/Anabel Hernández /
Acapulco es el municipio que concentra la mayor cantidad de pobres y los niveles más altos de inseguridad de Guerrero. Esta es una de las razones que explica la apocalíptica situación tras el paso de Otis.
El huracán Otis que implacable llegó a Acapulco el 25 de octubre se ensañó con una población que ya vivía asolada por la pobreza y la inseguridad. Las autoridades indolentes y omisas ante esas circunstancias son las mismas que los dejaron solos antes y después del huracán. La gente vivió más de 48 horas una situación apocalíptica en condiciones de alta vulnerabilidad.
Al fenómeno natural incontenible que arrasó con lo que un día fue considerada la bahía más hermosa del mundo, se suma el acecho de las hienas que estaban ahí desde antes de la tragedia y que tras el paso de Otis tratan de sacar provecho político y económico de los decenas de miles que quedaron sin hogar, sin patrimonio, sin trabajo y en calidad de presa fácil de gobernantes, funcionarios públicos, políticos y delincuencia organizada que, como lo he investigado durante años, son muchas veces lo mismo.
En total ausencia de orden, autoridad y medidas de protección para la población durante más de 48 horas, decenas de miles de personas en Acapulco quedaron varadas con las calles inundadas, cientos de construcciones destruidas o severamente dañadas, sin luz, sin agua, sin estaciones de gasolina y con la estructura de comunicación colapsada.
En poco tiempo comenzaron los robos a negocios para cada uno apropiarse de lo poco que quedaba para sobrevivir, en vez de que la autoridad organizara inmediatamente la entrega de víveres. Ante la ausencia total de gobierno y seguridad comenzaron los saqueos a viviendas para quitar a los sobrevivientes lo poco que habían salvado. Los hechos ocurrieron incluso en colonias céntricas como La Quebrada. Los que pudieron salvar sus vehículos con la poca gasolina disponible comenzaron a huir a Chilpancingo ante el temor por la delincuencia desenfrenada.
“En la noche se escuchan balazos, no hay policía, ¡no hay nadie!”, denunció en entrevista con Telemundo una vecina de Acapulco desesperada que había logrado llegar a Chilpancingo.
Para poder entender objetivamente los estragos del huracán y el nivel de indolencia, omisión, irresponsabilidad y populismo criminal ante la tragedia por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador y la gobernadora morenista Evelyn Salgado, es necesario poner el contexto de cuál era la situación en la zona antes de la llegada de Otis.
Asolados por la pobreza y la delincuencia
Guerrero, y particularmente Acapulco, ya tenían altos porcentajes de devastación por la pobreza y la inseguridad. Guerrero es el segundo estado que concentra el mayor índice de pobreza en todo México: el 65,6 por ciento de los habitantes viven en esa condición, y un 26 por ciento en “extrema pobreza”, según el informe del Consejo Nacional de Evaluación (Coneval) dado a conocer en agosto. Según el documento, la población en Guerrero tiene índice de marginalidad y de rezago social “muy alto”.
En el “Informe Pobreza y Evaluación 2022 Guerrero”, publicado por el Coneval, Acapulco es el municipio donde se concentra “el mayor número de personas en situación de pobreza” de todo el estado. Un total de 394.861 habitantes de los 757.367 que componen la población de Acapulco viven en la pobreza, es decir más del 50 por ciento. Y por si fuera poco, de todo el estado la ciudad devastada por Otis es la que concentra la mayor cantidad de personas que viven en extrema pobreza, es decir que no tienen los recursos mínimos ni para alimentarse: 126.672.
Del total de habitantes de Acapulco, el 55,4 por ciento NO TIENE seguridad social. La tercera parte de la población NO TIENE servicios básicos en su vivienda. Y poco más de la tercera parte de los habitantes NO TIENE acceso a alimentación nutritiva y de calidad.
Todas estas condiciones previas al huracán pueden dejar ver con más realismo las condiciones extremas por las que atraviesan los pobladores, más allá de los 47 fallecidos y 56 desaparecidos.
Tras el huracán, y en medio del caos, hubo numerosos saqueos.Tras el huracán, y en medio del caos, hubo numerosos saqueos.
Tras el huracán, y en medio del caos, hubo numerosos saqueos.Imagen: Marco Ugarte/AP Photo/picture alliance
Aunada a la pobreza en la que viven los acapulqueños está la inseguridad. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública publicada por un órgano del gobierno federal en septiembre pasado, la tasa de incidencia delictiva aumentó entre 2021 y 2022 un 18 por ciento en todo el estado. Específicamente en Acapulco, actual zona del desastre, la percepción de inseguridad ha aumentado notablemente de marzo a junio, período en que pasó del 67,8 al 76,2 por ciento. A esto hay que añadir los constantes casos de extorsión e imposición de precios a productos de primera necesidad.
Ante esta realidad es que la oferta de AMLO de entregar becas a 10 mil jóvenes, 45 mil a estudiantes de nivel básico, una estufa, refrigerador, ventilador y una cama a los damnificados, como parte de su “plan de ayuda” es mucho más que ofensivo, es una burla inhumana.
Los olvidados
Si Andrés Manuel López Obrador y la gobernadora Salgado, para prevenir y proteger a la población hubieran puesto el mismo esfuerzo, interés y uso de medios de comunicación que ponen en hacer propaganda a favor de su partido político Morena y la precandidata presidencial Claudia Sheinbaum, la población que estaba en tierra y en alta mar hubiera podido resguardarse mejor para proteger sus vidas.
Salgado -quien sin ningún mérito llegó a la gobernatura luego de que su padre, Félix Salgado, no pudiera contender tras ser acusado de violación y por haber violado la ley electoral- apareció en la zona del desastre 48 horas después sin que hasta el momento haya una explicación lógica que justifique semejante omisión.
Mientras que AMLO, con el lenguaje compulsivamente populista que lo caracteriza, ha intentado desde un inicio aminorar el desastre. El 25 de octubre se desplazó a Acapulco acompañado por algunos miembros de su gabinete, y regresó ese mismo día a la Ciudad de México. Llamó la atención la ausencia de la gobernadora. Evidentemente su visita fue estéril y el vacío de autoridad continuó en la zona.
Irresponsable, pensando primero en monopolizar políticamente la ayuda a la población, pese a la urgencia de coordinar la mayor cantidad de manos posibles para recabar y distribuir ayuda, el 26 de octubre afirmó que toda la ayuda deberá ser repartida únicamente por la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina, prohibiendo incluso la intervención de las autoridades locales y organizaciones de la sociedad civil.
A los pocos días, en sus conferencias de prensa en la Ciudad de México, AMLO, al dirigirse a la población afectada, dijo que “ya en Navidad las familias van a estar muy contentas”. No lo estuvieron antes del huracán con los niveles de pobreza e inseguridad y ciertamente no lo estarán al poco tiempo de la devastación.
Y sobre la infraestructura hotelera, casi en tono de festejo ha dicho “estructuras de hoteles quedaron bien”, aunque en todo el mundo han circulado fotografías de hoteles y edificios semidestruidos.
Como parte del plan para llevar esa “felicidad” instantánea, López Obrador anunció el reparto de 8 mil pesos para los damnificados, y que “no se pagará el servicio de luz de noviembre de 2023 a febrero de 2024”, sin tomar en cuenta que una buena proporción de los habitantes ni siquiera contaba con ese servicio con regularidad.
Dijo que se entregará una canasta básica de 24 productos, no se dijo por cuánto tiempo. Y que entregará recursos entre 35 mil y 60 mil pesos mensuales (1.800-3.200 euros), y ofreció créditos de 25 mil pesos (1.300 euros).
De poco o nada sirve el pomposo anuncio. Ante el poder de organización de la criminalidad, estos van pasos más adelante. Venden el litro de gasolina robada al doble, ante la escasez de productos impondrán también precios más altos a productos básicos peor que como lo hacían desde antes del desastre. Y si en verdad comienzan a llegar recursos, mientras impere la delincuencia, que estaba ya previa al huracán, las ínfimas ayudas terminarán en los bolsillos de siempre: criminales violentos y los de cuello blanco.
En el oportunismo grotesco AMLO ahora sí se acuerda de los pobres de Acapulco. Asegura que los ayudará más que a los empresarios, siendo que una ayuda vigilada y ordenada al sector empresarial -también brutalmente afectado- bajo la condición de crear nuevos empleos, es lo único que a mediano plazo puede garantizar la reversión de la perversa condición previa de la pobreza.
López Obrador lleva casi cinco años gobernando México y pudo haber hecho mucho más para evitar el nivel de vulnerabilidad de los habitantes de Acapulco. En la campaña electoral eterna de AMLO rumbo a las elecciones del 2024, el presidente quiere gente desesperada e ingenua que crea que todo lo que NO HIZO en cinco años lo va a hacer dos meses.