*Es uno de los galardones más prestigiosos en arqueología y arte prehispánico.
04.11.2024. María Teresa Uriarte, especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas, recibió en la Universidad de Harvard el Premio Tatiana Proskouriakoff 2024. Este galardón, entregado el 28 de octubre en el Geological Lecture Hall, es uno de los reconocimientos más prestigiosos en estudios de arqueología y arte prehispánico, y fue concedido a Uriarte en honor a su sobresaliente trayectoria y sus investigaciones pioneras en iconografía mesoamericana.
En el marco de esa ceremonia Uriarte presentó su ponencia titulada “Gods, Warriors, and Stars: A Close Relationship in Chichén Itzá”, en la que abordó los múltiples significados y simbolismos del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, destacando la relevancia de los elementos astronómicos y religiosos representados en las columnas y bajorrelieves de esta estructura.
Uriarte desentrañó la conexión entre figuras mitológicas y cuerpos celestes como Venus, el Sol y la Luna, y su papel en la cultura maya, resaltando cómo este complejo arqueológico refleja el sincretismo cultural entre los mayas y los toltecas, y la integración de prácticas religiosas y militares.
Venus y la imagen guerrera en Chichén Itzá
Uno de los aspectos centrales de la ponencia fue el análisis detallado de las representaciones de Venus en la iconografía de Chichén Itzá. Uriarte destacó cómo los antiguos mayas veían en Venus un cuerpo celestial con un poder particular para influir en eventos militares y rituales de sacrificio.
En el Templo de los Guerreros, este planeta se muestra en su fase de estrella de la mañana, vinculado con el dios Kukulcán o Quetzalcóatl, y representado como un símbolo de guerra y sacrificio. Uriarte explicó que, para los mayas, la aparición de Venus en el amanecer marcaba momentos de relevancia ritual y decisiones políticas importantes, ya que este ciclo estelar simbolizaba la dualidad y la transición entre la vida y la muerte.
Las representaciones de guerreros junto a figuras de serpientes emplumadas y otros símbolos venusinos en Chichén Itzá transmiten una narrativa cosmológica, en la cual los líderes militares no sólo poseían poder terrenal, sino que además actuaban como guardianes y mediadores de un orden divino.
Estas figuras simbolizan el poder fertilizador de Venus y su relación con el sacrificio, lo que consolidaba el papel de los guerreros como agentes de una estructura político-religiosa que aseguraba la fertilidad de la tierra y la prosperidad de la sociedad. Para los mayas, los ciclos de Venus y su relación con la lluvia y la fertilidad vinculaban estrechamente al planeta con deidades como Tlaloc y Chaac, reforzando así su papel protector en los ciclos agrícolas.
Además del análisis iconográfico de Venus, Uriarte exploró cómo el Templo de los Guerreros también alberga representaciones de otras deidades y elementos celestiales como el Sol y la Luna, y de elementos naturales. Estos cuerpos celestes se encuentran relacionados con ciclos de renovación, fertilidad y sacrificio, fundamentales en la vida religiosa de los mayas. Por ejemplo, las figuras de ancianos y montañas, visibles en varios puntos del Templo de los Guerreros y en otras partes del sitio, representan la creación y el crecimiento del maíz, planta esencial para la cultura mesoamericana.
El simbolismo del maíz en Chichén Itzá, destacó Uriarte, refuerza la conexión entre la agricultura y los cuerpos celestes. En distintas columnas, la presencia de figuras con trajes estelares sugiere una representación de deidades asociadas al maíz y a la fertilidad. En particular, las figuras que portan tocados y faldas de estrellas fueron identificadas por Uriarte como símbolos de Venus, enfatizando así su influencia en la cosmovisión y la vida ritual de los mayas. Estos atuendos evocaban la identidad de Venus, y al vestirlos sus portadores asumían la identidad de la deidad, una práctica común en los rituales mesoamericanos para honrar a las fuerzas divinas.
Este profundo análisis iconográfico permitió a Uriarte presentar a la audiencia de Harvard una visión integral de cómo el arte y la arquitectura de Chichén Itzá no sólo reflejan la complejidad de la estructura social y política de la ciudad, sino también su rol como un centro ritual donde la guerra, el sacrificio y los cuerpos celestes se entrelazaban para crear una narrativa mitológica que sustentaba la vida en Mesoamérica.
El Premio Tatiana Proskouriakoff fue creado para reconocer la contribución de académicos que, como Uriarte, se dedican al estudio y preservación de las culturas indígenas de Mesoamérica. Es otorgado en honor a la arqueóloga Tatiana Proskouriakoff, pionera en el desciframiento de glifos mayas, y celebra la continuidad de su legado.
Al recibir el galardón, Uriarte no sólo representa a la UNAM, sino también a la comunidad académica de México, reafirmando el compromiso de la Universidad con la investigación y difusión del patrimonio cultural mesoamericano.