Muertos en el desierto .

LINOTIPIA

/ Peniley Ramírez /

La última vez que Elena González vio a su mamá, ella le prometió que le haría una fiesta de 15 años “como nunca antes la había visto nadie en el pueblo”. La madre de Elena salió de Ignacio de la Llave, un municipio de Veracruz, y se fue al norte. Durante más de 20 años, Elena vivió con la duda. No sabía si su madre la había abandonado, o había muerto en el desierto de Sonora, que separa ese estado mexicano de los áridos terrenos de Arizona, en Estados Unidos.

Acudió a todas partes, pero nadie le ayudó a encontrarla. Hasta que dio con un grupo llamado Colibrí, una pequeña organización que ayuda a identificar los restos de migrantes desaparecidos en toda la frontera sur de EU. Colibrí toma muestras de ADN de los familiares. Los compara con restos almacenados, a veces por años, sin identificar.

Colibrí no es la única organización en EU que hace un trabajo que normalmente correspondería a los gobiernos. Otros grupos de voluntarios, como los Armadillos Azules, se adentran en el desierto. Buscan a migrantes que estén perdidos, o sus restos, para llevar algún consuelo a sus familias.

Hace unos meses, la organización periodística Futuro Media me contrató para dirigir Futuro Investigates, su nueva unidad investigativa, como una de sus productoras ejecutivas. La primera historia que acompañé fue una investigación sobre cómo las políticas públicas en EU han contribuido a la muerte de más de 8 mil migrantes en su frontera suroeste desde 1998. Este viernes, publicamos esa historia.

Las reporteras Julieta Martinelli, Roxanne Scott y Jess Alvarenga, junto con Maria Hinojosa -la otra productora ejecutiva de Futuro Investigates-, fueron al desierto, hicieron solicitudes de información, obtuvieron datos de migrantes fallecidos, entrevistaron agentes y exagentes de la Patrulla Fronteriza.

Faltaba una parte esencial de la investigación: encontrar una persona que nos ayudara a entender cuáles son las huellas que deja en las familias la desaparición de los suyos en el desierto. Luego, el equipo entrevistó a Elena. Su historia explicaba esa parte que no explica ninguna estadística: qué significa una política pública para un ser humano.

También obtuvimos copia de llamadas al 911 de migrantes desesperados en el desierto. Los operadores les ponen música relajante y les piden que esperen. Mientras, los migrantes gritan: “seño, seño, ayúdeme, por favor”. Debatimos mucho en el equipo si debíamos publicar las llamadas. Entendemos cuán traumático será para un familiar escuchar ese momento de agonía. Al final las publicamos, considerando que hay un gran interés público en exhibir cómo las autoridades tratan a estas personas, y que hacerlas públicas puede ayudar a saber qué pasó con ellas.

Creo que el periodismo contribuye a cambiar las cosas. Espero que en este caso, así sea.

En colaboración con los colegas del Centro Fronterizo de Periodistas y Blogueros analizamos cientos de datos. Confirmamos que las estadísticas de fallecidos que hace otra organización, Humane Borders, son más completas que las que recopila la Patrulla Fronteriza.

Estas organizaciones se financian con sus propios recursos, a veces vendiendo tamales. En cambio, la Patrulla Fronteriza tiene un presupuesto multimillonario. La institución tiene un área de búsqueda y rescate. Sin embargo, allí están las organizaciones buscando a los migrantes en el desierto, ayudando a crear una estadística de dónde se encontraron los restos, identificándolos.

En los meses siguientes, confirmamos que una parte -no sabemos cuántos- de los rescates que la Patrulla Fronteriza usa para obtener su presupuesto son, en realidad, migrantes que estas organizaciones han localizado en el desierto.

Finalmente, supimos qué pasó con la madre de Elena. No lo contaré, porque se revela en el podcast que acompaña la investigación. Seguir su caso nos ayudó a entender cómo las políticas públicas estadounidenses han ido acorralando a los migrantes, durante las últimas tres décadas, a cruzar la frontera por terrenos cada vez más peligrosos, como el desierto de Arizona.

Durante los meses que trabajamos en esa investigación, Hinojosa, que ganó este año el Premio Pulitzer, nos decía: ¿y quién le pide cuentas a Estados Unidos por esta crisis humanitaria? Ahora, yo me sumo a esa pregunta, ¿quién?