menores, cuando desaparecen, y aún se le dice a la familia que la persona desaparecida “quizá está enojada o se fue con el novio”. “En el caso de menores, aunque se hayan ido por su voluntad están en peligro y las tres primeras horas tras la desaparición son claves. Necesitamos que las autoridades actúen mucho más rápido”, me dijo.
Rodríguez lleva años localizando personas en la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos, una organización que ha encontrado a más de cinco mil personas y aún busca a más de 600. Sus colaboradores se mantienen con donativos privados y les dan asesoría legal. “No estamos deteniendo los casos. Tenemos cada vez más chicos que engañan y se llevan a otros adolescentes para trabajar para el crimen organizado”, me dijo Selene.
Olivia Pablo, de 13 años, desapareció en Los Reyes La Paz, Estado de México, el 9 de abril. Vestía tenis, pantalón de mezclilla y una sudadera. Los números muestran que la violencia familiar, la pobreza, la falta de oportunidades, pone en mayor peligro a miles de niñas y niños; a los que aún están en sus casas y a los que aún no hemos encontrado.