Campanas de basura

Sin tacto

Por Sergio González Levet

“Yo soy el poeta de las campanas”, decía Pito Pérez -el genial personaje creado por el escritor nacido en Cotija José Rubén Romero, quien relató su vida inútil- mientras atizaba con singular fervor y con el badajo los bronces de la iglesia, en el corto tiempo en que ofició de ayudante de Nazario, el sacristán, y pecó de ladrón de algunos objetos sagrados que es mejor olvidar.
El escritor michoacano le dio a Pito Pérez, un pícaro mexicano moderno, la bondad de la música, y así lograba que de la torre clerical salieran verdaderos arpegios, que hacían las delicias de los oídos mejor entrenados de la población.
Pero, oh desgracia, esa facultad de hacer cantar los metales no la tienen todos, y menos los campaneros del Ayuntamiento que con igual fervor, pero diferente resultado, tocan todos los días para avisarnos que ya viene el camión de la basura, y hay que sacar el bote o las bolsas de plástico ahora prohibidas o la caja de cartón, para que se vayan para siempre de nuestra vista, aunque no de nuestra vida.
Ahora que el ruido ya es considerado una forma de contaminación, los servicios de recogimiento de basura deberían tener prohibido hacer saber su próxima presencia de manera tan estentórea, pero como tantas cosas en este mundo matraca, a pesar de la ley y de le prohibición expresa, siguen coexistiendo y echándonos a perder el sueño mañanero o la siesta vespertina.
Esto de las campanas de la basura persiste debido a una falta de planeación de los servicios de limpia. Como no están debidamente organizados (y tal vez debería poner: “como no están de ninguna forma organizados”), pues no pueden garantizar que el camión pase siempre a una hora determinada por la misma calle. Así que como los señores que manejan la logística no pueden imponer el orden y la disciplina, pues nos condenan a sufrir los campaneos provocados por su incapacidad.
Y luego a los estimados campaneros les da flojera ir corriendo con su aparatito hace-ruido, y de ese modo se suben al camión y dan una primera vuelta por el recorrido sólo para avisar, con lo que el gasto de combustible se va al doble.
Ruidoso y caro, en medio de la 4T, tan austera y tan defensora de la ecología, el sistema de las campanas es una de las peores soluciones para garantizar que los vecinos saquen a tiempo su basura, y que ésta sea recogida perentoriamente, de modo que el tiradero de productos orgánicos en descomposición no ocasione fauna nociva.
Lo ideal sería que el camión de basura siempre pasara en los días señalados y en un mismo horario, Así, algunos sabríamos que hay que sacar el bote frente a nuestra puerta a las 8 de la mañana y otros a las 6 de la tarde, por ejemplo.
Y entonces todos seríamos felices.
Yo soy el poeta de las campanas…

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