Verónica Malo Guzmán
@maloguzmanvero
Hay momentos específicos que definen una vida, la de un individuo, la de una administración gubernamental y la de un país. Olga Sánchez Corderodeberá afrontar uno de ellos en sus tres vertientes. No existe otra opción o candidata para dicha encomienda; hay tres motivos: debido a su carrera y trayectoria profesional, en razón de ser la cabeza de Gobernación y por tratarse de una mujer.
Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia, considerada en su momento como de avanzada y feminista—no a fuerza de una necesidad o tragedia personal, sino por convicción y estudios en la materia— , ya lo hemos dicho, ha dejado recientemente de vérsele como una secretaria aguerrida y es menester que, ahora, para este asunto vuelva a serlo.
Hoy, la terrible actualidad de las mujeres en nuestro país exige que regrese esa defensora del feminismo bien entendido (y voz de las otras corrientes que no lo son tanto) y ponga todo su conocimiento, compromiso y voluntad al servicio de establecer una agenda de políticas públicas en cuestiones de género con las que, en un futuro, se puedan cerrar las heridas causadas por la errática y deficiente actuación de gobiernos —presentes y pasados— y, claro, de la sociedad mexicana. Debe ser ella, por su condición de mujer —y más allá del apoyo presidencial que pueda manifestarse en su momento— la que anuncie que el combate a la violencia contra las mujeres pasa a ser un problema de política pública de atención prioritaria.
Para eso tendrá que comprender todas las causas del feminismo militante; las que ella hace tiempo llegó a conocer bien, las —digamos— más modernas, así como de aquellos que acusan su radicalismo. Ello para tender puentes entre los diversos actores involucrados, particularmente los colectivos de mujeres con las cuales no se logró ningún acuerdo en las reuniones del viernes, sostenidas después de su protesta a las afueras de Palacio Nacional.
Es necesario decirlo una vez más, las ilegalidades y los destrozos cometidos por las manifestantes no se justifican. Pero lo que sí se puede y se debe entender de inmediato es la rabia y la desesperación de estas mujeres que no están siendo escuchadas, y que son constantemente ignoradas y de forma diaria asesinadas solo por el hecho de ser mujeres.
Tan solo en esta semana hubo dos rostros particularmente terribles en los números de por sí sangrientos y fríos de la violencia contra las mujeres. El domingo, una mujer fue acuchillada 17 veces sí, 17 ocasiones por su ex pareja el cual ya tenía orden de restricción para no acercarse. Ella tiene un pulmón perforado y la amenaza ronda sobre su cabeza, pues su agresor prometió “matarla cualquier día”.
El mismo domingo, Ingrid Escamilla era asesinada y desollada por su esposo. La saña ejercida en su contra evoca a los asesinos más despreciables. De ahí la petición de las contingentes del viernes ante Palacio Nacional, demandando justicia para Ingrid, Sara y tantas mujeres asesinadas de forma cobarde diariamente.
La violencia ha llegado a tal grado que ONU Mujeres condenó el feminicidio de Ingrid y de las demás mujeres y niñas que son asesinadas cada día en México por razones de género. Diferentes agencias de la Naciones Unidas urgen a las autoridades a investigar el feminicidio de Ingrid con perspectiva de género. Once mujeres asesinadas al día son once razones para que la misma ONU condene la situación que se está viviendo (muriendo) en nuestro país.
Los feminicidios no pararán por reunirse con estos grupos (¡bueno fuera!), pero lo que ya queda claro es que hay que empezar a construir una agenda coordinada y un frente común, lo cual más allá de mejorar la legislación al respecto, servirá para establecer tácticas y esquemas de seguridad y de concientización. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental; a ellos sí se les debe exigir desde la autoridad, como a través de presión ciudadana, que practiquen en todo momento unperiodismo con perspectiva de derechos humanos y de género. De lo contrario, únicamente se está contribuyendo a la perpetuación de los estereotipos de género y la normalización y justificación de las diversas formas de violencia contra las mujeres.
Urge una interlocutora que entienda lo que se le dice, esté dispuesta a encarar enojos y, si es necesario, hasta ayude a reeducar a sus compañeros de gobierno para avanzar como país en la disminución de los feminicidios y evitar lo más posible que se politice el tema. Apremia una verdadera participante, quien conozca la ley, sus recovecos y proponga no eliminar el “feminicidio”, tan solo afinar la normativa.
Olga Sánchez Cordero debe apurarse, no tiene tiempo que perder para sentarse ella —junto con Nadime Gasman (Inmujeres), Candelaria Ochoa (Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres), Mónica Maccise (Conapred) y Alicia Leal (Directora de Protección Integral de la Unidad de Apoyo al Sistema de Justicia de la Segob), entre otras—, con los muy diversos grupos de mujeres, de forma regular y permanente, para construir y poner en marcha tanto una agenda como una estrategia institucional (social, política y económica) y cultual en conjunto.
Aquella abogada feminista debe resurgir en la hoy secretaria de Gobernación, ya no solo para establecer las prioridades en los “qués”, como lo hizo presionado el presidente López Obrador con su decálogo que no convenció a nadie, sino los “cómos”. Cada día perdido, son once mujeres asesinadas.