Adriana Heredia
Nuestros hijos son el reflejo de la educación que reciben en casa, la formación en sus instituciones educativas y las relaciones interpersonales que eligen y permitimos que tengan, cerrar los ojos a ello es negarnos a nosotros mismos la responsabilidad compartida por sus actos, que en el peor de los casos los pueden llevar a la cárcel, a un hospital o al cementerio.
Tal vez para muchos parezca un exceso el comentario, pero para aquellos padres que siguen llorando la pérdida de sus hijos como consecuencia del consumo de drogas por ellos mismos o por quienes les arrebataron su vida o se los llevaron entre los pies (por no decir entre las patas), el comentario queda corto para la cruda realidad que ellos enfrentaron y siguen enfrentando cada día, pero cerramos los ojos ante la tragedia ajena, nos sorprendemos, criticamos, nos sentamos al café a hablar del hijo del vecino, como luego dicen, vemos la paja en el ojo ajeno en vez de ocupar ese tiempo en voltear a ver a nuestros príncipes y nuestras princesas.
Las drogas no son un juego, son sustancias tóxicas que pueden llevar a quien las consume a un desenlace fatal, pero en ese camino es más duro el trayecto de la adicción que la propia muerte y su destrucción y de todo lo que le rodea, en la Universidad cuando encargan trabajos de investigación hay profesores que indican excluir los temas de alcohol, tabaquismo y drogas, su justificación es que siempre se hacen trabajos al respecto, en los medios de comunicación sucede lo mismo, se centran en otros temas, en la política y los avances tecnológicos y opiniones sobre el aborto y la homosexualidad, que no son malos, pero algunos hacen a un lado algo que lacera fuertemente a nuestra sociedad especialmente a nuestros niños y adolescentes, y que son la puerta para la comisión de delitos.
Como algo normal, común, como aquel juego de la botella, del “toma uno”, el de twister o cualquier otro que se practicaba entre los adolescentes, esta semana empezó a circular un vídeo que ya compartí en mi página oficial en facebook en donde jovencitas, casi niñas estudiantes de nivel secundaria del estado de Querétaro consumen cocaína en polvo como algo cotidiano, como irse a comer un helado después de salir de clases, no en un baño a escondidas, si no a la luz pública con el estupefaciente sobre una Tablet, inhalada con un billete de veinte pesos hecho rollito, y con la advertencia de una de las chicas que al darse cuenta de que la grababan mencionó que no la fueran a subir al “pu%3%” estado.
Nuestro país está lleno de jóvenes brillantes, estudiantes de alto nivel académico, deportistas y talentosos artistas, quizá algunos de ellos también probaron alguna de estas drogas y salieron adelante, pero hay otros que no logran salir, la diferencia la hacen las personas que los rodean, sus padres, su familia, sus amigos, sus compañeros de escuela, sus profesores, y aunque las autoridades gubernamentales juegan un papel importante en la prevención, tampoco debemos culpar sólo a “las juntas”, al amiguito que lo y la sonsacó, porque gran parte de la responsabilidad de los niños y adolescentes la tenemos los padres de familia y tutores que estamos a cargo de estos, nuestros hijos, ¿en dónde estamos los padres de familia?.
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