Autoginefilia: Conoce qué es y si es tu orientación.

/ Joaquín Mateu-mollá /

La autoginefilia es un concepto polémico que durante años ha ido apareciendo en el debate acerca de la relación entre el sexo y el género, y que muchas veces es usado con fines políticos.

En este artículo veremos en qué consiste y de qué manera ha sido definido en el contexto histórico en el que surgió; un tema que nos lleva a cuestionarnos hasta qué punto la ciencia puede observar los fenómenos del comportamiento humano desde una perspectiva puramente objetiva.

El sexo y el género son fenómenos esenciales para la definición que un ser humano hace de sí mismo. En el primero de los casos se alude a su realidad biológica, y en el segundo a una construcción social vinculada al modo en que se entienden la masculinidad y la feminidad en las coordenadas espaciales/temporales que le han correspondido vivir.

La orientación sexual sería la tercera variable, diferenciada de las anteriores, y a partir de la cual se fraguaría la decisión de mantener relaciones sentimentales con otra persona en razón de su sexo o con independencia de este (homo/heterosexual, bisexual, asexual etc.).

Al ser todos ellos fenómenos que guardan una cierta independencia los unos de los otros, es probable que surjan combinaciones dispares y plurales en las que no necesariamente ha de darse una direccionalidad previsible según los estándares tradicionales.

A continuación trataremos un asunto complejo y enormemente controvertido: la autoginefilia, que se postuló como una parafilia cuyo objeto sería explicar el sustrato epistemológico de la transexualidad. La polémica sobre este asunto se mantiene en la actualidad.

¿Qué es el concepto de la autoginefilia?
La autoginefilia (autoginofilia) es un constructo profundamente controvertido. Puede dividirse en distintas unidades semánticas siguiendo su procedencia griega: “auto” (relativo o referente a uno mismo), “gine” (mujer) y “filia” (atracción o deseo); por lo que puede resumirse como la obtención de gratificación sexual que surge a partir de imaginarse a uno mismo asumiendo atributos femeninos, o simplemente haciendo uso de las vestimentas que tradicionalmente se han asignado a este género.

De esta forma, devendría una parafilia específica en la que un varón se sentiría atraído por sí mismo siempre y cuando adoptara rasgos de mujer. Eso sí, tan solo teóricamente.

Esta palabra, que no disfruta de un consenso unánime para la comunidad investigadora, fue acuñada por el psicólogo Ray Blanchard como resultado de una serie de trabajos publicados a finales de la década de los 80 e inicios de la de los 90. A través de su formulación no solo se buscaría el reconocimiento de una “nueva” patología, sino la articulación definitiva de un modelo teórico a través del cual confrontar la visión tradicional del transexual mujer (hombre de nacimiento) que lo concebiría como una “mujer atrapada en el cuerpo de un hombre” (lo que también se conoce como narrativa de la esencia femenina).

Los estudios de Blanchard se llevaron a cabo dividiendo una muestra (bastante reducida, en realidad) de transexuales mujeres en cuatro grupos, en función de su orientación sexual: androfílicos (atraídos por hombres), ginefílicos (por mujeres), bisexuales y asexuales. Lo que el autor describió en sus trabajos fue que los tres últimos grupos, a los que bautizó como no homosexuales, referían haber experimentado con mayor frecuencia excitación al imaginarse a sí mismos con apariencia o ropajes propios de las mujeres, en comparación con el grupo de androfílicos u homosexuales (75% frente a 15%). Ninguno de ellos deseaba someterse a una cirugía de reasignación.

Este hallazgo, junto al hecho de que el grupo de los no androfílicos (ginefílicos, bisexuales y asexuales) señalaba menos frecuentemente el haber mostrado cualquier atisbo de feminidad durante su niñez, le animó a concluir que: los transexuales mujer androfílicos eran personas homosexuales que buscaban modificar sus características corporales para poder atraer a hombres heterosexuales, y que el resto de los transexuales estarían afectos de una parafilia (autoginefilia) en la que su propia corporalidad devendría objeto de deseo. Esta afectaría solo a quienes se les consignó el sexo de varón al nacer, y no a transexuales mujer-hombre.

Entendido este concepto según los postulados de Blanchard, la autoginefilia describiría a un grupo amplio de transexuales según la forma en que orientan su deseo sexual, soslayando completamente la cuestión de la identidad (o subsumiéndola de manera reduccionista). Con esta forma de entender las cosas, la totalidad de los transexuales no androfílicos pasarían a ser considerados heterosexuales cuyo foco de interés quedaría desplazado, de modo que en lugar de desear a una mujer se desearían a sí mismos adoptando el rol de esta. Esto es, la propia persona devendría el objeto mismo de su parafilia narcisista.

La autoginefilia implicaría una redirección del objeto de deseo tal y como ha sido descrito en algunos casos de apotemnofilia (atracción por personas que padecen graves amputaciones y que finaliza con la resección de extremidades u otras partes del propio cuerpo). Pese a que se trata de una teoría que pasó inadvertida en la comunidad científica, fue rescatada a inicios del presente siglo por J. Michael Bailey y ha motivado un volumen sustancial de estudios a favor y en contra. Y es que es una teoría que ha sido considerada abiertamente transfóbica por la comunidad LGTB, y claramente dañina para el colectivo trans.