Las inmencionables

Raquel Rosario Sánchez

Escritora dominicana. Especialista en Estudios de la Mujer, Género y Sexualidad. Arde por el desmantelamiento del patriarcado en su totalidad, pero muy especialmente, arde con ansias por ver el fin de la violencia contra niñas y mujeres. Todas las violencias.

Según un reporte reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en el año 2017, 87,000 mujeres fueron asesinadas intencionalmente, alrededor del mundo. Algunas (50,000 mujeres) fueron asesinadas por sus parejas o por familiares. Un tercio, alrededor de 30,000 mujeres, fueron asesinadas por una pareja o expareja. Se estima que 137 mujeres son asesinadas todos los días por algún familiar cercano.

Es posible que estas estadísticas tan altas no sean el resultado de un incremento en la violencia machista, sino que de las décadas de labor feminista dedicadas a subrayar la violencia contra la mujer y a presionar a los Estados para que la monitoreen. Eso, en sí mismo, representa una conquista para el movimiento de las mujeres a nivel internacional, pues durante décadas pelearon e insistieron para obligar a los gobiernos y organismos internacionales a contar y llevar registros confiables de las mujeres abusadas en las estadísticas nacionales. Estas cifras nos revelan un panorama espantoso sobre los obstáculos a los que se enfrentan mujeres y niñas alrededor del mundo. Pero esa situación tan perturbadora se ve exacerbada cuando tomamos en cuenta la realidad de los abortos selectivos por sexo, en la que los fetos hembras son abortados, por ser considerados “menos valiosos” que los fetos varones. A nivel mundial, esta práctica está en aumento y se extiende.

Los abortos selectivos por sexo acarrean restructuraciones drásticas en las sociedades que afecta, lo cual se traduce en incluso más violencia contra las mujeres y niñas. Esta es una dinámica que pudo ser documentada por la geógrafa feminista Joni Seager, quien recientemente público un libro titulado ‘El Atlas de las Mujeres’. Seager sugiere que, basándonos en las investigaciones que se han hecho al aborto selectivo por sexo, en el año 1995, los nacimientos de varones superaban numéricamente los de las hembras en países como China, la India, Pakistán, Bangladesh y Corea del Sur.

En el año 2018, más de veinte países han documentado tener desbalances de sexo. Un estudio publicado por el Fondo para la Población de las Naciones Unidas en el 2012, titulado ‘Desbalances de Sexo al Nacer’, dice que la masculinización de las tendencias demográficas tienen “implicaciones sociales y económicas severas” y que esto “no es un fenómeno natural, sino que es el resultado de la eliminación deliberada de las hembras”. En el año 1988, en un esfuerzo para disuadir los abortos selectivos por sexo, Corea del Sur aprobó una ley que declaraba ilegal que doctores y doctoras revelaran el sexo de los fetos a las familias. Como resultado de esta legislación, así como de estrategias de concientización pública, (una campaña del gobierno utilizaba el eslogan “Una hija criada bien es igual a 10 hijos”), así como al aceleramiento de la urbanización, Corea del Sur ha sido el único país en el mundo que ha conseguido revertir la tendencia de desbalances de sexo durante los últimos 30 años.

El incremento de los abortos selectivos por sexo es, en sí mismo, algo alarmante, pero esta forma de discriminación fomenta problemas de gran alcance a nivel mundial, particularmente porque un “déficit” de mujeres que no estén disponibles para los hombres que busquen sexo o matrimonio, debe ser suplido por otras mujeres que son traficadas o secuestradas para dar respuestas a la demanda de hembras.

Seager analiza:
“Esta dinámica está causando disturbios, ya que sociedades enteras se encuentran masculinizadas. Entre otras consecuencias, una escasez de mujeres contribuye al incremento de trata y secuestro de mujeres. La preferencia por los varones refleja una combinación de fuerzas económicas, culturales y religiosas. Ahora que la norma es tener familias más pequeñas, la presión para tener varones se acelera y esta es fortalecida cuando tomamos en cuenta las prácticas del matrimonio, el dote y la herencia”.
En algunos países como Moldova, Chechenia, Armenia, Etiopia, Suráfrica y Kazakstán, la práctica del “secuestro de novias” es común. En Kirguistán, casi 12,000 mujeres y niñas (una de cada cuatro hembras) son secuestradas todos los años para ser casadas con hombres extraños.

Existe un incentivo económico para secuestrar mujeres y niñas que se nieguen: comprar mujeres para el matrimonio es muy caro. El antropólogo y autor del libro ‘La Construcción Genealógica de la República Kirguiz: Parentesco, Estado y Tribalismo’, le explica al periódico The Irish Times:
“El argumento económico es: ‘yo no tengo dinero para pagar por una novia o una boda’. Se espera que el hombre pague un precio y que sea anfitrión de toda la familia. Tú tienes que matar ovejas, matar caballos… un caballo te puede costar $2000. Si vives de la agricultura de la subsistencia, eso es mucho más de lo que puedes pagar. Entonces los hombres lo que hacen es decir ‘ella quería que la raptáramos. Yo le gusto’. Cualquier pretexto misógino que se les ocurra”.
Muchas de las niñas y mujeres que son secuestradas son muy jóvenes, lo que probablemente contribuye a las altas tasas de mortalidad materna en regiones como Asia Central (Kirguistán, por ejemplo, tiene la tasa más alta de mortalidad materna de la región). Muchas de las mujeres secuestradas terminan suicidándose.

Las consecuencias de una escasez de hembras y las costumbres misóginas conectadas a esta tendencia demográfica también impactan en la salud y el peso de bebés que nacen de niñas y madres que han sido secuestradas. Un estudio realizado por la Universidad de Duke en el 2017, encontró que bebés de familias étnicas en Kirguistán pesan menos al nacer que la media, y eso está vinculado a un mayor riesgo de que sufran de enfermedades. El profesor de economía Charles Becker, quien fue coautor del estudio publicado para el jornal Demography, formuló la hipótesis de que es probable que pesen menos, como consecuencia del trauma psicológico que sufren las mamás al ser obligadas a entrar en un matrimonio forzado.
El periodista John Fleming, de The Irish Times, habló con una mujer llamada Gulmira, quien es de Kirguistán y fue engañada por personas que ella conocía y secuestrada para casarla a la fuerza. Ella explica:
“Corrí gritando hacia una oficina de correos. Me escondí, pero me encontraron. ‘Este es tu destino. El te ama’, me decían. Me pusieron una bufanda en la cabeza. Yo les dije que me iba a quedar y me hice la que estaba cansada para quitármelo a el de encima”. Conseguí escapar otra vez a las 6 de la mañana, mientras empezaban los preparativos de la boda. “Me escondí en un cementerio. Quizás los muertos me ayudan… Los vi buscándome encima de unos caballos”.

Gulmira logró escapar y volver a su familia, pero reflexionando sobre su vida ella dice:
“¿Seremos animales para ser secuestradas y violadas? Todo esto me ha hecho más fuerte. Ahora tengo una carrera. A la gente hay que educarla, a las niñas hay que decirles que tenemos los mismos derechos. Los casos como el mío deben ser publicados”.

En QG Feminista, la periodista brasileña Andreia Nobre argumenta que estos son tiempos oscuros para las mujeres, ahora que somos no sólo una minoría política, sino también estadística, alrededor del mundo. Sobre esta idea, escribe lo siguiente:
“Los países más poblados del mundo son la India y China, y ahora cuentan con 37 y 34 millones de hombres más que mujeres, respectivamente. Un estudio de las Naciones Unidas demuestra que el número de hembras humanas ha estado en declive de manera significativa desde los años 60. ¿A qué se debe la mayor discrepancia entre los números de hombres y mujeres alrededor del mundo? Las investigaciones de organismos internacionales como las Naciones Unidas, señalan a las políticas públicas dentro de cada país como responsables”.

“Los países donde hay oportunidades para que las mujeres sean independientes económicamente, la proporción entre los sexos tiende a ser balanceada. Aunque normalmente con un pequeño incremento en la población de hembras. En teoría, el aborto selectivo por sexo puede ocurrir contra cualquiera de los dos sexos, dependiendo de las preferencias de cada país. Pero vivimos en un mundo misógino, donde las mujeres todavía no tenemos suficientes derechos políticos para subsistir solas.”

Las personas que construyen políticas públicas pueden pretender que no les importa el sexo de cada persona, pero sucede y acontece que al patriarcado sí le importan mucho los cuerpos de hembra de mujeres y niñas.

Los abortos selectivos por sexo también se están incrementando en el Reino Unido, donde clínicas privadas están vendiendo exámenes de sangre que pueden revelar el sexo del feto, costando entre £150 a £200. La agencia Jeena Internacional, una organización de beneficencia para mujeres de comunidades étnicas minoritarias en Inglaterra, dice que las mujeres que se embarazan de hembras, a veces son obligadas a terminar ese embarazo. La fundadora de la organización, Rani Bilkhu le cuenta al periódico The Independent: “Con razón deciden realizarse abortos selectivos por sexo, es que no tienen opción. No quieren quedar desamparadas sin techo, no quieren que su matrimonio termine… y todo eso porque no pudieron dar a luz a un varón”.

En Australia, un estudio realizado en la Universidad La Trove, sugiere que los abortos selectivos por sexo podrían estar en aumento en el estado de Victoria. De manera natural, debería haber alrededor de 100 niñas por cada 105 niños, pero el equipo de investigación dice que los resultados revelan que, en algunas comunidades, “la discriminación sistémica contra las hembras empieza en el útero”. Analizando más de 1.2 millones de nacimientos entre los años 1999 y 2015, la investigación demostró que están naciendo entre 100 niñas por cada 122-125 niños.

Hay algo muy siniestro en la manera en que el patriarcado se está manifestando hoy día. El feminismo parecería estar en todas partes: en portadas de revistas celebrando el incremento de mujeres en el Congreso de los Estados Unidos, en letras gigantes e iluminadas durante presentaciones de Beyoncé, en la cobertura del Time’s Up y el #EscuchameTambien y en reportajes aduladores dentro de revistas , tanto para mujeres como para hombres. El feminismo es popular. Pero, ¿lo habremos despolitizado tanto que su poder no ha podido llegar donde más se necesita? ¿Nos estamos engañando a nosotras mismas pensando que estamos avanzando cuando en realidad es todo lo contrario?

No solo es que los abortos selectivos por sexo se están incrementando, es también que la opresión de las mujeres y niñas, basadas en nuestro sexo, (que es bastante real y persistente), está en riesgo de ser invisibilizada mediante políticas públicas y leyes que borran nuestro sexo y que abolen a la mujer como una clase política, colocándonos como parte de la especie en riesgo de extinción.

Actualmente en Finlandia viven 10,000 niñas y mujeres que han sido víctimas de mutilación genital femenina, mientras 650 a 3000 se encuentran en riesgo. En Inglaterra y Gales, se cree que algunas 8,200 mujeres pudieron haber sobrevivido a ataques al corazón fatales, si tan solo hubiesen recibido el mismo tratamiento que se les ofrece a los hombres. En octubre, una mujer y sus dos hijas fueron quemadas vivas en el estado de Bihar, al Este de la India, porque la mujer había “fallado” en su deber de producir un hijo. En el mismo Estado, la policía encontró recientemente una bebé hembra que había sido enterrada viva, otra de siete meses que había sido lanzada desde un techo, una bebe de seis días de nacida que había sido arrojada dentro de una letrina y una mujer que se envenenó ella y sus tres hijas pequeñas. Cada uno de esos casos representa la devaluación de la mujer, desde el nacimiento y a través de la vida entera, en la sociedad, aún en pleno siglo XXI.

no importa la cantidad de feminicidios ni feticidios, ya que éstos nunca son suficientes para convencer a un grupo de activistas pequeño, pero alarmantemente poderoso, que ha decidido ignorar los hechos, la realidad y la ciencia, para poder rendir alabanzas ante el altar del dogma de la identidad de género.

Al mismo tiempo que estas formas bárbaras y fatales de misoginia se manifiestan, estamos viendo académicas, a quienes les están pagando millones de dólares, euros y libras esterlinas para investigar “la diversidad de los géneros” y para ponderar si el sexo debería ser monitoreado en los documentos oficiales del Estado. El registro del sexo es fundamental para dar seguimiento a la opresión basada en el sexo, pero “especialistas en identidad de género” como Sally Hines en la Universidad de Leeds y Davina Cooper en King’s College London, han sido asignadas para producir investigaciones que respondan la pregunta: ‘¿Debería el género permanecer como un estatus legal asignado al nacer, y cuáles serían las implicaciones de reformarlo?” Observen cómo en este caso, la palabra ‘genero’ se utiliza en sustitución de la palabra ‘sexo’. El propósito de ambos proyectos es influenciar legislaciones y políticas públicas respecto al monitoreo del sexo (o, como han decidido llamarle deliberadamente para ofuscar ‘género’). El proyecto de Kings College London, ‘Reformar la Identidad de Género Legalmente: Una Evaluación Socio-Legal’) busca “producir un proyecto de ley con el propósito de desarrollar políticas públicas y concientización sobre el monitoreo y el reconocimiento de la identidad de género en Inglaterra y Gales”.

Como muchos otros países, el parlamento de Tasmania se encuentra discutiendo un proyecto de ley (que el mes pasado fue aprobado en la Cámara baja), que permite colocar el sexo de bebés de manera opcional. Roen Meijers, vocero del Partido Laborista, proclamó el proyecto de ley como un paso hacia “mayor igualdad, dignidad y esperanza para la gente transgénero, diversa de género e intersexo de Tasmania”. En estos momentos, Nueva Zelandia también se encuentra debatiendo un proyecto de ley similar , que permitiría a las personas marcar con una ‘X’ sus certificados de nacimiento, en vez de tener que poner ‘hembra’ o ‘varón’.

En el Reino Unido, donde también se avecinan reformas similares, se ha abierto una caja de Pandora por medio de las discusiones sobre la Ley de Reforma del Reconocimiento de Género del 2004, las cuales han encendido un debate público sobre género e identidad.

Debatir sobre estos conceptos es, sin duda, muy importante, pero para la inmensa mayoría de las mujeres y niñas del mundo, la opresión es una realidad material que no es ni semántica ni ideológica. Se ha demostrado una y otra vez que el sexo es fundamental para el patriarcado, independientemente de cómo la persona decida identificarse o de su rechazo a los roles de género.

No obstante, parece que no importa la cantidad de feminicidios ni feticidios, ya que éstos nunca son suficientes para convencer a un grupo de activistas pequeño, pero alarmantemente poderoso, que ha decidido ignorar los hechos, la realidad y la ciencia, para poder rendir alabanzas ante el altar del dogma de la identidad de género.
Recientemente, durante un debate parlamentario sobre las reformas a la Ley de Reconocimiento de Género que permitiría que las personas se autoidentifiquen en el sexo de su preferencia, la parlamentaria británica representante de Oxford Layla Moran, del partido demócrata liberal, expresó:
“Yo simplemente no veo cuál es el problema. Los cuerpos humanos vienen en muchas formas. Yo veo es el alma de las personas y quién es como persona. A mí no me importa si tiene un cuerpo de varón”.

Las personas que construyen políticas públicas pueden pretender que no les importa el sexo de cada persona, pero sucede y acontece que al patriarcado sí le importan mucho los cuerpos de hembra de mujeres y niñas. Nos encontramos en un momento histórico en que la izquierda está convirtiendo el desdén por la vida de mujeres y niñas en una virtud. En vez de urgir precaución y de prestar atención de manera minuciosa al alarmante incremento de los abortos selectivos por sexo, con la miríada de complicaciones que acarrean, especialmente para las mujeres, niñas, y sociedades en general, demasiados países están siendo presionados para que adopten políticas que pulverizan e imposibilitan el monitoreo de la discriminación y desigualdad en base al sexo.

demasiados países están siendo presionados para que adopten políticas que pulverizan e imposibilitan el monitoreo de la discriminación y desigualdad en base al sexo.

Nobre argumenta que “nos están aniquilando”. Las mujeres y niñas no solo estamos siendo invisibilizadas, sino que también estamos siendo amordazadas por políticas públicas que nos impiden hablar abiertamente sobre la opresión basada en sexo. Yo no tengo la más mínima idea de cómo vamos a enfrentar esta última reversa patriarcal, pero lo que me interesa saber es por qué tantas mujeres estamos promoviendo y facilitando nuestro propio exterminio.

La versión original de este artículo fue publicada en el portal canadiense Feminist Current el 13 de diciembre del 2018: