- Las redes de apoyo y el trabajo en colectividad son indispensables para combatirlo
- El avance en la regulación jurídica ha sido insuficiente
- Dicha problemática requiere políticas públicas integrales.
/Ilse Valencia / Erik Hubbard/
30.11.2024.- En México, casi la mitad de la población femenina de 15 años o más ha sufrido agresiones en el ámbito comunitario, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021. Éstas afectan a las mujeres de diversas maneras; sin embargo, también generan procesos de resistencia para hacerles frente y erradicarlas ante las deficiencias institucionales.
Así ocurrió con Patricia Balderas, egresada de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) de la UNAM y directora del documental Ahora que estamos juntas, en el que visibiliza la violencia callejera a través de su historia y la de quienes la acompañaron en el proceso de identificar qué es, cómo afecta y qué hacer ante ella.
“El acoso sexual en el espacio público está tan normalizado que no lo reconocía. Pensaba, ‘está muy mal esta problemática, pero a mí no me ha pasado’. Fue hasta que en un taller, junto a 20 mujeres, abordamos el tema y recordé cómo a los ocho años sufrí por primera vez una agresión en la calle, por parte de una persona de la tercera edad”.
En ese mismo espacio conoció a una de las protagonistas de su documental, Cerrucha, pseudónimo con el que se hace llamar esta activista que ha dedicado su práctica fotográfica y artística a cuestionar y visibilizar las violencias de género.
“Es imprescindible nombrarlas y entenderlas, estar acompañadas para pasar el duelo de asumir haberlas vivido y gestionar herramientas colectivas para defenderte o estar contenida”, menciona.
¿Acoso callejero?
Desde que era una niña, Patricia experimentó persecuciones, tocamientos no consensuados en el metro, miradas lascivas e incluso, en una ocasión, alguien eyaculó sobre ella.
“Desde jóvenes transitamos el espacio público de forma distinta a los hombres. Por ejemplo, nos bajamos de la banqueta para no pasar por donde hay varones que pueden molestar o bajamos la mirada cuando un desconocido nos dice cosas”, expresa.
El acoso callejero implica una serie de violencias psicológicas, físicas y sexuales, como son los silbidos, gestos, comentarios ofensivos (mal llamados piropos) o tocamientos no deseados, entre muchas otras cosas ocurridas en los espacios comunitarios, explica la profesora y coordinadora de Vinculación Académica de la Facultad de Derecho de la UNAM, Andrea Arabella Ramírez Montes de Oca.
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia describe al acoso sexual en espacios públicos como: “Una forma de violencia que conlleva un abuso de poder respecto de la víctima, sin que medie relación con quien agrede. Se manifiesta mediante una conducta física o verbal de connotación sexual no consentida ejercida sobre una o varias personas, en espacios y medios de transporte públicos, cuya acción representa una vulneración a los derechos humanos”. Pese a ello, las definiciones penales pueden variar por estados y conductas.
Esta problemática persiste debido a la impunidad y la normalización de prácticas machistas en las cuales se acepta que el cuerpo femenino pertenece a los hombres y, en general, a la comunidad, por lo que pueden transgredirlo, agrega Andrea Ramírez.
“También guarda relación con la espectacularización de la violencia, es decir, con representar el poder en el espacio público, manifestar la supremacía masculina frente a las mujeres y, a la vez, establecer un tipo de control hacia el resto de la sociedad”, indica.
De acuerdo con la ENDIREH 2021, 45.6 por ciento de las mexicanas de 15 años en adelante reconocieron haber padecido violencia en el ámbito comunitario a lo largo de su vida. De ese total, 42.2 por ciento fue de tipo sexual, 20.7 por ciento psicológico y 9.6 por ciento físico.
En contraste, el mismo estudio realizado en 2016 refería que el 38.7 por ciento de ellas había experimentado violencia en esa esfera, con el 34.3 por ciento, 14.6 por ciento y 9.9 por ciento, respectivamente.
“Que se registre dicho incremento se debe a que cada vez se identifica y se habla más del tema, en gran parte gracias al trabajo de grupos feministas que han posicionado estas problemáticas en un lenguaje común y socializado para todas las personas”, comenta Andrea Ramírez.
En 2015, Patricia y Cerrucha coincidieron en un taller sobre apropiaciones del espacio público a través del arte. Ahí, la documentalista encontró herramientas para detectar la violencia callejera y la importancia de combatirla colectivamente, mientras que la activista compartió sus experiencias y conocimientos para trasladar la problemática de lo individual a lo político.
“En mi proceso, que es un devenir feminista, he podido nombrar las violencias y ver cómo han ocurrido a lo largo de mi existencia. Cuando tuve oportunidad de residir fuera del país me percaté de que siempre había vivido en función del acoso callejero, porque ya no caminaba mirando todo el tiempo hacia atrás. Empiezas a bajar la guardia y te das cuenta de que la traes a tope, de que siempre tenemos la contractura en el cuello o de que estamos estresadas”, cuenta Cerrucha.
Las consecuencias de estas agresiones son diversas y vulneran el acceso a múltiples derechos. En el caso de Patricia, los efectos recaen en aspectos económicos, psicológicos e identitarios, así como en el goce y recreación en el espacio público. “Dejas de vestirte como quieres y no sales a ciertas horas de la noche, o al menos no sola. Empiezas a depender de otras personas. Pierdes autonomía e independencia”.
Es común que los victimarios sean desconocidos, vecinos, amigos, conductores de transporte público, agentes de seguridad o policías, según la ENDIREH, aunque Patricia añade que muchos agresores también son ejecutivos, hombres blancos, universitarios o de alto poder adquisitivo.
Además, las calles, parques, autobuses, mercados, plazas, tianguis y el metro son lugares donde esto ocurre con frecuencia.
“Propicia temas alrededor de la depresión y secuelas mentales graves, sobre todo en quienes no tienen las posibilidades de hablarlo. Se afectan las relaciones sociales, de pareja, familiares y demás. También determina el pensamiento sobre una propensión a la violencia por parte de los hombres, cuando no deberíamos generalizar”, señala la profesora.
Pese a ello enfatiza que, para algunas, esas implicaciones derivan en procesos de resistencia para apropiarse de espacios comunitarios.
Unidas contra el acoso
Los esfuerzos por crear mecanismos y avanzar en la regulación jurídica que sancione este tipo de acoso han sido insuficientes debido a la falta de políticas públicas preventivas funcionales que vayan más allá de mantener a las mujeres fuera de lugares de violencia, como se hace con la separación de vagones del metro en la Ciudad de México.
“Se necesita bidireccionalidad, enseñar a los agresores que esas conductas son incorrectas. Hacen falta diagnósticos con análisis programáticos, es decir, evaluadores para demostrar que habrá resultados en vez de aplicar ideas sin saber si van por buen camino o si es preciso cambiarlas”, plantea Andrea Ramírez.
La participación de organizaciones de la sociedad civil, estudiantes, la academia y otros sectores ha sido invaluable para visibilizar las deficiencias y la importancia de capacitar a servidores públicos a fin de evitar revictimizaciones.
“Institucionalmente se requiere no minimizar y mostrar que esto será sancionado de la misma forma que cuando ocurre en áreas laborales y escolares; así se envía un mensaje de cero tolerancia”, puntualiza la profesora.
Patricia y Cerrucha, junto a las demás participantes del taller, con quienes se hacen llamar Red 2R, elaboraron 10 respuestas efectivas contra el acoso sexual callejero, entre las que están:
- Confronta visualmente al acosador. Generalmente quien acosa baja la mirada al sentir que desaparece una relación de poder.
- Pide apoyo si te sientes intimidada. Confía siempre en tu intuición.
- Señala al acosador. Di en voz alta: “esta persona me está acosando, tocando”.
- Camina con la barbilla hacia arriba y pecho abierto sin dejar de disfrutar la calle.
- Si ves que están acosando a alguien intervén, pregunta al acosador ¿qué hora tienes?, ¿qué estación sigue?, ¿me dejas pasar?
Para Patricia, es fundamental cambiar aquellos códigos de comportamiento asignados a los cuerpos femeninos que llevan a transitar los espacios públicos con inseguridad y miedo.
“Si alguien pasa y me dice palabras lascivas le contesto: ‘Eso es acoso callejero y te puedo denunciar’. Me ha costado mucho. Pareciera simple, pero se nos tacha de locas, agresivas o exageradas; sin embargo, es valiente”, apunta la documentalista sin dejar de lado que estas respuestas deben medirse con base en el contexto para evitar riesgos.
Por su parte, Cerrucha plantea que su reacción ante este tipo de acoso no se produce al momento, sino en retrospectiva. Ella reflexiona sobre sus experiencias y busca comprender cómo se entretejen las diversas violencias contra los cuerpos feminizados y las disidencias.
“Contar con un bagaje y saber cómo funcionan hace más fácil identificarlas. Recuerdo una vez cuando, tener esas herramientas, me permitió observar cómo actuaban diversas teorías feministas en ese instante. Fue triste porque no era una situación donde pudiera defenderme, aunado a la parálisis que te acoge”.
Las 10 respuestas que elaboraron grupalmente fueron colocadas en postales, como parte de una campaña contra el acoso callejero en la que manifestaban cómo querían verse representadas en las calles.
Las postales se realizaron a partir de retratos tomados por Cerrucha en los que se ve el cuerpo de las mujeres tatuado con frases como: “Salgo sola de día y de noche”, “ante el acoso cuentas conmigo”, “si te defiendes, nos defiendes a todas”.
“Visibilizamos para romper el continuum de violencias. Es una punta de lanza para adentrarnos a nombrarlas, tener más herramientas para deshacerlas e ir contra este sistema que se sirve de nuestras corporalidades”, expresa Cerrucha, quien rememora que sus proyectos fotográficos, desde la juventud, tenían una perspectiva feminista, incluso cuando no conocía dicho enfoque.
Otra de sus obras en torno a los lugares comunitarios se titula Trinchera, la cual se aprecia desde 2020 en un convoy de la línea uno del metro de la Ciudad de México. En ella se observan bebés, niñas, jóvenes y mujeres unidas y diversas.
“Intervine el tren completo con imágenes de nosotras tomadas de los brazos a manera de trinchera. Por un lado, es una respuesta a que el Estado está en guerra con nosotras. Por el otro, refleja las corporalidades disonantes en el espacio público, normalmente utilizado para espectaculares que reproducen el ‘deber ser’ estético femenino”.
Ahora que estamos juntas
Luego de comprender la normalización del acoso callejero y la necesidad de hablar de él como un problema grave que aqueja a la población femenina del país, Patricia decidió filmar el documental Ahora que estamos juntas, en el que visibiliza este tipo de violencia y sus impactos en la vida cotidiana de niñas y mujeres.
“Hablamos de la importancia de estar unidas para reaccionar y la necesidad de compartir y construir herramientas para enfrentarla. Otra aportación relevante es reconocer lo que hicieron generaciones anteriores para protegerse y protegernos de las violencias, incluso sin haber podido nombrarlas”.
La investigación, el análisis constante y el proceso creativo de Patricia estuvieron siempre acompañados de otras mujeres. Eso le permitió retroalimentarse y reflexionar sobre la película que realizaba, la cual se estrenó en noviembre de 2023 a la par de una campaña de impacto social llamada #NoNosSeparemos.
Ésta tiene como objetivos: construir lugares seguros de diálogo con actividades de sensibilización en proyecciones alternativas; impulsar la reapropiación de los espacios públicos por parte de niñas y mujeres a través de presentaciones en las calles y plazas, y prevenir el acoso sexual callejero mediante talleres con adolescencias y juventudes en centros educativos.
“Tenemos un manual para quienes quieran hacer una proyección. Viene información de la película, sobre el acoso sexual callejero y actividades para llevar a cabo en grupo”. Esta información puede consultarse en la página de Instagram: aqej_documental y Facebook: Ahora que estamos juntas documental.
La película, que se presentará el 29 de noviembre en Las Islas de CU, a las 18:30 horas, se encuentra en plataformas de streaming. Además, está disponible con lengua de señas mexicana, subtítulos descriptivos para personas sordas y audio descriptivo para invidentes.
Para finalizar, Patricia menciona que es imprescindible visibilizar para generar un diálogo que ayude a las mujeres a sentirse identificadas con otras y saber que no están solas. “Hagamos redes de apoyo. Muchas veces nos callamos y nos aguantamos, pero hablarlo y encontrar una salida puede salvarte la vida”. Cerrucha coincide y concluye diciendo que el acoso callejero “es una de las múltiples violencias que requiere de otras para echar a andar el engranaje y que exista una sociedad que controla ciertos cuerpos para el funcionamiento de un capitalismo racista, clasista y heteronormado. Por eso son fundamentales proyectos que posicionen esta problemática para que deje de permear en el país”.
Fuente: UNAM Global