/Eduardo Sadot /
Cuando Maquiavelo escribió su Príncipe, dedicado a Lorenzo de Médicis nieto de Lorenzo de Médicis el Magnifico. Como es sabido y se presume que nunca lo leyó.
Hoy los gobernantes – como todos – están en proceso de aprender a gobernar, muchos de ellos, ni siquiera soñaron en llegar a ser gobernantes, pero llegaron. A algunos, les llegó la oportunidad sin buscarla, ello se ha reflejado en sus carencias para gobernar.
Una de las virtudes de un gobernante, debe ser, saber escuchar y escuchar con atención, desde una óptica lo más cercana para aprender y comprender y lo más distante para no involucrarse al grado de dejarse seducir por el oropel del poder, con las lisonjas fáciles y las intrigas palaciegas.
Otra virtud indispensable es la capacidad de reunir en su entorno a las mejores mujeres y hombres de su reino – de su circunscripción territorial – o el ámbito de influencia de su espacio de gobierno. Se necesita talento para hacerlo.
No importa ser delegado, presidente municipal, gobernador, o presidente de México, la responsabilidad y su imagen frente a quienes gobierne es la misma, al final todos los políticos y gobernantes terminan siendo lo mismo, como dijera mi padre son como las piezas de ajedrez, al final de la partida, todos terminan en la misma caja.
En la vorágine del poder, muchos se olvidan hasta de las cosas sencillas, el saludo a sus amigos, ninguno tiene la sensatez de hacer una lista de aquellas personas que en algún momento de sus vidas, convivieron o formaron parte de su formación, por la convivencia o porque circunstancialmente, se conocieron y que en el poder nada les cuesta hacer una llamada diario a distintas personas.
La política es ingrata al final de cuentas tanto, para quienes están cerca de las mujeres y hombres del poder o en el poder y para quienes lo ejercen.
Recuerdo la anécdota que me contara mi maestro Mario Rosales Betancourt cuando él colaboró con el director de canal trece, Don Enrique González Pedrero, que un funcionario al dejar de serlo solicitó como era común estando en el cargo, le prestaran películas para pasarlas en su sala de cine privada, en su casa, antes algunos funcionarios tenían sala de cine en sus casas, a mí me toco alguna vez asistir a ver dos películas a la casa del licenciado Echeverría. La solicitud del exfuncionario se negó, pues ya había dejado de ser funcionario.
En política hay que aprender a no ser, porque ser es muy fácil, dejar de serlo es lo difícil, el año más difícil para un gobernante es el séptimo año, y es para ese séptimo año, para el que deben dirigir sus pasos en el poder los gobernantes.
Otro exgobernador, del Estado de Nayarít, con gran sabiduría me comento un día, al exhortarle a seguir teniendo participación y presencia política, seguir sirviéndole a su patria, me contestó, “Eduardo los ex somos ex”. Muchos de los funcionarios de hoy, no están preparados para dejar de serlo, hasta los más aplaudidos no creen que la fascinación y los aplausos, son pasajeros, hasta los que sienten que son alabados, se les olvida que Benito Mussolini, aclamado por las multitudes, terminó con los testículos en la boca y sus restos arrastrados por las calles de Milán, si no gustan de leer historia, ignoran que no saber historia, les condena a repetir errores.
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