/ Por Yamiri Rodríguez Madrid /
Han sido días sumamente difíciles para cientos de familias en Veracruz a consecuencia de las torrenciales lluvias. Primero, con la Onda Tropical 18, más de 500 familias, de diversas colonias de Minatitlán, resultaron afectadas por el desbordamiento del río, aunque también hay que ser claros: el Ayuntamiento retiró casi 50 toneladas de basura que taponearon y provocaron la inundación. Los desechos no llegaron por arte de magia, pero al final, causaron la tragedia allá en el sur.
Después, la noche del 3 de agosto, en Zongolica, en la zona centro de la entidad, llovió tanto que se desbordaron tres ríos, hubo deslaves y hasta un puente se cayó. El agua subió hasta dos metros, lo que trajo pérdidas materiales a muchas familias.
Unas horas después, una tromba marina azotó al Puerto de Veracruz, generando inundaciones en calles de la zona conurbada y que decenas de autos se quedaran varados. Un mes antes, había llovido tanto en ese punto, que hasta socavones hubo en la zona norte de la ciudad.
Pero seguirá lloviendo a lo largo y ancho del estado porque la temporada de ciclones y huracanes apenas va por la mitad y, lo que es peor, no estamos preparados. Con el arranque de esta administración federal, desaparecieron el Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden), lo que ha sido un lastre que callan los estados, pues dificulta aún más la atención a los damnificados y la reparación de los daños, como carreteras y demás infraestructura. A la par, muchos ayuntamientos no se ponen las pilas para contar con sus Atlas de Riesgos actualizados, ni para tener una adecuada capacidad de respuesta ante las emergencias.
Nuestra posición geográfica nos hace extremadamente vulnerables al impacto de fenómenos meteorológicos, por lo que es la misma historia cada año, con un grado de complejidad que aumenta debido a que las autoridades ni las manos meten para prepararse ante cada temporada de lluvias.
@YamiriRodriguez