Por: Yetlaneci Alcaraz y Marco Appel.
Advertencia: El siguiente informe puede resultar perturbador para algunos lectores.
La violencia conyugal, una de las expresiones más comunes de la violencia de género, no conoce fronteras ni culturas. En Europa migrantes mexicanas, y por supuesto de otras nacionalidades, la padecen de forma constante. Esta investigación quiere llamar la atención en ello y visibilizar la dura batalla que tienen que enfrentar mujeres -de todo tipo de estrato social- cuando enamoradas deciden dejar su vida en México y comenzar otra al lado de sus parejas… que resultan violentas. Se centra principalmente en cuatro países: Alemania, España, Francia y Bélgica porque son los territorios de Europa en los que se ha incrementado la migración mexicana -marcadamente femenina- en los últimos años. Las aquí presentadas son historias que importan porque pertenecen a víctimas que, por ser migrantes y mujeres, no son visibles ni están representadas dentro de la sociedad europea ni en los medios de comunicación.
/ Esta investigación fue posible gracias al apoyo del Pulitzer Center. /
Berlín/Bruselas—La mexicana Berenice Osorio de Viana murió la madrugada del 9 de enero de 2018 a causa de la puñalada que le propinó su compañero belga, Tom Pattyn, con un cuchillo de cocina de casi 20 centímetros de largo en la casa que compartían en el poblado de Kasterlee, Bélgica. Las hijas de la pareja, de sólo 2 y 6 años en ese entonces, dormían en su habitación y no se enteraron de que su madre -de 32 años- agonizó en el jardín de la casa.
Siete meses después, la noche del 11 de agosto de 2018, otra mexicana, Jessica Astorga, murió asfixiada por su esposo francés Pierre-Olivier Labastida Garnier al interior de su departamento en la ciudad francesa de Lyon. Alterado por el consumo de heroína, el hombre lanzó el cuerpo de la joven de 26 años por la ventana del tercer piso del edificio donde vivían, pretendiendo simular un suicidio. Dos días después él mismo se presentó en la comisaría de Valence y confesó haber mentido para maquillar su crimen.
Mientras tanto, en Alemania, Paola Rivas vivió aislada y encerrada en su departamento la semana previa a la Navidad de 2017 cuando Dirk*, su esposo alemán, tomó a la hija de ambos de un año de edad y se fue a casa de sus padres sin decir cuándo volvería. Al irse la dejó sin un euro en la bolsa, con el crédito de su teléfono celular en cero, sin conexión a internet, ni televisión o radio y sin un juego de llaves para, en caso de querer salir, volver a entrar en el departamento en el que vivían en la ciudad alemana de Münster. La mexicana pasaría los siguientes siete días incomunicada hasta que su instinto de supervivencia le ayudó a descubrir en la esquina de una de las habitaciones de su casa una señal gratuita de internet. Fue así que logró pedir ayuda en un grupo en Facebook de mexicanos para que alguien le llevara comida y un poco de dinero.
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La violencia conyugal, una de las expresiones más comunes de la violencia de género, no conoce fronteras ni culturas, y en Europa migrantes mexicanas la padecen de forma constante.
Llevadas por el enamoramiento y la ilusión de formar una familia, mexicanas provenientes de todo tipo de estrato social deciden dejar trabajo, familia y país para seguir a sus parejas. Otras más, encuentran sus relaciones al haber ya migrado por cuestiones de estudios o trabajo. Bajo ambas circunstancias, pero sobre todo en la primera, suceden casos -no pocos- en los que se topan con una realidad distinta a la esperada: aislamiento, depresión, maltrato físico, sexual, psicológico y económico e incluso la muerte.
La punta del iceberg
Tan sólo la red diplomática y consular del gobierno mexicano ha brindado entre enero de 2011 y diciembre de 2021 asistencia y protección a 388 mujeres víctimas de violencia doméstica. Esto significa que, en promedio, cada mes, tres mexicanas requieren protección consular por este motivo dentro de los países que integran la Unión Europea además del Reino Unido y Suiza.
De la información oficial -obtenida por los periodistas a través de la ley de transparencia y acceso a la información del gobierno mexicano- se desprende que los países en donde mayor número de casos se han registrado son Alemania con 110; Francia con 75; España con 62; Italia con 45, Reino Unido con 40 y Bélgica con 13. Cabe aclarar que tales números corresponden sólo a casos en donde la autoridad consular ha brindado asistencia y protección, pero no significa que representen todo el universo.
Y es que conocer la verdadera dimensión del fenómeno no es sencillo. De hecho, los números arriba señalados no refieren casos concretos de violencia conyugal, sino de violencia doméstica, que no es lo mismo. La red diplomática y consular del gobierno de México -informó la SRE en su respuesta oficial- no genera reportes periódicos sobre el número de mujeres mexicanas víctimas de violencia de género en el exterior, sino sólo los ya citados casos de violencia doméstica.
Por su parte, dos de los países en los que se ha centrado esta investigación -Francia y Bélgica- tampoco cuantifican la violencia de género entre sus residentes extranjeras, lo que ya indica una postura sobre el tema; en Alemania, si bien la Oficina Federal de Criminalidad (BKA, por sus siglas en alemán) elabora desde 2015 estadísticas sobre violencia en la pareja y hace un desglose por nacionalidades, sólo lo hace para las que ocupan los seis porcentajes más elevados. Sobre víctimas provenientes de Latinoamérica no se conoce el dato. Y España, como país de referencia en violencia de género y su combate, es el único que reporta anualmente un informe detallado sobre el tema.
Informes alternos de organizaciones no gubernamentales revelan que las mujeres migrantes en ese país están sobrerrepresentadas en las estadísticas de violencia contra la mujer: 33 por ciento de las víctimas mortales entre 2003 y 2019 fueron extranjeras, y en casos de denuncia por violencia de género, el número señala que mientras que por cada mil mujeres extranjeras, existen 24 víctimas; sólo hay 6 cuando se trata de mujeres españolas autóctonas.
Migración con rostro femenino
Para tener una idea más clara de la presencia de mexicanas en Europa hay que mirar los datos demográficos de la OCDE: Hasta el 2020 la migración mexicana en el denominado viejo continente era en su mayoría femenina. En los siete países europeos donde se concentran los mexicanos (España, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Suiza y Bélgica), el 59,5% son mujeres (casi 73.000).
Otro dato revelador -obtenido por los periodistas en los organismos estadísticos de cada país- es que entre 2010 y 2020, un total 8 mil 616 mujeres mexicanas contrajeron matrimonio con ciudadanos de Bélgica, Alemania, España y Francia emigrando a sus respectivos países.
Para ver los gráficos interactivos, visite Underground Periodismo.
El duelo migratorio
Quien ha migrado lo sabe: en el camino se pierde el idioma, la familia, la cultura, los amigos, el estatus social y profesional y uno se vuelve especialmente vulnerable. Es lo que se conoce como duelo migratorio. Nadie se libra de ello y menos las mujeres, cuya migración no tiene que ver con motivos relativos al estudio o al trabajo, sino con la idea de formar una familia propia.
En la mayoría de los casos que conciernen a esta investigación, la mujer llega a un país que no conoce, en donde se habla un idioma que no entiende, con una cultura diferente a la propia y dependiendo económicamente de su esposo o pareja.
“Se cae en una vulnerabilidad, en un acto de sumisión y dependencia ante cualquier figura de autoridad: desde las personas de la aduana, los suegros, el marido…Hay toda una reestructuración de la personalidad que no es fácil”, explica Ana Andón, psicóloga mexicana residente en Francia.
Explica que esa clase de duelo es una especie de regreso a una etapa infantil, en la que la persona que migra no tiene la capacidad suficiente para procesar la cantidad de cambios profundos que experimenta.
De acuerdo con los teóricos del duelo migratorio, antes de que una persona pueda finalmente adaptarse a otro país es normal que atraviese por períodos de negación, ira y depresión que podrían durar muchos años.
Andón se enfrentó ella misma a esas dificultades cuando a los 45 años emigró a Francia y, a pesar de que llegó en condiciones económicas privilegiadas, “comenzó a estar muy en contacto con todas esas emociones”. Para poder continuar con su actividad profesional, ella tuvo que autoemplearse dado que todas las competencias que había adquirido en México como psicóloga no eran igualmente valoradas en el mercado laboral francés.
Y es que una de las pérdidas más importantes que resiente una persona que migra, además de la familiar, es la del estatus social, el cual no tiene que ver con un tema de riqueza material sino con el reconocimiento a las capacidades profesionales en el país de origen.
“No se trata tanto de cuánto tenías en México desde un punto de vista económico, sino de quién eras (socialmente): la licenciada, la doctora, la ingeniera, la gerente… Cuando vienes (a Europa) y los gobiernos te dicen, ‘pues usted tendrá toda la experiencia del mundo, pero si no tiene un papelito (título) de aquí, váyase a limpiar’, prácticamente te están diciendo que no estás preparada”, señala Andón.
Aunque hay mucha información sobre el duelo migratorio disponible en internet, lo cierto es que la mayoría de las mujeres migrantes ignoran lo que es y requieren de un acompañamiento profesional para poder “ponerle nombre a sus sentimientos”, entender lo que les pasa e intentar reducir una vulnerabilidad que puede exacerbar la violencia conyugal.
“(Cuando se migra) se cae en una vulnerabilidad, en un acto de sumisión y dependencia ante cualquier figura de autoridad (…) Hay toda una reestructuración de la personalidad que no es fácil.”
Ana Andón, psicóloga mexicana (París, Francia)
Sandra García es una psicóloga mexicana que vive en la ciudad francesa de Lyon. A raíz del asesinato de Jessica Astorga, en noviembre de 2018 fundó la Asociación Mujeres en Francia, que hoy funciona como colectivo. Ese crimen, dice, “rompió el cuento de hadas” que se imaginan vivirán muchas mexicanas que enamoradas emigran con sus parejas europeas.
Animada por el cónsul honorario de México en Lyon, Thierry Bonnet, García comenzó a organizar videoconferencias -entre no más de 10 personas- con el objetivo de hablar sobre el tema del duelo que provoca dejar el país natal.
“Lo hacíamos para comprender qué nos pasa durante ese proceso, (aceptar) que nos podemos sentir tristes aunque hayamos migrado por decisión propia. Hablar de esa sensación de incomprensión de quienes te reciben y también de quienes dejaste, que te preguntan: ‘¿Por qué lloras si tú te quisiste ir?’”, explica.
Entre más consciente se esté de lo que es el duelo migratorio se puede atravesar de mejor forma, y una parte importante es la prevención, afirma García.
“Hay que crear una red de apoyo y un proyecto planificado de migración: ¿Cómo me adapto al país con la nueva personalidad que tendré allá, con un nuevo idioma? ¿Cómo me adapto a la cultura? Francia es un país de verdad muy complicado, súper frío (como sociedad). Es muy bonito cuando has logrado meterte (a él), pero no es el país más acogedor”, ejemplifica.
Los rostros del sufrimiento
Si bien el grupo de mexicanas más afectadas por la violencia conyugal corresponde a jóvenes migrantes de clase media, lo cierto es que cualquiera puede convertirse en víctima sin importar la edad ni la condición socioeconómica.
“La mayoría son mexicanas con estudios o que vienen a estudiar a Europa. Luego están las que se casaron en México y migraron, y hay otras que encontraron a sus parejas por internet y se instalaron acá”, explica la psicóloga mexicana Mariana Alba de Luna, quien llegó ella misma como estudiante a Francia en 1988.
Una muestra de esa realidad es el registro de nuevos permisos de residencia en la Unión Europea (UE) que ofrece Eurostat. Y es que, en promedio, 60% de ellos fueron adjudicados a ciudadanos mexicanos (hombres y mujeres) por motivos de “educación o estudios” o para ejercer una “actividad remunerada”, mientras que los restantes fueron otorgados por “formación o reunificación familiar” -donde se ubica el conjunto de mexicanas casadas con europeos- y “otras causas” que no se especifican.
España y Francia, por ejemplo, entregaron permisos de residencia por estudios a más mexicanas que mexicanos (60 y 53%), y del total de todos los permisos en ambos países (8,277) en 2019 -la cifra más actualizada y completa-, sólo 23% de los españoles y 14% de los franceses fueron adjudicados a mexicanas por motivos familiares.
“Sobre los casos que me ha tocado atender, todas tienen una carrera universitaria y, salvo una, provienen de fuera de la Ciudad de México”, refiere Greta Guzmán, una mexicana que apoya a otras mexicanas que sufren violencia conyugal en Francia y que a través de su compañía Vert Violeta ofrece asesoría para visibilizar y enfrentar esa problemática desde el mundo empresarial.
Sigue definiendo el perfil de mujeres a quienes ha ayudado: “Vinieron aquí porque se enamoraron de un francés, quien les prometió una vida mucho mejor en Francia y las trajo. Casi todas tuvieron que dejar su carrera de lado porque es muy difícil ingresar en el mundo laboral francés si no hablas el idioma a la perfección. Entonces casi todas trabajan en otra cosa distinta a su profesión o se dedican al hogar”.
Situación similar viven la mayoría de las clientas de Marta Matkowska, abogada de derecho de familia con larga experiencia defendiendo a mujeres latinas en Alemania y España para obtener la patria potestad de sus hijos: “Normalmente se casan en sus países y el esposo les dice que él trabajará mientras ella está en casa ocupándose de los niños al tiempo que estudia (el idioma). Luego resulta que no tienen dinero para las clases. Así que si la mujer insiste en salir a trabajar, normalmente es en un trabajo de medio tiempo en el que gana tan poco que lo mejor es quedarse en casa. Y el resultado es que apenas y tienen amigas, y las controlan mejor”.
Esa historia se repite en otros países europeos, incluso en España hablando la misma lengua.
“Muchas mujeres (mexicanas) que migramos a Europa nos ‘desclasamos’: venimos de un tipo de comodidad social en México (que perdemos). Llegas a vivir aquí con muchas expectativas. Te casas muy ilusionada y, si te va mal, es muy difícil aceptarlo”, explica Martha Angélica Brito, integrante de la Asociación Mexicanos en Zaragoza y Aragón, de España, y presidenta de la Federación de Asociaciones de Mexicanos en Europa.
“Hay canales de Facebook donde las mexicanas parecen vivir en una fantasía: (suben fotos con comentarios como) “ay, mi güerito”, “mi guapito”, “(miren) mi casa”… y al menos en España la mayoría vivimos en departamentos pequeños. En México, aunque vivas pobre, las casas son amplias y tienen patio; aquí no tienes espacio ni para invitar a amigos”, comenta.
Es en ese estado de ensoñación en el que llegan a vivir a Europa muchas mexicanas -como también hombres-, pensando que su vida automáticamente se transformará en otra llena de felicidad y dejando pasar por alto conductas que anuncian que la pareja es violenta por más europea que sea.
“Hay una romantización de la pareja, se tiene la idea de que ellos te van a solucionar todo y te van a llevar de la mano pero a veces ni ellos mismos conocen su sistema. (…) Muchas mujeres me dicen: ‘allá (en México, donde se conocieron) no era así’. Por supuesto que no, porque allá estaba en un medio fuera del suyo. Pero ya dentro de su país tiene que volver a entrar a sus parámetros para ser funcionales. No es que cambie. Él es así”, señala Alba de Luna.
“He tenido clientas que durante seis años nunca pudieron comprarse nada. Tenían que usar ropa del marido. A muchas de ellas les ayudé a escapar y me lanzaban su ropa por la ventana para luego decirle al marido que salían a comprar el pan y así poder salir de la casa. A ese nivel las tenían controladas.”
Marta Matkowska, Abogada en Alemania
Explica que esa idealización de que el europeo no puede ser un maltratador, aunado al desconocimiento que tienen sobre cómo funciona la administración y la sociedad, las deja indefensas frente a los abusos por parte de sus maridos o novios.
La experiencia de Marta Matkowska e Isabel Fernández de Castillejo, también abogada especialista en derecho de familia en Alemania y España, confirma que esa romantización de la pareja es un mito y un gran error. Al igual que en el caso de las víctimas, los agresores pertenecen también a todos los extractos sociales y económicos, aunque llama la atención dos perfiles definidos por las litigantes:
“En los pueblos, por ejemplo, hay hombres mayores, de más de 40 años, que buscan a mujeres jóvenes y les prometen todo. Les dicen que acá la vida es mejor y les aseguran que ellos cuidarán de ellas. Algunos piensan incluso que las quieren, pero también están convencidos que les están haciendo muchos favores, que están pagando tanto y haciendo mucho esfuerzo para tenerlas acá. Y la verdad es que muchas veces las tienen como esclavas del hogar, muy controladas y ellos son muy celosos. No quieren que se independicen. Son casos típicos en los que se adivina la violencia financiera”, asegura Fernández de Castillejo.
Por su parte Matkowska abunda al respecto: “He tenido casos de hombres que en realidad son pobres pero abren un perfil en redes sociales y esas aplicaciones de contactos en donde se muestran como en realidad no son. Ahorran dinero para irse a viajar a países como México y presumir de tener todo pero en realidad ni trabajo tienen. Muchos viven del Estado y conocen allá a mujeres inteligentes -doctoras, arquitectas, abogadas, etcétera- que venden todo lo que tienen para seguirlos. Y cuando llegan (a Europa) se encuentran con que no hay ni siquiera una cama en condiciones para dormir”.
¿Por qué muchas mujeres viven sometidas a tales situaciones? Alba de Luna lo atribuye, en parte, a los pensamientos enraizados en la cultura mexicana.
“Tienen miedo de desilusionar a los suyos (en México)”, dice la psicóloga, quien ha bautizado este fenómeno como “síndrome de la princesa azteca”, en el sentido de que muchas de ellas no quieren sentir la “vergüenza” de regresar a México tras un fracaso amoroso luego de que salieron del país colmadas de expectativas propias y de toda la familia.
“Y entonces -subraya Alba de Luna- ocultan a los suyos el sufrimiento que están viviendo; porque prefieren que las sigan viendo como ‘la europea’, la que ya tiene otro estatus de vida. Y así llevan una doble vida (…) Están dispuestas a pagar el precio caro por seguir soñando y quedarse acá. Van muy lejos antes de sacar el coraje, la valentía o el carácter. Aguantan muchísimo”.
“Dice que yo lo provoco”
Más allá de los datos oficiales brindados por el servicio consular mexicano, una aproximación más real al problema de la violencia conyugal contra mexicanas se puede tener dentro de las redes sociales.
Desde hace años Facebook y Whatsapp han funcionado como plataformas para que mexicanos residentes en distintas partes del mundo se comuniquen entre sí, intercambien información y formen comunidades. En años recientes han surgido además grupos cerrados exclusivos de mujeres quienes comparten ahí sus casos de violencia conyugal en busca de apoyo y asesoría, dando lugar a redes en las que mujeres ayudan a otras mujeres.
Como parte de un ejercicio que buscó acercarnos a la magnitud del fenómeno, Underground Periodismo Internacional preparó y posteó una encuesta sobre violencia de género en el ámbito doméstico dentro de algunos de estos grupos registrados en Alemania, Francia y Bélgica. En ellos se invitó a las mujeres a que contestaran de manera anónima el cuestionario y, en caso de quererlo, compartir su testimonio. Durante el mes en el que estuvo activa la encuesta se acercaron 23 mujeres, quienes aseguraron ser víctimas de sus parejas.
Tales son algunos de los motivos por los cuales dijeron haber sido agredidas. En la mayoría de los casos los agresores son esposos y en los otros se trata de sus novios o parejas. La mayoría de ellas han sido abusadas física pero también psicológicamente y en los casos en los que existen hijos otro abuso se relaciona con la amenaza de quitárselos.
Lo que ellas responden:
“En México conocí al que aún es mi esposo. Llegué a Francia sólo de vacaciones pero yo ya estaba embarazada así que me convenció de quedarme para que los niños tuvieran la nacionalidad francesa. Como teníamos planes de tener tres hijos, accedí. Me embaracé y dí a luz a mis tres hijos (aquí). Todo el tiempo viví sometida a él financiera y psicológicamente. Sufrí de violencia verbal casi desde que nació mi primera hija, porque no accedí a tener relaciones sexuales todo el tiempo. Desde ahí empezó mi sufrimiento. Pasé años soportando la misma situación hasta que le pedí el divorcio. Su respuesta fue atacarme. Intentó estrangularme. Ahora me encuentro en el proceso de divorcio y aún así no ha dejado de hacerme la vida imposible”
Anónima. Francia. Encuesta sobre violencia de género en el ámbito doméstico. Underground Periodismo Internacional.
Quien es miembro de este tipo de grupos dentro de Facebook sabe que con bastante regularidad -cuando menos dos por semana- aparecen testimonios de mujeres solicitando ayuda, consejos o simplemente desahogándose.
Aquí uno del 3 de agosto de 2022 dentro de un grupo de mujeres latinoamericanas en Alemania:
“Necesito un consejo. Discuto mucho con mi marido y lo último me dejó muy desanimada: por la mañana me trató de “tontita” y por la tarde -él salió a un tour de bicicleta con un amigo (estará fuera cuatro días)-, cuando fui al supermercado a hacer unas compras, me di cuenta que mi tarjeta bancaria estaba totalmente destruida y mi visa doblada por la mitad. Cabe destacar que él no me dejó ningún dinero al partir. En casa faltaban cosas y por suerte fui al super con una amiga y ella me prestó dinero. ¿Hasta qué punto es normal esto? Siempre me dice que no gaste en nada. La tarjeta la tengo de adorno porque siempre me arma problemas para que no compre nada. Actualmente no trabajo. ¿Hay alguna ley que me ampare? Esta es la gota que derramó el vaso y me quiero separar. Sólo que no sé por dónde comenzar”.
Consulados acotados … y cuestionados
A pesar de que prácticamente todas las embajadas mexicanas cuentan en sus portales de internet con teléfonos de emergencia y enlaces que brindan asistencia por violencia doméstica, lo cierto es que la mayoría de las mujeres afectadas no recurren a ellas.
Lo reconoce en entrevista el propio cónsul en Bruselas, Luis Ferrer: “(Entre 2018 y 2021) tenemos únicamente 12 casos registrados, lo que me parece bastante bajo. Esto es una confirmación de que el reto de la sección consular en Bruselas es poder llegar a más víctimas de violencia doméstica en Bélgica (…) ya que sabemos que hay muchos más casos; sin embargo, muchas mujeres son renuentes a acercarse a la sección consular por miedo a represalias de sus parejas y también porque les da vergüenza reportar los abusos sufridos”.
Algunas embajadas han hecho un esfuerzo por acercarse a ellas.
Por ejemplo, la embajada en Alemania -en donde se han registrado el mayor número de atenciones- comentó en una comunicación vía correo electrónico que busca “brindar información de fácil acceso y cada año celebra tres jornadas informativas sobre los desafíos que pueden enfrentar las familias binacionales, sobre salud mental y sobre inserción laboral (…) aspectos que atañen transversalmente a la violencia doméstica”. Esa representación también “presume que el número de personas con necesidades de orientación, asesoría y apoyo es mayor” a la que aparece en los registros oficiales.
Pero ese acercamiento es difícil de lograr. La psicóloga mexicana Mariana Alba de Luna, que entre otras funciones es consejera científica de la Sociedad franco-mexicana de psiquiatría y salud mental, relata que en 2020, durante la pandemia, dos colegas de su organización tuvieron la idea de crear un grupo de escucha para víctimas de violencia conyugal y convocar a una reunión en el consulado en París. Pero nadie asistió.
“Si pones la etiqueta ‘mujer víctima de violencia’, ellas no vienen (…) Por eso se expresan más en grupos de mujeres de Facebook, que son asociaciones de nada (en particular), y no en aquellos donde tienes que reconocer que eres una víctima”, explica la psicóloga, que en su consultorio privado en París atendió en 2020 y 2021 hasta 15 casos de violencia conyugal de mujeres mexicanas, algunos de ellos provenientes de Escuchamex, un dispositivo creado en colaboración con la embajada en Francia para dar asistencia psicológica relacionada con los efectos del coronavirus.
“Muchas mujeres son renuentes a acercarse a la sección consular por miedo a represalias de sus parejas y también porque les da vergüenza reportar los abusos sufridos.“
Luis Ferrer, cónsul de México en Bélgica
En principio, el accionar de las representaciones mexicanas está acotado por las leyes del país que las hospeda.
El consulado en París explica en un correo electrónico que la función de esta oficina -como cualquier otra del ámbito diplomático- se limita a “orientar” y “proporcionar información a nivel general” para que las mexicanas afectadas por la violencia en sus hogares levanten una denuncia en la policía o encuentren por ellas mismas asistencia jurídica o un refugio para mujeres maltratadas a través de organismos y asociaciones en este caso francesas. De ninguna manera, señala, el servicio consular cuenta “con facultades para intervenir ni representar a las y los mexicanos en asuntos judiciales de carácter privado”, ni con presupuesto para apoyar económicamente a las víctimas.
Sin embargo, el mencionado cónsul Luis Ferrer precisa en entrevista que el protocolo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) permite analizar “caso por caso” y otorgar apoyo incluso económico cuando en opinión de la sección consular y de la Dirección General de Protección a Mexicanos en el Exterior un caso así lo amerita. En una emergencia, la decisión se toma en un plazo menor a 24 horas, dice el funcionario.
Algunas víctimas consultadas para esta investigación refieren haberse topado con pared al acudir a los consulados que les corresponde con la expectativa de obtener un apoyo, para ellas decisivo y a veces urgente.
Un caso es el de Paola Rivas, que contactó al consulado de México en Berlín, Alemania, cuando la situación en su hogar se tornó insoportable.
Desde que llegó a vivir a Münster -en febrero de 2016- la mexicana comenzó a sufrir maltrato psicológico de parte de su esposo. A ello se sumó la violencia física a partir de una fecha que no olvida: el día del padre en aquel país.
Desesperada y en situación económica precaria, Paola tenía la esperanza de que el consulado mexicano le asesorara para llegar a un abogado que pudiera ayudarle a pelear por sus derechos y los de su hija en un complicado proceso de divorcio. Pero del consulado de Berlín la enviaron al de Frankfurt y, allá, un funcionario de protección a connacionales le dijo que esa institución no disponía de tal servicio legal ni de fondos para apoyarla en costearse uno.
Hace unos meses, Sol*, una mexicana que sufría violencia psicológica por parte de su expareja belga, se acercó también a una embajada, la de Bruselas. Quería ver la posibilidad de que algún funcionario la acompañara, en calidad de simple testigo, al tribunal donde se discutía el cuidado de la pequeña hija de ambos y en un idioma, el neerlandés, que ella no habla. Pero ese apoyo no fue posible.
En España, Nohemí Torres solicitó a la embajada que le ayudara a salir del país con sus hijos porque su marido -español- se había vuelto muy violento y peligroso (tiempo después la intentó matar y por ello purgó años de cárcel). Esa petición de auxilio ocurrió hace unos 20 años, pero la respuesta fue la misma: “no podemos intervenir”.
Y las críticas no paran ahí. Se dan incluso en los casos más extremos, el de los feminicidios, en los que se supondría que las autoridades tendrían que prestar un rápido y pleno apoyo a los familiares de las víctimas.
Aline Astorga relata que en agosto de 2018 pidió apoyo a la SRE y a la embajada francesa en México: a Jessica, su hermana menor, de apenas 26 años, la había asesinado en Lyon, Francia, su marido y ella estaba completamente aturdida. Nunca se esperó escuchar una respuesta como la que obtuvo: “Nos dijeron en ambos casos que como los hechos ya habían ocurrido, no existía una emergencia y, por tanto, no nos podían ayudar”.
Aline y su madre Soledad llegaron a Lyon por su cuenta. Solas -sin hablar francés- se las arreglaron para encontrar un alojamiento y moverse en una ciudad desconocida para ellas.
Transcurrieron al menos cinco días antes de que el cónsul general en París, Edgar Cubero -hoy embajador en Grecia-, respondiera a las peticiones de asistencia de la familia Astorga con la contratación de un abogado, quien hasta entonces informó a Aline y a su madre que Jessica no se había suicidado como aseguró el marido, sino que él ya había confesado haberla asfixiado hasta que provocó su muerte.
La intervención consular, sin embargo, se llevó a cabo después de una cadena de tuits en los que Aline exhibió el desinterés por atenderlas del entonces embajador en Francia y actual representante permanente ante la ONU, Juan Manuel Gómez Robledo, al que etiquetaba en todos sus mensajes.
“Hubo cero apoyo (de las autoridades mexicanas)”, señala Aline, que aún se pregunta cómo fue posible que el cuerpo de su hermana haya permanecido una semana en la cámara funeraria sin que nadie del personal diplomático mexicano se ocupara de él.
Consultado para esta investigación, el consulado en París aseguró por correo electrónico que la familia Astorga recibió “todo el apoyo previsto por la legislación mexicana correspondiente, en estrecha coordinación con la entonces Dirección General de Protección a Mexicanos de la SRE”. Lo que no aclaró es que parte de ese apoyo era en realidad un préstamo al que, mediante firma de por medio, comprometían a la hermana de Jessica a pagar.
La joven asegura que durante más de un año recibió llamadas constantes de la SRE para que saldara el adeudo de unos 40 mil pesos por el costo de repatriación de los restos de Jessica. Ella comenta que aceptó pagar esa cantidad en su momento porque, si no lo hacía, el embajador le advirtió que no tendría ese servicio funerario. La deuda fue finalmente condonada.
“Muchas latinas sienten que están más seguras en Europa, (pero el asesinato de Jessica Astorga) nos remitió a nuestra condición de mujer (…) a la realidad de que la violencia atraviesa fronteras.”
Sandra García, psicóloga mexicana (Lyon, Francia)
Esa misma falta de apoyo consular ya lo habían sufrido meses antes los familiares de Berenice Osorio, apuñalada mortalmente por su pareja el 9 de enero de 2018 en un pueblo de Bélgica.
Aunque ahora la madre de Berenice, María de Viana, sólo expresa agradecimiento a las autoridades consulares en Bélgica, los primeros días posteriores al asesinato de su hija la actitud de la familia era otra.
Once días después del asesinato de la mexicana de 32 años, una carta de la familia -compartida en la plataforma de peticiones Change.org- denunció que la embajada en Bélgica -que encabezaba el priista Eloy Cantú Segovia- no informó del crimen a los padres de la víctima hasta tres días después de que fue cometido.
“Nuestra familia -refiere además el documento- ha acudido con diversas autoridades para lograr apoyo y orientación, sin que hasta el momento hayamos recibido (algún) apoyo, comunicación (o) asesoría de parte de la embajada de México en Bélgica, de la embajada de Bélgica en México ni de la SRE”.
En ese entonces, Cristina Córdova de Viana, prima de Berenice y vocera de la familia, declaró a diversos medios que, en sus reuniones en México, los funcionarios de la SRE le habían advertido a los padres de la víctima que no contaran con el gobierno para cubrir gastos de repatriación o de abogados (Agencia Apro/Proceso, 30 de enero de 2018).
Fue tras la presión mediática y en redes sociales que la embajada activó la ayuda y liberó un presupuesto de asistencia de 10 mil dólares que permitió el viaje a Bélgica de los papás de Berenice, el traslado de ella a México y la asesoría legal en relación a la custodia de sus dos pequeñas hijas. Éstas habían sido entregadas por las autoridades belgas a los hermanos del asesino.
Revictimizadas por el sistema
Cuando el maltrato conyugal se elevó al nivel de violencia física y psicológica con amenazas incluso de perder a su hija Paola Rivas buscó ayuda en diferentes instancias antes de recurrir a los grupos de Facebook: la embajada mexicana en Alemania, la policía, la oficina de protección al menor y diversas organizaciones. Todavía recuerda ese sentimiento de no ser tomada en serio al presentarte ante los policías y no poder explicarles en alemán las agresiones que había sufrido.
Como muchas mujeres en la misma situación, se topó con una violencia estructural e institucional que la revictimizó por su condición de migrante. Y es que sin mayor conocimiento sobre sus derechos, sin el dominio del idioma y sin conocer las vías institucionales adecuadas para denunciar el maltrato a Paola el sistema le dejó claro que para mujeres como ella el camino no es fácil y es, incluso, adverso.
El día en que Noehmi Torres, oriunda de Monterrey, se presentó frente al juez en Valencia todavía con moretones visibles en el rostro luego de la última golpiza que Manuel*, su marido español, le había puesto, el magistrado la confrontó: “Como ya tienes al español, ¿ya no te hacen falta los papeles verdad? Por eso ahora te dedicas a denunciarlo”.
Greta Guzmán, por su parte, no olvida uno de los casos que le tocó acompañar: “Esta chica fue a la jefatura de policía muchas veces y los mismos policías la violentaban igual o más que su marido. Por ejemplo, le decía: ‘¿otra vez tu aquí?, ¿Qué quieres? ¿Ni siquiera sabes hablar (francés)?’. Y esa es una constante. No sólo tienen que luchar contra lo que les pasa en casa sino enfrentar los malos tratos de la policía”, dice.
Abusos y maltratos de este tipo, son conocidos por la abogada Isabel Fernández de Castillejo, quien tiene que lidiar con ellos con frecuencia en Alemania. Desde su punto de vista se generan por dos problemas: por un lado la auténtica desinformación en la que viven algunas de estas mujeres, quienes muchas veces no tienen la oportunidad ni de aprender el idioma ni de integrarse a la comunidad. Y por otro lado, la falta de capacitación y sensibilización de funcionarios, jueces y de la propia policía.
“Un problema grande (en Alemania) es que los funcionarios de la Oficina de protección al menor tienen una carga de trabajo importante, están desbordados y no tienen tiempo. Pero también hay que reconocer que depende mucho de la persona con la que uno se tope. Me he encontrado con funcionarios increíblemente empáticos y profesionales y otros no tanto a quienes les pides un intérprete para tu clienta y te dicen que no hay, lo que no es cierto porque sabes que en otros casos si los ponen”, explica.
La abogada advierte además sobre un problema dentro de la policía, no sin antes aclarar que en cada estado de la República Federal Alemana es distinto: “un problema grave es que no hay policías especializados para entrevistar a las mujeres que tienen estos problemas, no al menos en mi distrito. He escuchado que en algunos otros sí lo hay pero cuando yo he dicho a mis clientas que pregunten por el policía que está a cargo del tema (violencia de género) les dicen que no, que se tiene que ir simplemente a la comisaría que le toca en su barrio. Evidentemente tendría que haber un policía -una mujer de preferencia- formado en la materia. Pero no lo existe. Me imagino que faltan fondos y personal para ello”.
En el caso de Bélgica, Sarah de Melo Lara, encargada de los casos de mujeres latinoamericanas en el Centro de prevención de violencia conyugal y familiar de Bruselas, revela cómo muchas de las denuncias no son tomadas en serio por la misma policía. Asegura tener casos de mujeres que incluso con su ayuda han sido expulsadas de sus propias casas. Y es que en prácticamente toda Europa cuando una mujer tiene un visado por reunificación familiar, éste es válido siempre y cuando el matrimonio no se disuelva. Cuando existe una separación -en teoría- la mujer no tiene más autorización de seguir en el país del marido. Y esa es la carta con la que muchos hombres abusivos amenazan a sus víctimas. Pero esta premisa tiene infinidad de excepciones: si existen hijos de por medio, si el matrimonio cumplió más de cinco años, si la mujer está integrada al país y trabaja o bien si vive una relación en la que hay violencia.
“Esa es la trampa de la Oficina de Extranjería. Esa es la violencia que proviene también del Estado porque el Estado dice ‘si tú pruebas la violencia conyugal, tú conservas tu permiso (de residencia)’ Pero ¿y cómo voy a probar la violencia psicológica? ¿Cómo voy a probar golpes que no dejan huella? (…) Es una violencia oculta porque la autoridad dice: “ayudamos si prueban la violencia”. Pero muchas veces no es posible presentar pruebas”.
Redes sociales, al rescate
Fenice Torres, originaria de Jalisco, es administradora del grupo en Facebook de Mexicanas en Alemania and more que cuenta con 2.800 miembros. Durante la pandemia en 2020 comenzó a realizar lives con la intención de compartir su experiencia de divorcio de su esposo alemán, los altos niveles de estrés que ello le generó y el posterior cáncer de colón que padeció. Apoyada por su abogada organiza con cierta frecuencia lives para asesorar y responder dudas de miembros del grupo. “Desde que el grupo comenzó a tener el perfil informativo comenzaron a llegar muchos casos con dudas especialmente dirigidas al tema del divorcio y patria potestad de los hijos”, explica.
Teresa Gutiérrez* es mexicana y vive en Hoegaarden, un pequeño pueblo de la provincia flamenca de Brabante en Bélgica. Fundó junto con otras mujeres hace 17 años, los mismos que tiene viviendo en aquel país, la asociación Mexicanos en Bélgica. Fue en la cuenta de Facebook del grupo que comenzaron ella y sus socias a percatarse de casos.
“Desde que se abrió el grupo nos dimos cuenta que por el chat llegaban preguntas (sobre) dónde estaban las casas de protección para mujeres o refugios. O amigos de esas personas venían y (nos decían) ‘oye, conozco a alguien que está en problemas, ¿qué podemos hacer?’”, explica en entrevista.
La propia Teresa y su familia se vieron directamente involucradas cuando en octubre de 2020 Minerva, una joven mexicana originaria de la Ciudad de México la contactó por el chat del grupo. Buscaba información sobre cómo huir del pueblo, en Flandes, donde vivía con su novio. Recién había llegado a Bélgica con la intención de casarse pero no había pasado ni un mes y la situación era para ella insostenible: el hombre la tenía encerrada y no la dejaba salir sola de casa. No tenía contacto con nadie y tampoco alguna posibilidad de trabajar, ya que él le decía que no era necesario pues en casa lo tenía todo.
Teresa y su marido no dudaron en ayudarla. Esa misma semana, cuando el novio se encontraba en el trabajo, fueron en su auto privado por la chica y la condujeron a la estación de trenes donde ella tomó uno que la llevó a Alemania donde vivían conocidos suyos. En diciembre de 2020 logró volver a México y desde entonces está en tratamiento de un cáncer que le surgió en ambos senos.
Greta Guzmán es mexicana y radica desde hace más de una década en París. Es fundadora de Vert-Violeta, una consultoría que orienta empresas en Francia para combatir la violencia conyugal entre sus empleadas. En 2020 la administradora de un grupo de chat en Whatsapp del que forma parte le pidió su apoyo ante la alta demanda de casos de mujeres que pedían ayuda y orientación al estar sufriendo violencia conyugal. En poco más de un año ha dado acompañamiento a 10 mujeres, residentes en Francia y España.
“La frecuencia con la que llegan es aleatoria. Puede haber olas de tres chicas juntas y luego nada y después otras dos. Esto sucede porque las mujeres tardan tiempo en darse cuenta de lo que está sucediendo y luego en pedir ayuda. Hay que entender que es muy fuerte aceptar y reconocer que uno es víctima de violencia”, explica en entrevista.
“Ocultan a los suyos el sufrimiento que están viviendo (…) y así llevan una doble vida (…) Están dispuestas a pagar el precio caro por seguir soñando y quedarse acá en Europa”
Mariana Alba de Luna, psicóloga mexicana (París, Francia)
Carolina H. Ruiz es otra mexicana originaria de Monterrey que vive desde hace 11 años en Madrid. Ella administra los grupos en Facebook de Mexicanas en Madrid y Mexicanas en España que juntos tienen más de 5 mil seguidoras. Explica que desde el momento en que se decidió que el perfil del grupo sería para hablar sobre violencia de género comenzaron a llegar los casos: “Es como un goteo que siempre está presente. No hay mes en que no conozcamos un caso nuevo. Al principio de la pandemia se triplicaron las llamadas y nuestro trabajo ha sido siempre informarles sobre sus derechos y canalizarlas con especialistas que puedan ayudarlas porque nosotros no lo somos”, dice.
Y también los hijos …
La relación entre Sol* y Jan*, el papá de su hija, fue rápida e intensa. Aunque se conocían desde años atrás en el ámbito de la música -los dos son músicos- comenzaron a tratarse a otro nivel en 2020 en Bruselas, Bélgica, donde ambos viven. Apenas habían pasado tres meses de haber comenzado el romance, Sol se percató de su embarazo.
Por su cabeza pasó el no tener al bebé porque en ese breve periodo él ya había dado muestras de ser un hombre que la humillaba constantemente en público y privado además de que buscaba controlar sus actos. Pero él la convenció de no abortar. También la forzó a intentar tener un parto natural sin anestesia y logró hacerla sentir culpable por no haberlo logrado.
Cuando la hija de ambos nació, él se volvió peor. La criticaba por estar cansada y por haber subido de peso. Además comenzó a cuestionar la manera en que Sol cuidaba de la bebé, acusándola de no estimularla adecuadamente. Aunado a eso, el control sobre ella era casi total, a pesar de que nunca llegaron a vivir juntos.
Resultado del parto tan traumático que sufrió (con horas de dolor extremo sin que él le permitiera solicitar la epidural, además de la culpa por “haberlo defraudado”) Sol pidió al día siguiente del nacimiento de su hija ser tratada por un psicólogo. De ahí se agarró Jan para comenzar a hacerle la vida imposible.
El hombre se entrometía indebidamente y, a sus espaldas, hablaba con los psicólogos y con el personal de la primera guardería que visitó la bebé tratando de desacreditar siempre la autoridad y buen juicio de ella. Al quedarse sin empleo, justo por la época en la que nació la niña, aplicó a ayudas sociales y en toda la papelería burocrática asentó que la menor vivía con él y que él era el responsable de ella, pese a que era claro entre ellos que viviría con Sol.
No sólo eso, Jan impuso siempre el uso del neerlandés como idioma para los trámites que tenían que ver con la niña y que compartía con Sol, a pesar de que ella no lo habla ni entiende, desestimando las peticiones de hacerlo en francés, el otro idioma oficial en Bruselas.
Tras su separación como pareja en julio de 2021, Sol ha tenido que soportar el acoso del padre de su hija que exige verla en el tiempo y forma de su conveniencia utilizando todo tipo de recursos en los que con frecuencia pretende hacer creer a la autoridad que la madre no es capaz de atender a la menor de forma adecuada.
Gracias a su abogado, al cierre de esta investigación, Sol ha logrado que el juicio para definir con quién vivirá la menor y cuáles serán los tiempos que comparta con su padre sea en francés. Pero tiene claro que aún queda un largo camino que puede durar incluso años para llegar a resolver todos los puntos de conflicto.
El de Sol es un caso típico de lo que muchas mujeres mexicanas violentadas por sus parejas pueden pasar una vez que deciden separarse. En muchos casos no se trata solo de liberarse de una relación tóxica, llena de abusos, sino que a la par -cuando se han tenido hijos con el agresor- comienza una batalla, quizás más dolorosa, por no perderlos.
Y es que una de las agresiones más recurrentes con las que se encontró esta investigación es la violencia psicológica que muchos hombres ejercen sobre sus víctimas: la amenaza permanente de quitarles a los hijos y ser expulsadas del país por no ser capaces de mantenerse ni ellas ni a sus niños.
Lo que muchas de ellas no saben, es que no es así. El gran problema, explica la abogada Fernández de Castillejo, es el desconocimiento de las leyes y de los derechos que ésta les otorga como madres. Si existen casos en los que las mujeres pierden la custodia de sus hijos es porque, casi siempre, ellas piden ayuda tarde, una vez que el marido ya tomó ventaja y promovió peritajes y juicios en donde su versión es la primera que se conoce.
Marta Matkowska, abogada de derecho de familia, reconoce la alta vulnerabilidad en la que muchas se encuentran porque de un momento al otro (cuando llega la separación) tienen que asumir responsabilidades económicas para poder mantener consigo a sus hijos, pero deja en claro que cada una, independientemente de que trabajen o no, tienen derechos que impiden una deportación y la pérdida de sus hijos, especialmente en los casos donde se puede demostrar la violencia.
La clave, coincide con Fernández de Castillejos, es que las mujeres conozcan sus derechos y, sobre todo, se preparen cuando tienen planes de casarse con un extranjero y emigrar al país de éste.
“Es importante que antes de dejar sus países sepan lo que les espera (en cuestión de idioma, idiosincrasia de la nueva cultura, posibilidades de trabajo y todos los factores que implican una integración exitosa). Los hombres no son tontos y normalmente saben que las mujeres tienen derechos pero ellas mismas lo desconocen. No se trata sólo de enamorarte, casarte y venir a vivir una decepción amorosa, porque cuando tienes hijos eso significa anclarte al país hasta que ellos sean mayores de edad”, dice.
Texto Publicado en pulitzercenter.org https://pulitzercenter.org/es/stories/el-infierno-lejos-de-casa