* Se presenta principalmente en procesos de separación o divorcio.
* Significa violentar a la madre a través de una persona, en este caso de hijas o hijos; es una forma mediante la cual se perpetúa la agresión.
Perla Chávez / Ilse Valencia .
La violencia vicaria “significa violentar a través de una persona, en este caso hijas o hijos, a la madre; o sea, hay un medio a través del cual se perpetúa, no es directa”, explica Lucía Núñez, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
Generalmente se presenta en momentos de separación y es perpetrada por el progenitor. Aunque, especifica, también opera de otras formas como causando daño a personas adultas mayores que están al cuidado de la mujer a quien se quiere dañar, así como a sus mascotas.
¿Qué es y cómo opera?
Lucía Nuñez aclara que este tipo de violencia se presenta cuando los hombres sienten que perdieron el control, es decir, cuando ya no tienen el poder para manipular a la mujer con la que vivieron en concubinato, matrimonio o cualquier otro tipo de relación afectiva, porque ya no tienen contacto con esa persona; entonces, utilizan a sus hijos e hijas como medio de dominio para provocar daño y angustia a las madres.
“Se observa en el incumplimiento con lo acordado con el régimen de visitas asignado al padre agresor, pues en ocasiones sustraen a las y los menores sin autorización de las madres y no les permiten verlos, también buscan tener la guarda y custodia sólo con el fin de dañar a las mujeres al saber que es uno de los dolores más fuertes que pueden experimentar.”
En otros casos, continúa, manipulan a las hijas e hijos en contra de la madre, hay otras situaciones en las que los descuidan económicamente. Por ejemplo, en la alimentación, medicinas o en sus actividades escolares; todo esto con la intención de provocar que la mamá recurra al padre y trate de convencerlo de cumplir con las obligaciones que tiene con las y los menores. Existen casos extremos en los que el progenitor maltrata e incluso llega a asesinar a sus descendientes, resalta la investigadora.
Además de la económica, refiere, la violencia vicaria viene acompañada de otros tipos de maltratos como el físico, patrimonial y psicológico, es decir, son concatenados porque operan en conjunto o bien uno deriva del otro.
Por ello, aunque esta violencia tiene como fin dañar a la mujer, al mismo tiempo se violenta a las y los menores.
Nombrar, prevenir y atender
Actualmente, en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de 10 estados del país se reconoce la violencia vicaria: Baja California Sur, Ciudad de México, Colima, Estado de México, Guanajuato, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca y San Luis Potosí. En Coahuila, Guerrero y Querétaro está aprobada, pero aún no se publica.
Mientras que son 12 los estados que además de la ley, también la incorporaron en su Código Penal: Aguascalientes, Campeche, Baja California, Hidalgo, Michoacán, Puebla, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas.
Lucía Núñez menciona que el hecho de que esta violencia esté en la ley “implica que en los tipos penales existentes debe identificarse cómo se perpetúa la violencia vicaria. Por ejemplo, el delito de violencia familiar puede comprender la económica o patrimonial, que están enunciadas en la ley”.
El que llegue al código penal tiene implicaciones importantes porque al ser un delito no necesita de otro. “En sí misma la violencia vicaria configura una conducta prohibida y en el momento en que se pruebe hay una sanción específica para ella”, agrega.
Y remarca que si bien en algunos estados no se considera un delito, es relevante que esté en la ley porque con ello se puede hacer política pública, y establecer medidas preventivas y de protección.
Pero, ¿por qué no ha llegado a todos los códigos penales? Lucía Núñez plantea que no ha habido voluntad política en algunos estados al no considerarlo un tema importante, además de que se sigue naturalizando la violencia hacia las mujeres y existe cierta resistencia por parte de los hombres.
Precisa que hace falta sensibilización sobre este fenómeno en toda la sociedad, pero principalmente en quienes administran e imparten justicia, ya que muchas de las personas que están en los ministerios públicos desconocen que existe esta violencia y no tienen las herramientas para identificarla y atenderla.
De este modo, recalca, es importante que se reconozca como un tipo que se perpetra de manera frecuente en el ámbito familiar o en relaciones sexoafectivas. “Debemos enfocarnos también en la prevención y en la atención de quienes la están sufriendo para evitar que llegue a los extremos mencionados.”
Afectaciones psicológicas
La violencia vicaria puede provocar diferentes daños a las víctimas, uno de los más graves se da en el aspecto psicológico.
“Las mujeres viven en una cultura donde uno de los mandatos de género para ellas es la maternidad, por lo que la responsabilidad del cuidado de los hijos recae principalmente en ellas. Entonces, cuando existe alguna situación en la cual pasa algo considerado negativo en el desarrollo de sus descendientes, surge un sentimiento de culpa que puede desencadenar algunos malestares psicológicos”, afirma Ana Celia Chapa Romero, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Ese sentimiento de culpa, añade, puede provocar el desarrollo de síntomas de ansiedad, depresión y estrés postraumático, al igual se puede manifestar mediante el enojo, debido a las situaciones que se enfrentan como la pérdida de sus hijos, violencias vividas anteriormente y los obstáculos legales con los que se cruzan durante este proceso.
No obstante, aclara, las afectaciones se presentan de forma diferente en cada mujer dependiendo su contexto y de su historia de vida. “En muchas ocasiones no logran identificar los daños emocionales porque incluso los agresores las alejan de sus redes de apoyo, además no les es fácil reconocer o comunicar que están viviendo violencia debido al miedo de ser revictimizadas, juzgadas e incluso por sentir vergüenza de lo que están viviendo.”
No deben descartarse los escenarios extremos, pues la violencia vicaria puede provocar que las mujeres lleguen a suicidarse por el dolor de la pérdida, sobre todo si se presentan obstáculos en el acceso a la justicia y no hay reparación del daño por parte del aparato de justicia. Por lo anterior, el apoyo psicológico con perspectiva de género es fundamental porque les facilita la elaboración del duelo y que ellas puedan deslindarse del sentimiento de culpa al ser conscientes que éste es un dispositivo de control que constriñe los derechos de las mujeres, entre ellos elegir sobre su cuerpo y vivir una vida libre de violencia.
Dos víctimas en busca de justicia
Dulce Mildret Sainz Torres, de 42 años, es activista e integrante de la Colectiva de Amorosas Madres Contra la Violencia Vicaria CAM-CAI y lleva 16 años luchando para recuperar a su hija e hijo desde que el padre de éstos se los quitó a la edad de 6 y 2 años, respectivamente.
En entrevista, cuenta que inició un vínculo afectivo con su expareja cuando él tenía 22 años y ella 15, su relación de 12 años siempre estuvo marcada por violencia física pero mayoritariamente psicológica.
Mildret relata que sufrió dos intentos de feminicidio. Cuando decidió separarse, su expareja comenzó a manipularla y amenazarla diciéndole que no tendría a donde llevar a vivir a su hija e hijo y que no les daría pensión. Pensando que en ese momento su condición económica no era buena, y que ellos estarían mejor con su padre, tomó la decisión de irse bajo la condición de que ella podría verlos cuando quisiera. No obstante, eso no ocurrió así.
Para que Mildret pudiera ver a sus hijos debía ser con la condición de tener relaciones sexuales con su expareja. Posteriormente, cuando ella comenzó a hablar públicamente de su caso, él intensificó la manipulación en su hija.
“La lucha, a la que dedico gran parte de mis días, básicamente es por mi hija, para que ella no esté con un hombre violentador y no sufra lo que yo pasé”, sostiene.
Relata que las mujeres de la colectiva viven con ansiedad, depresión e insomnio, que es como estar muertas en vida. “No sabemos si nuestros hijos comieron, si están enfermos o si durmieron bien, es una situación que emocionalmente duele mucho”. Además, narra que tuvieron compañeras que se suicidaron y otras tres fueron asesinadas.
Lydia Lara
“Desde 2019, el papá de mi hijo decidió llevárselo, apartarlo de mí y limitarme en todos los aspectos para demostrar que tiene el poder”, expresa Lydia Lara, de 37 años, víctima de violencia vicaria y trabajadora de una empresa de telecomunicaciones.
La expareja de Lydia comenzó a ejercer violencia vicaria cuando el hijo de ambos era un bebé, en ocasiones impidiendo que ella se le acercara. Además, controlaba la cuenta bancaria y su entrada y salida de trabajo, al grado de seguirla. “El detonante para que él decidiera apartarme de mi hijo de cuatro años fue decirle que quería separarme. Ese día me violentó físicamente y luego se lo llevó. Le ha metido ideas contra mí”.
Su expareja obtuvo la custodia provisional del niño debido a que denunció a Lydia como la victimaria, y a pesar de que ella tenía un convenio para ver a su hijo cada 15 días, desde noviembre de 2022 hasta la fecha no se ha cumplido. “Es una situación bastante frustrante y dolorosa porque parece que quiere borrarme de la vida de mi hijo”.
Para Lydia el proceso legal ha sido un tormento debido a la burocracia y falta de perspectiva de género, por ello se ha unido a Colectiva Deconstrucción Violeta, donde le han brindado acompañamiento y ha encontrado fuerza ante la frustración que diariamente vive por no encontrar justicia, pues a la fecha sigue luchando para que le otorguen la custodia definitiva de su hijo.
La mujer manifiesta que su proceso se ha visto sumamente afectado cuando ha levantado alguna denuncia por la situación que vive. “Me dicen que es un tema familiar y aunque argumento que es violencia vicaria, responden que no está tipificada todavía”, finaliza.