Juan Villoro
La Tota” Carbajal entró a la mitología como el primer futbolista en disputar cinco Copas del Mundo, y hace unos días, a los 93 años, se despidió del mundo para confirmar su rango de leyenda.
“La Tota” perteneció a la época en que las madres lavaban las sudaderas de sus hijos y los porteros custodiaban el arco a mano limpia. “Gato con guantes no caza ratón”, decían. Carbajal se despidió en el Mundial de Wembley alzando los cinco dedos torcidos por la metralla que representaban su estadística de gloria.
Los demás datos aludían al sufrimiento. Defendió la cabaña de la selección con el peor récord mundialista. Mártir crónico, cada cuatro años emulaba a Juan Escutia, lanzándose al vacío envuelto en la bandera. Aunque nadie enfrentó con tanta grandeza el infortunio, también demostró que incluso para los mexicanos el triunfo puede ser posible. El 7 de junio de 1962 celebró su cumpleaños en el Mundial de Chile con el partido en que México derrotó 3-1 a Checoslovaquia, que sería subcampeona del torneo.
Nacido en la colonia San Rafael de la Ciudad de México, “La Tota” padeció las golpizas de un padre enemigo del futbol que revisaba sus botines para saber si había jugado. Como Albert Camus, eligió la portería porque es la posición en la que menos se gastan los zapatos. Así mitigó el encono de su padre y se congració con los vecinos, pues era el único niño que impedía que los balones rompieran las ventanas.
De manera curiosa, esa actividad profetizó su último trabajo: “La Tota” no vivía de sus hazañas en los estadios sino de un negocio llamado Vidrios Carbajal.
En 1942 debutó en el Oviedo, cuyo arquero suplente era José Alfredo Jiménez. Dos mitos nacionales coincidieron en el área chica. José Alfredo se dedicaría a cantar las derrotas del corazón y Antonio las viviría en la cancha.
Fugaz portero del España, se consagró en el León, donde jugó de 1950 a 1966. Bajo la sudadera negra, llevaba la camiseta de los Panzas Verdes.
En mi libro La figura del mundo. El orden secreto de las cosas, lo recuerdo de este modo: “El satélite decisivo de mi generación llegó con un apodo: el Pájaro Madrugador… El Mundial de Inglaterra dio al futbol prestigio sideral. Suena ridículo, pero nos sentábamos ante la televisión con la emocionada reverencia de quienes cumplen una misión de alta tecnología, como si también nosotros estuviéramos en órbita.
“Inglaterra 66 representaba el regreso del futbol a su lugar de origen en un momento en que el planeta giraba al compás de los Beatles. El swinging London de las minifaldas y las melenas sería la sede de un cotejo en el que los dioses, siempre adversos, decidieron que México compartiera grupo con el anfitrión y con otros dos rivales de calibre, Uruguay y Francia.
“La Copa Jules Rimet fue robada poco antes de la patada inicial. Mi padre, que admiraba a Sherlock Holmes, dijo con toda tranquilidad que la encontrarían de inmediato. En efecto, el sabueso Pickles dio con ella en unos arbustos. El trofeo fue perdido y recuperado de una manera tan perfectamente inglesa que desde entonces se supo quién lo ganaría…
“Si en Chile 62 Carbajal lució en grande, en Inglaterra 66 Calderón dejó mucho que desear… En el tercer partido, ante Uruguay, México volvió a la normalidad e incluyó en la portería a Antonio Carbajal, que así llegó a cinco Mundiales, récord que mantuvo durante 32 años hasta que lo empató el alemán Lothar Matthäus. La decisión de Trelles fue certera en lo sentimental, pero también en lo futbolístico. ‘La Tota’ dio un partido espléndido y mantuvo imbatida su portería…
“Curiosamente, ‘La Tota’ había salido a la cancha con guantes de portero. Esas prendas eran tan novedosas que él ni siquiera tenía unas de su propiedad. Se las prestó un portero inglés por si llovía en el partido y necesitaba atrapar un balón húmedo. Pero en su primera salida, Carbajal soltó la pelota, se despojó de los guantes y jugó como siempre lo había hecho: a mano limpia.
“Una época terminaba ese día. Los balones dejarían de ser de cuero crudo, se permitirían cambios en los partidos, las transmisiones serían a color, los árbitros usarían tarjetas. Antes de ese juego, ‘La Tota’ no había tomado la decisión de retirarse, pero en el pasto de Wembley supo que había llegado su momento”. Ese día, no se iba él: se iba el tiempo.
Ya inmortal, el héroe de las manos desnudas ha vuelto a decir adiós.