México con rostro de mujer.

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/ María Elena Orantes /

Después de más de 200 años y 65 presidentes, el pasado 15 de agosto, la Dra. Claudia Sheinbaum recibió la constancia de mayoría, convirtiéndose en la primera presidenta de México y en América del Norte.

Este acontecimiento no es un hecho aislado, sino segmento de una cronología de logros colectivos que reflejan las voluntades de las mujeres mexicanas.

Desde las ideas independentistas de Leona Vicario hasta la revolución literaria impulsada por Rosario Castellanos, entre otros millones de ejemplos anónimos, las mujeres han reconfigurado el tejido social y político del país.

Este es uno de esos momentos, de la mano una transformación que se consolida.

En la víspera de la próxima administración, las antiguas barreras de género que han limitado la participación de las mujeres en la política se diluyen progresivamente.

La política a menudo es una lucha prolongada, poblada de negociaciones, desilusiones, esperas y silencios, pero también enseña que un día es suficiente para cambiar nuestro norte y destino. Estamos transitando por esos días.

Por primera vez, una mujer entrega la constancia de mayoría que oficializa la presidencia de otra mujer: Mónica Soto Fregoso, presidenta del TEPJF, y Claudia Sheinbaum, presidenta electa.

Al unísono, la presidenta electa ha anunciado la conformación de un gabinete paritario, con un claro compromiso con la perspectiva de género, así como reformas que refuerzan la equidad.

Las coincidencias no existen, los procesos de maduración son parte de una tendencia que renueva a las instituciones y redefinirá el rostro del país, avanzando hacia una paridad total en el gobierno y en la representación política.

Esta visión de gobernanza liderada por mujeres apunta al empoderamiento de comunidades, y a las mujeres dentro de ellas, inspirando a futuras generaciones a involucrarse en la vida política.

La meta es clara: reducir desigualdades, visibilizar problemas estructurales y promover políticas públicas inclusivas. Este momento histórico representa una oportunidad para construir un país más justo, donde las mujeres no sólo participen en la política, sino que protagonicen la toma decisiones con determinación desde distintas especialidades y disciplinas, dejando un legado de equidad lejano al pasado y que apunte al futuro.

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia marca el inicio de una narrativa en la que el liderazgo de las mujeres no es excepción, sino norma, y donde la paridad acompaña al estado de bienestar.

No se trata sólo de un ajuste en la composición del poder, sino un cambio fundamental en la forma de gobernar, la cual parte de puerto con una ruta definida. La historia está siendo escrita por mujeres que, con su liderazgo, reforman las instituciones y representan a las mexicanas, y que son el rostro de México.

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