**CON SINGULAR ALEGRÍA .
/ POR GILDA MONTAÑO
Y allí estaba pues, al fin, el Dios de México. En el centro del país, de nuestro entero país: México. Casi llenó el Zócalo. Y llegó apachurrado y medio. Pero que importa. El sentía maravilloso que todos lo quisieran tanto. Fotos por dondequiera. Detrás, Claudia lo seguía. Y su secretario de Gobernación también. Allí iba Adán, queriendo protegerlo. Fueron casi cinco horas de caminata hasta llegar, y habló y habló: una hora y seguía. Miles de mujeres y hombres, formando una vaya, lo protegían. Estaban vestidos, como usted, como yo, con su gorra blanca.
Recojo lo que creo más significativo que dijo cuando empezó a hablar: me refiero a los 60 mil millones de dólares, –el año pasado, fueron 51.5, al cerrar el año–, la principal fuente de ingreso que tiene nuestro país, la de los migrantes mexicanos. Los cuarenta millones que están en Estados Unidos trabajando, para los cuales pidió respeto a quienes lo gobiernan. Somos su principal socio comercial. Recuérdenlo.
Habló de una memoria histórica. Por eso, se honró a Leona Vicario, el año pasado; a Ricardo Flores Magón, este año: “Solo el pueblo, puede salvar al pueblo”, decía; a Francisco Villa, que será el que entra. Dijo miles de cosas maravillosas, del deber ser. Ojalá y así estuvieran todas las de este país. Habló de una distribución más justa de la riqueza. “Es indispensable la justicia”, dijo. Hablo de felicidad, de paz, de libertad. Y vivir sin miedo. Todo en beneficio de los más pobres, marginados, y humillados. “Por el bien de todos, primero los pobres”, dijo. Habló de un gobierno democrático. De un México que debe ser.
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¿Usted cree, querido lector, que sea justo que hoy exista una manifestación, o acompañamiento, o lo que sea que sea, que haya fabricado López Obrador, el presidente del país todavía más poderoso de América Latina, para que se sienta verdaderamente honrado, como señor y salvador del universo? Yo me moriría de vergüenza si fuera él, después de la terrible manifestación de parte de su pueblo, –al que no acarrearon y sí se presentó lleno de enojo–, y me sentaría a tratar de solucionar el problema, pidiéndole, al único líder sensato que en este momento tiene, dentro del Senado de la República, que lo apoyara. (Yo por allí no lo vi. Me gustaría saber si fue invitado).
Pero no. No puede contra los designios que piensa, Dios le dio, y que el creyó que eran de por vida. Su alter ego, no le deja reaccionar, y le hace hacer cosas verdaderamente catastróficas. Como gastar mucho, mucho dinero, en la traída, acarreo, dádivas, de toda esa gente que trabaja en los gobiernos: federales, estatales, municipales… y venían muertos de cansancio, a verlo decir, como en cada mañanera, cosas vertiginosamente horrendas, y burlarse de todos y de todo, al mismo tiempo. Ese no es un buen ser humano que se ocupe de y por su pueblo. Dicen que se gastó 50 mil millones de pesos.
Y yo me pregunto: ¿por qué no darle este dinero a los más necesitados, o a lo que alguna vez fue el Seguro Popular; o las medicinas para los niños de cáncer; o para los centros médicos de todos los lugares del IMSS, ISSSTE, ISEMYM, DIF… del Sector Salud en su conjunto? O las guarderías, o todo lo que de sopetón se le ha ocurrido quitar.
De verdad que yo no lo entiendo. Si ya salieron a la calle, cerca de un millón de personas, ¿qué necesidad tiene de estar demostrando que él también tiene el músculo suficiente para organizar otro hoy?
Debería de estar muy muy agradecido a la vida, porque casi todo el país es de Morena. Pero debe tener mucho cuidado, vamos, cuidar su movimiento, porque este está en este momento descuartizándose, porque no le hace el menor de los casos a la Cámara de Senadores con Ricardo Monreal a la cabeza: hombre inteligente, sensato, tranquilo, mesurado y… en espera de otro fregadazo más, como los que le ha dado su excelencia.
El día de hoy, no vi ni a Porfirio Muñoz Ledo, ni a Elena Poniatowska, ni a Dante Delgado, que han sido muchos años, mucha vida, cercanos a él. México tiene muchos partidos políticos, y el no es el dirigente de uno solo.
Vivimos en un país exageradamente pobre. Y en cuatro años, debe usted añadir a 4 millones de mexicanos, sus hermanos, los míos, más. Se me estruja el corazón y ya no sé ni qué decir. Pero cuando leo que 86.9 millones de mexicanos como yo, como usted, que han nacido en este suelo, en esta bendita tierra, tienen alguna carencia social importante: que no cuentan con educación, ni salud, ni vivienda, ni empleo, ni agua, luz, gas, teléfono, transporte, ni co-mi-da… no tengo ya nada que argumentar. He visto a los señores y a sus compañeras ir a sacar comida de los basureros, ¡para darles de comer a sus hijos!, y se me parte el alma. ¿Es que ya somos muchos?
Necesitamos a un México nuevo. Y volver a ser la 8ª. potencia de este adorado planeta que se llama Tierra, en el que venimos a vivir. Con el pueblo todo, sin el pueblo nada. “Nunca vamos a traicionar al pueblo”, dijo Juárez. “Nada se logra, sin amor al pueblo”, dice él. La política es humana, cuando se practica en bien de los pobres. Hagamos la revolución de las conciencias…
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