*Ekonokafka .
/ Sergio Negrete Cárdenas /
Corrupto hasta la médula, lleno de rateros cínicos y descarados que se saben con permiso para robar sin freno. Con razón el capo mayor decía en campaña, con absoluta hipocresía, que las escaleras se barren de arriba para abajo. En la pirámide de la corrupción, como en un excusado tapado, la porquería también desborda en la misma dirección.
En cualquier parte que se toque del putrefacto cuerpo de la administración explota el pus. El ejemplo, la escuela del más profundo cinismo, lo ha puesto el Licenciado: proclama que eres honrado, no te canses de decir que contigo se acabó la robadera, “no es como antes, nosotros somos diferentes”. Machaca persistente sobre tu probidad y saca a ondear el pañuelito blanco cuantas veces se cuestione tu integridad. Ha demostrado que se puede tener una cola kilométricamente larga con una lengua igual. Si millones de incautos le creyeron en su campaña que solo traía 200 pesos en la cartera, ¿por qué no habrían de hacerlo ahora?
En otro de sus abundantes momentos de cinismo, el Presidente dijo que designaba a funcionarios, no por su capacidad, sino que “mi prioridad es 90 por ciento honestidad y 10 por ciento experiencia”. La mezcla en la realidad ha sido 100 por ciento servilismo, 0 por ciento capacidad o experiencia y 0 por ciento honestidad.
Si alguien se cree el cuento de que busca funcionarios probos que hagan bien su trabajo y eviten las raterías, pueden preguntar al Dr. Jaime Cárdenas Gracia, quien renunció (la ironía es impresionante) como director General del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. ¿Qué dijo López Obrador? A buenos y hasta malos entendedores, extendió un permiso para seguirle robando al pueblo lo que le habían robado: “La administración pública, más en épocas de transformación, exige mucha entrega y fatigas. Hay gente muy buena, honesta con convicciones, inteligentes, pero no se les da lo del trabajo como servidor público”.
¿Quién teme a Xóchitl Gálvez?
Xóchitl Gálvez ha vuelto a ser ese personaje carismático y cautivador.
Ya en el cierre de lo que ha sido un sexenio de Hidalgo, no se guardan las más mínimas formas. Cuando se cuestionó que quien encabeza provisionalmente la Fiscalía General de Justicia capitalina no era licenciado en derecho, en cuestión de horas la Secretaría de Educación Pública le tramitó cédula profesional de universidad patito. Esto estuvo a la altura del nombramiento más reciente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, alguien que, como buena Batres, también le garantiza al Licenciado la abyección más absoluta. Nombrada a dedo desde Palacio, se sabe bien la retórica del demagogo autoritario y se proclamó nada menos que “ministra del pueblo”.
Pero el premio se lo llevan los vástagos presidenciales que al parecer no se cansan de hacer negocios con el gobierno. Muy lejos los tiempos de López Portillo en que nombró a su hijo subsecretario y proclamó que era orgullo de su nepotismo. El López actual no los tiene como funcionarios, sino como eficientes traficantes de contratos millonarios aparte de colocar a sus cuates en puestos clave de la administración pública. Nada como las asignaciones directas para los amigos con empresas creadas poco antes y sin experiencia alguna, sobre todo en los proyectos consentidos del Licenciado. A saber cuánto del sobrecosto de Dos Bocas (más del triple lo originalmente estimado) y del Tren Maya (más del cuádruple) se explica por la voracidad de los López y sus testaferros.
Los gobiernos de López Portillo o Peña Nieto resultaron unos simples aficionados, principiantes que trataron de guardar cierto decoro en sus tropelías. Este es el sexenio del pus.
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