Lo ocurrido ayer en el legislativo tiene varios ángulos de análisis pero un solo reto, remontar la curva de aprendizaje lo más pronto posible, por todos los riesgos que implica.
Aparentemente por estrategia política la oposición tiene marcaje personal sobre todos y todas las diputadas, pero el trasfondo es cultural. Los violentaron a ellos y ellas y ahora, con la batería de la experiencia, aplican la misma dosis letal contra las y los noveles legisladores.
Cuidar la imagen de sus lideres, saber quien tiene fortalezas para subir a tribuna por el momento, crear un plan para cubrir debilidades y prepararse con talleres en derecho parlamentario, resulta urgente y necesario, mientras se deconstruyen los esquemas patriarcales que ponen a las mujeres a competir unas contra las otras, para deleite de los observadores que gozan descalificando a las mujeres.
Las diputadas con mayoría no tienen porque ponerse a discutir, no hay necesidad. La rudeza innecesaria que quede de donde viene sin más.
Muy desilusionante es ver como se siguen reproduciéndose los hechos patriarcales de la lucha por el poder y, tal como alerté en mi columna, http://indicepolitico.com/patriarcado-como-problema-sororidad-como-respuesta/, “El incremento de la violencia política contra las mujeres es directamente proporcional al aumento de su participación política en los espacios de poder público del país”, porque el patriarcado usa a las mujeres en contra de las mujeres.
Como señal Bordieu, el uso de la violencia simbólica por el patrón “es invisible para sus propias víctimas,(…) las relaciones de dominación no se sustentan en decisiones conscientes, sino que están ocultas”. Lo personal es político y lo político es personal.
Hasta que entiendan las mujeres que las luchas de poder entre ellas solo replican acciones y discursos de dominación patriarcal, difícilmente podrán avanzar en contra de las violencias. La sororidad define Marcela Lagarde es “el apoyo mutuo de las mujeres para logar el poderío de todas”.