Mirar morir

Denise Dresser

O el presidente de México no entiende el sector salud o le mintieron sobre cómo componerlo. O López Obrador subestima los problemas o alguien se los simplificó. O AMLO no escucha a los que sí saben o está mal asesorado. Sea cual sea la respuesta, la cancelación del Seguro Popular y su reemplazo por el Insabi está produciendo un caos comunicativo, un caos operativo y un caos financiero. Peor aún, en el tránsito mal instrumentado y mal planeado de un modelo a otro, hay mujeres que morirán de cáncer de mama, hombres que perecerán de VIH/SIDA, familias cuyas finanzas serán devastadas por el costo de enfermedades catastróficas que el Estado antes cubría y ahora no lo hará. Mientras AMLO y su equipo se ponen de acuerdo en qué decir y a qué costos resarcir, ya hay víctimas de carne y hueso. Enfermos desatendidos, cuotas cobradas, confusión que mata. La 4T prometía universalizar y cubrir, pero en realidad va a mirar morir.

Por arrogancia e ignorancia, por voluntarismo y protagonismo, por terquedad personal del Presidente y enemistad política con sus predecesores. En este sexenio no se trata de corregir los vicios de programas heredados sino de acabar totalmente con ellos. No se trata de componer sus defectos sino de erradicarlos por completo. El Seguro Popular se suma a una larga lista de todo lo que se dice era “neoliberal” y por ende disfuncional. Sin duda tenía un cúmulo de errores y equivocaciones, corrupciones y desviaciones, recursos malversados y recursos mal utilizados. Pero logró -de manera nada neoliberal- ampliar derechos y reducir brechas. Logró que la carencia por acceso a servicios de salud se redujera de 42.8 millones de personas en 2008 a 20.2 millones en 2018. Logró proveer servicios gratuitos a servicios de tercer nivel de especialidad a miles de personas que habrían fallecido de otro modo.

Y ahora el Seguro Popular se bota al basurero de la historia con la promesa de una falsa universalización que el Insabi no asegura. En lugar de ampliar la cobertura, la reduce: en lugar de cubrir las enfermedades catastróficas cobrará cuotas para atenderlas. Financieramente no es sostenible más allá del 2019-2020 con los recursos sustraídos del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, ya canibalizado el año pasado. Operativamente no es viable dado que arranca sin reglas claras, sin normatividad, sin un proceso escalonado, sin convenios establecidos entre los estados y la Federación, sin una idea clara de qué pasará con los hospitales estatales de alta especialización, sin una estrategia administrativa bien pensada y bien diseñada. Humanamente es execrable, ya que deja desprotegidos a los desvalidos: personas de menores recursos a quienes la 4T promete apoyar pero empezará a exprimir. El Insabi no expande los derechos de los más pobres; les arrebata aquellos que ya habían adquirido.

Eso el Presidente no parece tenerlo claro. AMLO afirma que ningún paciente tendrá que pagar, mientras que el director del Insabi -un tabasqueño experto en sitios arqueológicos- lo contradice. AMLO recalca que su nuevo Instituto ofrecerá cobertura universal gratuita mientras la legislación establece lo contrario. AMLO presume que uno de los grandes logros de su gobierno es hacer más con menos; cree que más austeridad se traducirá en mejor salubridad; piensa que lo ahorrado financiará lo ofrecido. No comprende que se están perdiendo cosas que se habían logrado, y se están reemplazando con cosas que no van a funcionar. Y sólo el secretario de Hacienda sabe la verdad subyacente, la realidad intransigente: sostener el Insabi, después de haberse gastado el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos requerirá una reforma fiscal profunda y extensa; obligará al Estado mexicano a replantear los presupuestos y a aumentar los impuestos. Me canso ganso: no tendrá otra opción.

Si la autollamada 4T no corrige lo que está deshaciendo en el sector salud, la realidad se encargará de hacerlo y dolorosamente. Los problemas presentes y pronosticados se exacerbarán. Más enfermos y menos tratamientos; más pacientes y menos sitios para atenderlos; más mexicanos vulnerables y menos capacidad gubernamental para cuidarlos dignamente. Como observó famosamente Lyndon Johnson: el problema de un líder no es “hacer lo correcto sino saber lo correcto”. Y AMLO necesita saber que el Estado debe salvar vidas, no presumir que lo hace mientras acepta mirar morir.