Yo campesino
*Durazo conoce la problemática de los LeBarón, pero no auxilió.
Miguel A. Rocha Valencia
La pregunta de Julián LeBarón queda en el aire “Nadie nos ayudó ¿a quién solapan?”
Mientras, el presidente de Estados Unidos con su oferta de ayuda hace ver que las autoridades mexicanas no tienen la capacidad para combatir y acabar con los grupos criminales.
A su vez, el mandatario mexicano a pesar de los reclamos internacionales, afirma que no es intención de su gobierno exterminar a los criminales, no hacerles guerra.
Pero, no dice qué hará para terminar con la violencia desatada por los delincuentes. La estrategia no se entiende. No creemos que los criminales abandonen su ocupación a cambio de tres mil 500 pesos.
Y mientras la dizque estrategia de López no rinda frutos, los asesinatos, las masacres continuarán, habrá miles de mexicanos y en este caso extranjeros, que habrán de fallecer violentamente, porque la guerra, es entre ellos.
La disputa por los mercados, rutas y zonas de influencia, dejará muchos muertos, comunidades y gobiernos sojuzgados, cómplices por acción, omisión o presión, que al final se “convencerán” de la redituabilidad de convivir con los criminales.
Tanto que por denunciarlo asesinaron al cardenal Posadas Ocampo, quien declaró la esclavitud primero forzada y después concertada de comunidades jaliscienses en tiempos en que Guadalajara y Vallarta estaban en el “triángulo dorado” de las drogas.
Ahí operaban Miguel Ángel Gallardo, Don Neto, el marihuanero Rafael Caro, de ahí transportaban los Arellano Félix; ahí se asienta el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Entonces ya había muertos, complicidades, corruptelas; en la lucha contra el crimen estaba aliado con la PGR, el Ejército mexicano; el “gusano verde” destruía sembradíos que las poblaciones protegían; de esos cultivos vivían y sobreviven muchos que decidieron reconvertir y dejar de sembrar granos básicos o caña de azúcar. Las ganancias son abismalmente diferentes.
Insistimos, lo hacen convencidos o por la fuerza; cultivan lo que les dicen o se mueren, o les quitan la tierra.
Eso se denunció hace muchos años. Lo hizo Monseñor Posadas Ocampo y se murió.
Desde entonces, en Jalisco, Michoacán, Guerrero y Sinaloa, se anunciaron políticas para apoyar a los agricultores para que dejaran de producir amapola y marihuana con sus derivaciones de opiáceos. Han pasado casi 40 años y las cosas no cambian; hay generaciones que ya crecieron con los cultivos ilegales y lo que económicamente representan, con todo y sus secuelas de violencia.
Hoy, el presidente de Estados Unidos ofrece ayuda para hacer la guerra a los criminales mexicanos, pero no hace lo propio en su país donde está el verdadero negocio de las drogas; el mercado más grande, al que se agrega el de armas y tráfico de personas.
Quiere Trump una guerra fuera de su territorio; acabar a los criminales mexicanos, pero no la hace contra los comerciantes del vicio de su país. La demanda que llega de territorio estadounidense, propicia la lucha por espacios de producción, rutas de traslado y costos de impunidad en México.
Y eso, por el vacío, por la ausencia de estrategia que hay en México y que hace ver a nuestro gobierno como incapaz de cumplir con su responsabilidad con un presidente que garantiza la vida de criminales a pesar de masacres y deja a los ciudadanos a merced de los cárteles que someten poblaciones, regiones enteras del país, incluyendo sus vías de comunicación. Territorios donde el crimen manda por que el Estado renunció a ejercer su autoridad, con la fuerza si fuera necesario.
Tal vez por eso Julián LeBarón pregunta: ¿A quién solapan? Y su queja “nadie nos ayudó” … “Durazo es de acá, sabe bien cómo están las cosas y no contestó”, acusó.
De esto último fuimos testigos miles de mexicanos quienes escuchamos su petición de auxilio a través de medios de comunicación, donde pedía apoyo, y nadie le respondió.